Yo me quedo
bobo. Es que lo leo y lo releo y no lo creo. Hoy me he enterado de que la causa
de la pobreza que padece más de un tercio de la población española se debe a la
mala calidad del empleo que se crea en este país. ¡Quién lo iba a decir! Y uno
dándole vueltas y vueltas a la sesera, intentando encontrar la explicación a
ese misterio macroeconómico, y ha venido un señor que se ha presentado como
director de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico – tomo
aire – y en un plis plas lo ha resuelto.
¿Cómo es posible
que no se nos hubiera ocurrido antes a los indígenas que una causa central de
la pobreza en España es que tener un trabajo no sirve necesariamente para
evitar ser pobre? Eso va a ser que no investigamos lo suficiente como hacen en
otros países de “nuestro entorno” y por eso no sabemos cómo interpretar lo que
nos pasa, ni cuáles son sus causas ni cómo corregirlas. Por eso ha tenido que
venir este señor, armado con su tocho de informe sobre la cosa económica
española, a decirnos algo que a nosotros no se nos hubiera ocurrido en la vida.
Pero no crean
que todo han sido malas noticias, al contrario. El señor en cuestión también se
ha mostrado satisfecho porque la economía va viento en popa a toda vela y crea
mucho empleo. La pega, ya digo, es que es de tan mala calidad que en muchos casos ni para lo
comido por lo servido viene a dar a fin de mes. Claro que los empresarios españoles
jamás estarían de acuerdo con lo que este señor de la OCDE dice. Si usted le
pregunta a un empresario de postín por las montañas de contratos de menos de
una semana o, con suerte, de menos de un mes que se firman en este país, te
responderá que siempre es mejor eso que nada y que cuántos no darían un brazo o
una pierna por pillar uno de esos empleos de chichinabo que de manera tan
generosa oferta la boyante macroeconomía patria.
Si la misma
pregunta se la hace usted a Rajoy o a Báñez o a Guindos, la respuesta al canto
es que “lo importante es que la economía española está creciendo y creando empleo
como nunca anteriormente y eso es lo que realmente importa”. O sea, lo mismo
que los empresarios pero de manera menos cruda. Y de ese discurso manido no sacará usted ni a empresarios ni a gobierno aunque les ponga delante a la OCDE, al FMI, a
la Comisión Europea – otros dos que tal bailan – y a la Tuna de Derecho de
Santiago en pleno. Y eso que lo que ha venido a decir el señor este de la OCDE es
tan de perogrullo que yo en su lugar me hubiera
puesto colorado solo de decirlo ante los periodistas.
Lo curioso es
que a esa original conclusión no añadió – más allá del cansino recetario
habitual - recomendación novedosa alguna
al Gobieno español para que haga algo al respecto o a los empresarios para que
dejen de firmar contratos semanales como el que fríe churros. Claro que hubiera
dado exactamente lo mismo: conclusiones tan pedestres como esa las llevamos
oyende hace tiempo de otros organismos internacionales a los que el Gobierno y
la patronal siempre ponen por testigo de sus ataques a los derechos laborales pero
sólo y cuando los justifican.
Sin embargo,
cuando algunos de esos organismo como la OCDE se atreve a meter el dedo en la
llaga, aunque sea sólo la puntita, lo habitual es silbar, mirar al tendido y
hacer como que la cosa no va con uno. Eso sí, yo a los hachas estos de la OCDE, que
seguramente disfrutarán de empleo de calidad y bien remunerado y que puede que
hayan pasado noches sin dormir para llegar a la conclusión de que buena parte
del emleo que se crea en España es peor que pésimo, les concedía sin más preámbulo
el Nobel de Economía. ¡Qué menos!