Recurriendo a
sus propios medios y enfrentando la hostilidad del Gobierno de Maduro, la
oposición venezolana ha hecho este domingo una innegable demostración de fuerza
y movilización. Conseguir a pulso que unos siete millones de venezolanos
acudieran al referéndum simbólico sobre la Asamblea Nacional Constituyente con
la que Maduro pretende poner el poder legislativo a sus órdenes, es un éxito
incontestable. Aún no siendo vinculante el resultado y no contando tampoco con
el respaldo de las autoridades electorales del país controladas por el
chavismo, que casi el 100% de los participantes haya rechazado los planes de
Maduro es un serio aviso para un presidente que, al menos por esta vez y para
variar, tuvo incluso el buen gusto democrático de no insultar a sus
adversarios. La demostración de fuerza no sólo se ha circunscrito a Venezuela
sino a más de qunientas ciudades de un centenar de países en donde quienes lo
desearon pudieron expresar su rechazo al chavismo pero también su apoyo.
Lo ocurrido
ayer en Venezuela tiene ante todo un enorme valor político: que más de un
tercio de los ciudadanos con derecho a voto haya acudido a los centros de
votación aún sabiendo que será muy difícil que su opinión sea escuchada, pone
de manifiesto el nivel de hartazgo de una parte muy importante de la sociedad
venezolana. En circunstancias políticas, económicas y sociales mucho menos
dramáticas que las que vive el país desde hacer varios años, lo más probable es
que la participación hubiera sido insignificante y que la oposición hubiera
salido chasqueada del plebiscito.
“La oposición venezolana ha conseguido una indudable demostración de fuerza frente al chavismo”
Su reto ahora
es administrar ese hartazgo ciudadano para conseguir cambios pacíficos en
Venezuela y eso pasa en primer lugar por una verdadera unidad de las fuerzas de
la oposición que, a fecha de hoy, no es precisamente muy sólida. Su gran desafío
es desatascar una situación “trancada”, como dicen los venezolanos, con Maduro
enrocado en su decisión de llamar a las urnas el 30 de este mes para elegir a
los integrantes de la Asamblea Nacional Constituyente. Su plan es reescribir la
Constitución venezolana a la medida del chavismo y hacerlo por la vía de anular
el parlamento salido democráticamente de las urnas de finales de 2015, en el
que el régimen ya no goza de mayoría absoluta como ocurría hasta entonces.
Constituiría
toda una sorpresa que el presidente venezolano cediera en ese punto y
pospusiera o suspendiera unas elecciones constituyentes para las que sí ha
mostrado mucha más celeridad que para las regionales que debían haberse
celebrado ya y que aún no hay garantías de que se convoquen para finales de este
año. Sin embargo, parece evidente que la oposición por sí sola no será capaz de
desbloquear la polarización radical en la que se encuentra atascada la política
venezolana. En esa tarea tendrá que colaborar la comunidad internacional,
empezando por una Organización de Estados Americanos aquejada de una extraña
parálisis a pesar de la deriva de los acontecimientos en Venezuela.
“La oposición debería utilizar el resultado del referéndum como palanca para el diálogo”
El primer
objetivo debería ser el cese inmediato de toda violencia y el llamamiento por
parte de opositores y de Gobierno a la calma. Arengar a las masas sobre “la
defensa con las armas de lo que no se consiga con los votos”, como hizo Maduro hace
bien poco, no contribuye precisamente a detener el constante goteo de víctimas
mortales en manifestaciones y tiroteos. Mientras, en lugar de continuar “trancando”
las ciudades con manifestaciones que de forma casi invariable terminan en
enfrentamientos con la policía y con algún muerto más, - ayer murieron otras
dos personas - la oposición debería
replantearse si la estrategia de desalojar a Maduro del poder a toda costa está
dando los resultados apetecidos. Tres meses y medio después de que se iniciaran
las protestas contra el régimen, casi un centenar de personas ha muerto en
ellas y Maduro sigue en el mismo sitio y con planes para aferrarse aún más al
poder.
Sé que todo
esto es mucho más fácil decirlo o escribirlo que hacerlo. No obstante, desde fuera se tiene la sensación de que, ni
por una ni por otra parte, hay la más mínima voluntad en estos momentos de ni
tan siquiera explorar la posibilidad del diálogo y el acuerdo, bien sea de
manera directa o a través de la mediación internacional. Lo cierto es que no hay otra salida de la
crisis frente a una situación de atrincheramiento por ambas partes que no conduce
a nada bueno para los venezolanos. La lección de participación ciudadana que la
oposición le dio ayer a Maduro dentro y fuera de Venezuela debería ser el aval
democrático más valioso para ofrecer y exigir el diálogo político que tanto
necesita el país.