Había que hacer una llamada a mantener prietas las filas ahora que llega tiempo de urnas y lanzar la primera promesa electoral y eso hizo a pedir de boca este fin de semana la Convención Nacional del PP. Las sonoras ausencias de Aznar y Mayor Oreja se conjuraron a la voz de “el PP o nada” y hasta Esperanza Aguirre incordió esta vez mucho menos de lo que es habitual en ella. De hecho sólo se permitió contradecir al ministro del Interior al asegurar que “ETA no está derrotada”. Así, con la muchachada reunida en torno al proyecto ilusionador de “rescatar” a los ciudadanos después de haber evitado el “rescate” del país, pudo Mariano Rajoy anunciarnos la buena nueva: a partir de 2015 habrá “sucesivas bajadas de impuestos”.
Cuáles, cómo y cuánto queda pendiente de lo que diga Montoro quien, por supuesto, ha desligado tanta generosidad fiscal de las elecciones europeas, autonómicas y generales que tenemos por delante. Nada que ver, “lo hacemos porque ahora hay signos de recuperación económica”, ha venido a decir el amo de la caja pública después de sucesivas subidas fiscales que incumplían el programa electoral y cuya prometida rebaja siempre queda para el año siguiente hasta que, ¡oh casualidad!, llega uno en el que toca votar .
El teatrillo pues estaba listo para que Rajoy tocara a rebato y diera por iniciada la infinita campaña electoral de dos años que nos espera a partir de ahora. En una de esas frases pensadas para copar titulares, Rajoy se abalanzó sobre Pérez Rubalcaba al grito “o te callas o reconoces el mérito de la gente”. No le quedó muy bonito ni democrático, la verdad, mandar a callar al líder del principal partido de la oposición por no reconocer los supuestos “logros del Gobierno del PP” para hacer frente a la crisis.
Es sabido que a Rajoy no le gusta que le digan que su política ha sido muy eficaz para salvar a los bancos antes que a las personas y darles a los empresarios lo que pedían, aunque eso haya resultado nefasto para el empleo, el consumo y la cohesión social del país. Respecto al primero, ignora deliberadamente el presidente que desde su llegada a la Moncloa el paro ha aumentado en más de un millón de personas y que el poco empleo que se crea es cada vez de peor calidad; en paralelo, los salarios se han encogido un 10%, lo que unido al miedo a la pérdida del puesto de trabajo tiene al consumo tiritando de frío y a los bancos rescatados pero guardando el dinero del crédito bajo siete llaves.
Las escandalosas y alarmantes cifras de pobreza y exclusión social que atesora este país y que lo convierten en el segundo más desigual de toda la Unión Europea son, por último, el corolario del desempleo y los recortes inmisericordes en políticas sociales, sanidad y educación. Claro que de nada de esto habló Rajoy en su discurso de clausura de la Convención, tal vez porque la economía real de la calle, los sufrimientos de la gente sin empleo, sin vivienda o sin prestaciones de ningún tipo son cosas que le deben de parecer prosaicas y banales. Prefiere fiarse de las previsiones macroeconómicas aunque cuidándose siempre de escoger aquellos datos que validen su discurso injustificadamente optimista e ignorando los que cuestionan los efectos económicos y sociales de sus políticas.
No es que Rubalcaba no merezca el reproche político por su cuota de responsabilidad por acción y omisión durante y después de su paso por el Gobierno. Pero no es iniciando una nueva y agotadora serie de frases grandilocuentes sin ningún contenido real como van a conseguir el PP o el PSOE rebajar los altos índices de desconfianza que genera la política oficial con todas sus excrecencias de corrupción, asunto éste del que, por cierto, no se dijo una sola palabra en la convención popular.
Mucho menos es la manera de “rescatarnos”, signifique esa tontería lo que signifique, ahora que los bancos ya están a salvo gracias a nuestro dinero. Preparémonos por tanto para dos terribles años de promesas electorales que se olvidarán en cuanto cierren las urnas y frases supuestamente ingeniosas con el fin de copar espacio en los medios de comunicación con la esperanza de captar votos. Comienza el espectáculo.