A pesar de su
notable habilidad para esfumarse cuando caen chuzos de punta, Mariano Rajoy no
ha podido evitar esta mañana a los periodistas. Armados de cámaras y micrófonos esperaban por él a las puertas de la patronal, mas no crean que les
interesaba lo que tuviera que decir sobre la economía y sus avatares. Conociendo a Rajoy y su ideario económico, noticias como esas son de
las que se escriben en la redacción y antes incluso de que se produzcan. No vale la pena el desplazamiento y el atasco
para volver a escuchar lo mismo de siempre.
Ahora bien, si
de lo que se trata es de recoger las primeras declaraciones urbi et orbi del
presidente a propósito de su nueva condición de testigo de la corrupción en su
partido, la cosa cambia sustancialmente. O al menos debería cambiar si no fuera
porque a Rajoy no le sacan los periodistas algo que él no quiera decir ni con
unas tenazas de barbero. Así que, en este caso, el viaje y los atascos de los
periodistas también han sido en vano. Todo lo que ha dicho el presidente es que “está
encantado” de ir a declarar en la Audiencia Nacional sobre la caja b del PP
que, por supuesto, jamás ha existido. Se me ocurre que si tanto le apetece la
experiencia judicial que se le avecina, también podría haber acudido
voluntariamente hace mucho a declarar ante un juez y aclarar lo que dice que
ahora está encantado de explicar.
“Todo lo que
ha dicho el presidente es que “está encantado” de ir a declarar en la Audiencia
Nacional sobre la caja b del PP”
Sobre todo, a
raíz de que empezó a ser evidente que, o no se enteraba de cómo financiaba el
PP sus campañas, aún siendo el responsable de las mismas, o se enteraba de todo
y hacía la vista gorda por la razón que fuera. Si ocurrió lo primero sería
tonto y estaría completamente inhabilitado para dirigir un partido y presidir
un Gobierno sin riesgo para el interés público. Si ocurrió lo segundo sería
cómplice ante la Justicia y tendría que sentarse no precisamente en el
banquillo de los testigos sino en el de los acusados. Y no hay más opciones por
mucho que se empeñe el partido en disparar tinta de calamar contra los jueces y
la acusación particular tildándola de partidista.
En este
contexto, el presidente dice asumir su nueva condición de flamante testigo de
la madre de las tramas de la corrupción que acosan al PP con “absoluta
normalidad” y hasta se lanza por los caminos de la pedagogía para decir que “hacer
caso de la ley es algo obligado para todos, también para los gobernantes”. Lástima que los periodistas no le preguntaran también
por el color del caballo blanco de Santiago porque se habrían llevado a sus
redacciones una buena ración de tópicos y lugares comunes a cual más vacuo e
insustancial.
“El presidente
dice asumir su nueva condición de flamante testigo de la madre de las tramas de
la corrupción que acosan al PP con absoluta normalidad”
Mientras Rajoy
dejaba estas lapidarias frases para la posteridad de la historia patria, la Guardia
Civil seguía registrando empresas en busca de presuntas comisiones en Suiza –
dónde sí no – al ex presidente madrileño Ignacio González, el penúltimo mártir
de la causa corrupta popular. Y todo ello en medio de las sospechas de que un
miembro del mismísimo Gobierno le había chivado a González que tenía el
teléfono pinchado y, por si aún fuera poco, las evidencias de que el nuevo jefe
de la Fiscalía Anticorrupción, Manuel Moix, intentó parar los registros
policiales.
Y ya, rizando
el rizo y casi al mismo tiempo que ocurría todo lo anterior, la lideresa
Aguirre declaraba también como testigo de la Gürtel en la Audiencia Nacional.
Allí dijo que de Francisco Correa nunca había
oído hablar y que del dinero para pagar los actos de su partido no tenía ni
idea. Pero su minuto de oro fue cuando, ante los periodistas, se compadeció de
Ignacio González y hasta se permitió soltar unas lagrimitas por el compañero de
fatigas caído en la batalla del trinque de lo público. En fin, para qué seguir
ante la evidencia manifiesta de que, además de otras muchas carencia, en este
país lo que hay es una inmensa falta de vergüenza política.
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