Y no en Dinamarca, precisamente, sino ante nuestras propias y castigadas narices. Se multiplican cada día que pasa los albañales de corrupción, trinque y latrocinio y no escapa nadie. La detención temporal y el registro hoy del domicilio y las empresas de Oleguer Pujol, el hijo menor del ex molt honorable Jordi Pujol, no es más que una fuente más de pestilente perfume que se suma a tantas otras que están en la mente de todos: Gurtel, Bárcenas, ERES, Bankia, Blesa, tarjetas opacas, Palau de la Música, Campeón y tantas y tantas otras de sonoros nombres pero del mismo repugnante olor. A alguien le escuché decir hoy en una tertulia radiofónica que los ciudadanos de este país debemos agradecer que estos casos salgan a la luz porque eso demuestra que la policía y la Justicia actúan. Puede ser, pero me pregunto hasta cuándo serán capaces de aguantar sin reventar nuestras pituitarias si continúan saliendo a la luz más y más casos de corrupción o derivadas de los que ya conocemos.

De Miguel Blesa nadie habla en el PP, como si no hubiera sido José María Aznar – otro que calla cuando debería hablar y habla cuando nadie se lo pide – el que lo encumbró a los altares de Caja Madrid después de haber compartido pupitre. En medio de la tormenta de las tarjetas aparece imputado todo un ex secretario general del PP y ex ministro de Interior y Justicia como Ángel Acebes por los papeles de Bárcenas. De nuevo se repite la milonga de la necesidad de escuchar al presunto delincuente para no vulnerar sus derechos como militante y evitar que vaya a los tribunales. ¿Y qué si va a los tribunales y gana? ¿No le asiste al partido el derecho a prescindir de militantes corruptos?
Eso es lo que piensa cualquier ciudadano normal, corriente y moliente de este país pero no las cúpulas de los partidos políticos que hacen lo indecible y hasta lo ridículo – ahí tienen a Rajoy evitando pronunciar el nombre de Rato tal y como ha hecho con Bárcenas – para echar tierra sobre el mal olor y continuar adelante como si no hubiera pasado nada. Pero ha pasado, está pasando y puede pasar mucho más. Si las grandes formaciones políticas españolas siguen aplazando sine die una verdadera limpieza a fondo de sus propias cloacas y buscando atajos y excusas para no ser ejemplares con quienes infringen las más mínimas normas de ética política, el hedor podrá con todos. Y hablando de poder, Podemos ni siquiera tendrá que molestarse en pensar en un programa electoral: se lo están elaborando todos los días los partidos que siguen mirando al tendido mientras el tufo nos invade por los cuatro costados.
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