Pasó la época
en la que las elecciones en la mayoría de los países apenas importaban fuera de
sus fronteras nacionales. Aparte del lógico interés que siempre han despertado
las urnas en Estados Unidos por su condición de primera potencia mundial, en la
inmensa mayoría del resto éste siempre ha sido un asunto de interés principalmente
doméstico y sin eco apreciable en medios
de comunicación de otros países. Sin embargo, en la actualidad, unos comicios
legislativos en un país pequeño y sin peso significativo en el concierto
internacional como los que tuvieron lugar hace poco en Holanda, adquieren una
dimensión de ámbito continental.
La dura y
larga crisis económica, tan pésimamente gestionada por la Unión Europea, además
del flagrante fracaso de la política migratoria y los atentados del terrorismo
yihadista, han abonado la aparición y el avance de fuerzas populistas y
xenófobas que se han extendido y crecido
con rapidez y han puesto contra las cuerdas un renqueante proyecto de
integración que muchos irresponsablemente consideraron consolidado. Sólo hay
que remitirse a lo ocurrido con el brexit y a sus motivaciones para comprobar
que lo que actualmente deciden en un referéndum o en unas elecciones los
ciudadanos de un país determinado puede tener consecuencias de todo tipo para los
ciudadanos de otros países además de para los que las adoptan.
"En la
actualidad, unos comicios legislativos en un país pequeño como Holanda adquieren
una dimensión de ámbito continental".
Si eso ha
pasado con el Reino Unido o con los Países Bajos, y volverá a pasar con las
elecciones alemanas de septiembre, mucha más razón hay para que la expectación política
europea vuelva a desbordarse ante la primera vuelta de las elecciones
presidenciales francesas del próximo domingo. Francia no es precisamente un socio
menor de una Unión Europea que vive una de sus peores crisis y, además, el país
también experimenta en su propio seno una profunda transformación política que
está afectando a los mismísmos cimientos de la V República. El presidente francés
no es un convidado político de piedra, sus opiniones y sus decisiones tienen
mucho peso fuero y dentro de Francia y ocupar los salones del Elíseo, la sede
de la presidencia, es el premio gordo al que aspiran todas las fuerzas políticas.
De hecho, once
son los aspirantes que se disputarán el domingo su pase a la segunda vuelta
aunque sólo dos lo podrán lograr. Cuatro son los candidatos mejor colocados
según las encuestas, aunque de éstas conviene fiarse sólo lo justo debido al
alto porcentaje de electores aún indecisos y a una probable baja participación
que podría no superar el 66%, algo nunca antes visto. De los
cuatro con más posibilidades, todas las miradas están centradas, por un lado, en
el emergente Enmanuel Macron y su partido En
Marcha, una suerte de Ciudadanos a la francesa; y cómo no, en la heredera
de la ultraderecha francesa, la lideresa del Frente Nacional Marine Le Pen, que
es quien preocupa de veras fuera de Francia por sus mensajes intensamente
xenófobos, racistas y nacionalistas y su compromiso de sacar a Francia de la UE.
A escasa distancia se sitúa el atribulado Fillon, candidato conservador metido
en líos judiciales, y el ultraizquierdista Mélenchon, encabezando el Parti de Gauche
que muestra bastantes similitudes con Podemos.
"¿A cuál de los dos candidatos apoyaría el resto de los partidos si los que pasan a la segunda vuelta son la ultraderechista Le Pen y el ultraizquierdista Mélenchon?"
Las del domingo son las elecciones presidenciales francesas en primera vuelta más abiertas de la historia de la V República y tendrán lugar, además, en medio de un histórico declive del Partido Socialista, inquilino actual del Elíseo con Francois Hollande además de pata histórica del bipartidismo francés también en horas bajas, que apenas cosecha un escuálido 10% en intención de voto. Se llega, además, a esta cita con las urnas después del nuevo atentado terrorista registrado el jueves que se suma a la larga lista de ataques perpetrados en Francia en los últimos meses y años. Sin duda, esos ataques, la inmigración y las consecuencias de la crisis económica serán factores determinantes en la elección que hagan los franceses en esta reñida primera vuelta electoral del domingo. La gran incógnita y el gran temor es qué ocurrirá el 7 de mayo, fecha de la segunda vuelta, si Le Pen y Mélenchon, los extremos opuestos del arco político francés, triunfan y se sitúan ambos a las puertas mismas del Elíseo. ¿A cuál de los dos apoyarían los partidos que no superen la prueba del domingo? Europa aguarda con la respiración contenida y el corazón en un puño.