Para Ángel
María Villar ha sonado el pitido final de un partido que ha durado casi
treinta años. El todavía presidente de la Federación Española de Fútbol ha
agotado el tiempo de prórroga – el que va desde el inicio de las sospechas
sobre su gestión hasta su arresto hoy por la Guardia Civil – y ya sólo le queda
enfrentarse al lanzamiento de penaltis. A la vista de los cargos que pesan
sobre él será difícil que no encaje varios tantos: corrupción entre
particulares, falsedad, administración desleal, apropiación indebida y posible
alzamiento de bienes no son, en principio, disparos fáciles de detener.
Junto a Villar
han caído hoy también algunos eternos del fútbol de este país, caso de su
vicepresidente económico y máximo responsable de la federación tinerfeña, Juan Padrón. Para él también ha concluido el partido y la
prórroga después de décadas en las que más que de Federación de Fútbol habría
que hablar de la pareja Villar – Padrón. El
primero, jugador de poco mérito en el Athletic Club de Bilbao, fue lanzado a la
fama y la presidencia por José María García. En efecto, fue el Butanito quien, en su particular batalla contra Pablo, Pablito, Pablete –
Pablo Porta – consiguió hacer de Villar un digno sucesor del “abrazafarolas” con
el que García dormía todas las noches a este país.
“Durante años, hablar de la Federación de Fútbol ha sido hablar de Villar y de Padrón”
Si el abogado
barcelonés Pablo Porta arrastraba un oscuro pasado franquista, el gris ex
jugador bilbaíno y también abogado por Deusto, Ángel María Villar, ha dejado un
reguero de irregularidades y opacidades al que la Justicia le sigue la pista
desde hace casi una década. En principio y a expensas de lo que se pueda ir
conociendo, la investigación se centra en averiguar cómo se las
ha arreglado Villar para permanecer casi tres décadas al frente de la
Federación y cuánto dinero del organismo deportivo presuntamente desvío para su
propio beneficio y el de su hijo. Respecto a la primera de las líneas de
investigación, todo apunta a una maquinaria de compra de votos bien engrasada con
subvenciones y prebendas para aquellas federaciones territoriales que rendían vasallaje
al señor feudal cuando tocaba volver a elegir presidente.
De ahí que la operación
de la Guardia Civil que se inició esta mañana con la detención de Villar
continúe a esta hora con registros en las federaciones de fútbol de media
España. Mientras se aseguraba de este
modo la continuidad en el machito un mandato tras otro, Villar aprovechaba los
éxitos del fútbol español en las últimas décadas para organizar partidos
amistosos de la selección y otros eventos deportivos cuyos beneficios terminaban
en su cuenta o en la de su hijo Gorka. En paralelo hacia desaparecer cuantiosas
cantidades de dinero público para proyectos de cooperación deportiva en África
o América – véase el “caso Haití – que nunca llegaban a ejecutarse. Se calcula
en un millón de euros la cifra que puede haberse embolsado indebidamente
practicando el noble oficio de dirigir los destinos del deporte rey.
“Villar ha sido el señor feudal al que las federaciones territoriales han rendido vasallaje”
Mención aparte
merece su blindaje en puestos de responsabilidad en las organizaciones
futbolísticas internacionales como la UEFA o la FIFA, en donde compartió mesa y
mantel con personajes como Michel Platini, tan opaco al frente del fútbol
europeo como él al frente de fútbol español. Lo ocurrido
con Villar indigna más que sorprende. De hecho, su arresto y el de su guardia
de hierro con Padrón a la cabeza, era algo que se barajaba hacía tiempo a la
vista de las investigaciones sobre él. Pero indigna
porque este escándalo se une a los que protagonizan las
mediáticas estrellas de este deporte, investigadas por fraudes fiscales
millonarios y que deberían ser la vergüenza social del país. En el caso de la
Federación Española y la actuación de su presidente, se produce además el
agravante de que es la institución de la que dependen miles de chavales y
jóvenes aficionados al fútbol para practicar su deporte preferido.
Que el fútbol
profesional tiene ya muy poco de verdadero deporte y mucho de gran casino es
indudable: a estas alturas pocos se atreven a negarlo por más que se mantenga la
ficción de hacer pasar este gran circo mediático por una noble actividad
deportiva. Ahora bien, que la podredumbre haya echado también raíces en el organismo
encargado de fomentar la cultura y los valores deportivos es una muestra más de
que ni siquiera los sueños futbolísticos de miles de jugadores aficionados
están a salvo de la corrupción y de la sospecha.