A la vista de
la tormenta judicial que se abate desde ayer sobre el 13 de la calle Génova, se
me ha puesto el día preguntón. Más que nada porque pasan cosas muy graves pero
en realidad aquí nunca pasa nada. Vean si no: Mariano Rajoy se convierte en el
primer presidente en plenitud de funciones de un gobierno de la democracia en ser llamado a declarar
como testigo en un grave caso de corrupción que afecta a su partido y aquí no
pasa nada. Le imputan a Ignacio González, la mano derecha de la lideresa de la
derecha del país, Esperanza Aguirre, una ristra de presuntos delitos más larga
que un día sin pan, y aquí no pasa nada. Y no rebobino porque estaría
enumerando casos de corrupción hasta año nuevo, casos que después de conocidos
e incluso enjuiciados apenas han tenido otras consecuencias que las judiciales
y éstas tampoco muy duras.
"Pasan cosas muy graves pero en realidad aquí nunca pasa nada"
Lo que voy a decir a continuación no pretende exonerar a nadie de sus responsabilidades judiciales o políticas, sólo poner el foco en la primera parte de la ecuación en la que deberíamos fijarnos mucho más: los ciudadanos, que con nuestros votos seguimos renovando la confianza en quien la tendría que haber perdido para siempre si no fuéramos tan condescendientes y tolerantes con la peor lacra de una democracia. Y es en ese contexto en el que me entra la vena preguntona y me pregunto cuánta sinceridad hay en quienes responden en las encuestas que la corrupción les preocupa muchísimo.
"¿Por qué se nos pasa tan pronto una preocupación que debería ser permanente?"
¿Qué nos pasa?
¿Cómo es posible que seamos tan olvidadizos? ¿Por qué se nos pasa tan pronto
una preocupación que debería ser permanente hasta conseguir que los corruptos
rindan cuentas de sus actos ante la Justicia y ante los ciudadanos? Será la Justicia la que determine si Mariano
Rajoy es un santo varón desde el punto de vista judicial pero desde el punto de
vista político es cuando menos responsable de haber estado en Babia mientras
sus más estrechos colaboradores se llenaban los bolsillos. Si es tan corto como
para no haberse enterado de la trama que se urdió ante sus mismas barbas es que
nunca debió haber sido dirigente del PP y, por supuesto, mucho menos presidente
del Gobierno.
Ahora bien, lo
grave de verdad es que una mayoría de ciudadanos de este país confiara de nuevo
en alguien que ya no merecía confianza ciudadana alguna. Obviamente, lo que digo vale tanto para Rajoy
y el PP como para cualquier otro partido con corruptos en sus filas a los que
los ciudadanos siguen renovando la confianza por mucho que lo hagan con la
nariz tapada y mirando hacia otro lado. No veo cómo se puede mejorar la calidad
del sistema democrático mientras los ciudadanos de este país no asumamos que la
solución contra el latrocinio de lo público está en nuestras manos y que de
nosotros y de nadie más depende que de una vez empiece a pasar algo.
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