A un hombretón como Arias Cañete, al que no es capaz de detener ni un yogur caducado, menos lo iba a parar una señora como Elena Valenciano. Ocurre sin embargo que él es un caballero a la antigua usanza, considerado con las señoras, y hace todo lo que esté en sus manos para no dejarlas mal en público. Por eso se guarda su incuestionable superioridad intelectual para no avasallarlas y evitar así aparecer a ojos de los demás como un machista recalcitrante. Y así va estos días por esos pagos de España, pidiendo el voto con una mano y repartiendo superioridad intelectual con la otra. Ahora bien ¿machista él? ¡Qué va, en absoluto!
Lo demostró anoche, en el debate electoral con la intelectualmente inferior señora Valenciano, a la que le leyó la biblia en verso de la herencia socialista. Que hoy solo se hable en las redes sociales y en los medios del benevolente machismo de Arias Cañete con su oponente política es una muestra elocuente de la profundidad de ese debate televisivo que solo vieron los que no tuvieron más remedio o los demasiado perezosos como para usar el mando y cambiar de canal.
Ni a posta cabía esperar un debate en el que se debatiera menos de verdad: tenso, encorsetado, falto de empatía con los telespectadores, el cara a cara de anoche fue uno de los peores debates políticos que uno ha tenido la desgracia de ver en televisión. Con el candidato popular parapetado en sus papeles y gráficos sobre la herencia del malacabeza Zapatero y la socialista sacando a relucir una y otra vez los efectos de las recortes y reformas del malvado Rajoy, los poco avisados debieron de pensar que las elecciones que se celebran el 25 de mayo no son las del Parlamento Europeo sino las del Congreso de los Diputados.
Eso sí, ninguno de los dos se atrevió a tocar el ascua ardiendo de la corrupción, seguramente porque a los dos les quema casi por igual, ni hubo referencia a alguna a Cataluña, como si esa comunidad autónoma ya se hubiera independizado de España. Por desgracia, es lo que tienen los fraudulentos debates amañados entre los propios partidos políticos como este, que algunos de los asuntos que más preocupan a los ciudadanos se quedan de común acuerdo en el tintero para que los candidatos no se hagan demasiada sangre en el teatrillo de la refriega política.
Miren por donde, pero lo cierto es que en el debate previo celebrado en Bruselas entre los principales candidatos a presidir la Comisión Europea - un ejemplo de debate ágil y ameno en el que no quedaron palos importantes que tocar – sí se habló largo y tendido sobre Cataluña y Escocia y hasta sobre corrupción. España fue uno de los países más mencionados, aunque por desgracia, en pocas ocasiones para bien. Visto lo cual hasta podríamos parafrasear a Unamuno y decir aquello de ¡que debatan ellos! Parece evidente que asuntos como la corrupción política o el futuro de Cataluña son sólo tabú para los candidatos españoles que hacen como que esas cosas no van con ellos ni con las preocupaciones ciudadanas por más que estemos hablando de la Unión Europea.
Si lo que buscaban anoche Arias Cañete y Valenciano era movilizar a sus respectivas parroquias electorales ya pueden irse desengañando. Un debate tan plano e impostado puede que haya conseguido incluso lo contrario de lo que pretendía: desmovilizar a los electores que, cargados de buena voluntad, esperaban tal vez asistir a algo más que al enésimo capítulo del “y tú más” entre los dos principales candidatos. Al final sólo se han quedado con el machismo condescendiente y paternalista de Arias Cañete y la manifiestamente mejorable capacidad de convicción de Elena Valenciano.
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