Tengo escrito en este blog que Montoro es un mago de las finanzas públicas, aunque hay quienes prefieren llamarlo tramposo. Solo hay que leer lo que ha dicho sobre el dinero público empleado en el referéndum independentistas y lo que dice ahora, pasando de "ni un euro" a "pudo haber falseamiento". En todo caso, al ministro de Hacienda solo hay que frotarle un poquito la calva, como a la lampara maravillosa, y enseguida brota petróleo de las piedras. Eso sí, tiene que interesarle políticamente a él o al presidente del Gobierno del que forma parte. Y para que le interese hay que darle argumentos de mucho peso, como por ejemplo, apoyar unos presupuestos del Estado que le permitan a él y a su jefe permanecer en el poder dos interminables años más. Atrapados entre la minoría parlamentaria, las protestas de los pensionistas, las cremas antiarrugas de Cifuentes y el ascenso de Ciudadanos, no están en el PP estos días para muchas fiestas y menos para la de la democracia en forma de elecciones anticipadas.
El PNV, que una vez más ha puesto el pragmatismo por delante del nacionalismo y se ha olvidado de que en Cataluña se sigue aplicando el 155, ha hecho presa en esa debilidad política de los populares. A cambio de evitarle a Rajoy el revolcón de unos presupuestos rechazados le ha obligado a subir todas las pensiones según el IPC, una medida que los pensionistas han venido reclamando en la calle sin mucho éxito hasta ahora. Rajoy no ha tenido más remedio que ceder después de semanas repitiendo el mantra de que no hay dinero para pagar esa subida, máxime con el déficit de la Seguridad Social. El PNV se apunta un importante tanto político ante sus electores - los pensionistas vascos son de los más reivindicativos de España - y obliga al Gobierno a desdecirse de su posición.
El acuerdo convierte incluso en pecata minuta el raquítico compromiso sobre subida de pensiones con Ciudadanos, que luego el Gobierno modificó al alza para aparecer ante la opinión pública como el rey de la generosidad. De paso, desbarata uno de los argumentos centrales de la oposición contra los presupuestos y hasta la consigna central de los sindicatos para las manifestaciones de mañana, 1º de Mayo. Pero ante todo, el compromiso con el PNV es, sin duda, un triunfo de las decenas de miles de pensionistas que han salido a la calle a reclamar una pensión digna y que hoy sólo tendrían un aumento del 0,25% si se hubieran quedado en casa viendo la tele. Durante este año y el próximo verán aumentada su pensión de acuerdo con el IPC, tiempo más que suficiente para que el Pacto de Toledo demuestre que no está muerto y alcance un acuerdo que garantice la sostenibilidad y la dignidad de las pensiones presentes y futuras. Otra cosa, y eso es lo preocupante a la vista de la experiencia, es que lo consiga.
Para el Gobierno es una evidente derrota, fruto de su debilidad y de su desviado esquema de prioridades sociales, en tanto ha tenido que saltarse su propia reforma de 2013 en la que se acabó con la práctica de subir las pensiones con el IPC. La duda que me queda es de qué partidas del Presupuesto quitará Montoro el dinero para pagar la subida acordada con el PNV, cuya cuantía y origen se desconocen. El inédito Escolano, nuevo y grisáceo ministro de economía, trabaja en un impuesto a las grandes tecnológicas que supuestamente financiaría las pensiones. Cuando lo vea lo creeré, que de anuncios rimbombantes guardados en un cajón o convertidos en su contrario está el Gobierno sobrado. Por eso, habrá que estar muy alerta para que con sus artes mágicas Montoro no escamotee con una mano lo que aparenta dar con la otra, que no es más que lo que en justicia corresponde a los pensionistas.