No le será fácil a Mariano Rajoy salir del jardín de espinas en el que se ha metido tras conocerse su disposición favorable a que Cataluña casi duplique este año el objetivo de déficit establecido para el conjunto de las comunidades autónomas. Sus barones más influyentes no han tardado en poner el grito en el cielo ante lo que entienden como un trato de favor para con una autonomía que, además de haber incumplido el objetivo fijado para el pasado año a pesar de los severos recortes en educación y sanidad, no afloja un punto en su deriva soberanista.
Argumentan que es injusto premiar a las incumplidoras y castigar a las que cumplieron y, en consecuencia, abominan de un reparto del déficit a la carta. Sospechan, y con razón, de que si Cataluña es premiada las demás serán obligadas a continuar con los recortes para que al final las cuentas globales puedan cuadrar. De hecho, el ministro Montoro, sospechosamente desaparecido desde hace unos días, ha venido a decir que es bueno que las autonomías que el año pasado cumplieron el déficit sigan apretándose más el cinturón este año, lo que seguramente ha ayudado a encender un poco más si cabe la rebelión en los feudos territoriales del PP.
Así las cosas, encaje de bolillos o la cuadratura del círculo tendrá que hacer el presidente para encontrar una solución que, en todo caso y a buen seguro, siempre dejará descontenta a más de una comunidad autónoma. Molesta, además, que la posibilidad de que Cataluña reciba un trato más favorable que el resto a pesar de ser una de las que mayor déficit presentan, se haya negociado de manera bilateral y casi en secreto entre Rajoy y Artur Mas y no en el Consejo de Política Fiscal y Financiera que es donde las autonomías y Montoro se tiran civilizadamente los trastos a la cabeza.
Por lo pronto, la única posición conocida de Rajoy para sofocar la rebelión de sus barones ha sido pedirles “generosidad y altura de miras” y la respuesta ha sido elevar el tono de la protesta. Algo más tendrán que ofrecer Rajoy y Montoro para calmar a unos barones populares que están estos días de los nervios. La cuestión de fondo a dilucidar es qué criterios va a seguir el Gobierno para el reparto del déficit a la carta ente las comunidades autónomas, más allá de las vaguedades de González Pons al afirmar que será una “solución justa para todos”.
¿Qué primará en ese reparto? ¿La situación de la sanidad y la educación en cada comunidad después de los últimos recortes? ¿Los escalofriantes datos de pobreza que se hicieron públicos ayer con un aumento de la brecha social entre autonomías y con Canarias como la región en donde más ha aumentado este indicador en los últimos años? ¿La tasa de paro? ¿La singularidad territorial? ¿El endeudamiento? ¿Las insuficiencias de la financiación autonómica? ¿El color político de cada gobierno autonómico?
Una cosa está clara: a la vista de la respuesta airada de los barones populares, Rajoy no podrá en esta ocasión ni callar ni adoptar esa posición de perfil en la que es todo un maestro. Puede que al final consiga salir del jardín de espinas en el que se ha metido si por disciplina de partido los barones terminan por abandonar el motín que protagonizan estos días y plegarse a sus decisiones por más que no les gusten. En cualquier caso, eso no le salvará de sufrir unos cuantos y profundos arañazos políticos.
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