"Lo que inquieta al hombre no son las cosas, sino las opiniones acerca de las cosas". (Epicteto)
Músicas para una vida - Wild world
Ya soy banquero
El sueño de una vida, mi
verdadera vocación, hecho realidad de la noche a la mañana y por sorpresa: ¡ya
soy banquero! Pequeño, insignificante, invisible, sin puro ni levita ni
sombrero de copa, pero banquero. Para que luego digan que este Gobierno no
piensa en el interés general, que improvisa y que sólo nos da disgustos viernes
tras viernes y semana tras semana.
Bien es verdad que el banco
del que me ha convertido en accionista el Gobierno – Bankia - no parece andar
muy boyante y sus cuentas presentan más agujeros que un colador. Pero
patriotismo obliga y sin con mi dinero contribuyo a salvarlo de desmoronarse
como un montón de ladrillos mal colocados y evitar así que se venga abajo el
otrora vigoroso y saneado sistema bancario español, me doy por satisfecho.
Por el bien del país tampoco
aspiro a cobrar dividendos ni a recuperar al menos la inversión realizada
cuando los negocios empiecen a ir bien y el banco ahora salvado se quede con
ella. Todo lo doy por bien empleado si sirve para sanear la banca y hacerla más
competitiva para que vuelva a vendernos duros a cuatro pesetas que – para qué
engañarnos - es el verdadero negocio de los banqueros y no es plan de pedirles
que se conviertan en una ONG.
Por eso, no pienso agarrarme
un berrinche porque el bueno de Rajoy no nos avisase con tiempo de que iba a
convertir en banqueros a todos los españoles para poder estar convenientemente
preparados en una ocasión tan señalada.
Ya se sabe que Rajoy es hombre de pocas
palabras y poco claras y no es fácil determinar si va o si viene, si sube o si
baja, si explica o despista. En realidad – para qué engañarnos – nunca se sabe
si él sabe lo que está haciendo y lo que quiere hacer.
Y menos hay que cargar
contra Rodrigo Rato, el hombre que llegó del FMI a tocar la campanita de la
salida a bolsa de mi nuevo banco y menos de dos años después ha tenido que
hacer el petate con más deshonor que honor. Si se prestó al juego político de
la "lidereza" Aguirre en Caja Madrid y a la cohabitación bancaria con
un correligionario valenciano llamado José Luis Olivas, que dirigía Bancaja,
otro queso de Gruyere inmobiliario, tampoco es para ponerlo de chupa de dómine.
Al contrario, merece alabanzas, homenajes y hasta una calle y una plaza en cada
rincón de España por contribuir a hacernos a todos banqueros como Franco nos
animó a hacernos accionistas de Telefónica comprando matildes.
Hacen mal también los que
ponen en la picota al gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández
Ordóñez, MAFO para los connoisseurs, por estar en Belén con los pastores mientras
mi nuevo banco hacia la cuenta de la vieja. No obstante, tal vez le
vendría bien, ahora que le queda medio telediario, salir y decir algo sobre el
hecho de que haya sido una auditoría privada en lugar del Banco de España – me
pregunto para qué rayos sirve el Banco de España si no es capaz de ver un
agujero como ese - la que, tras pasar la
raya y hacer la suma, se tapó la nariz y dijo que no firmaba aquello.
Y lo siento por los pequeños
accionistas que han visto como los ahorrillos que habían invertido en acciones
en las que se miraban se les iban por el sumidero en menos de tres días porque
un ente llamado Comisión Nacional del Mercado de Valores no suspendió las
cotizaciones de mi nuevo banco cuando arreciaba la tormenta de rumores y
especulaciones sin que nadie diera la cara para atajarlos. Deben tener entereza y
resignación y confiar en que a partir de ahora las cosas empezarán a ir mejor,
que no tengan la más mínima duda: lo dice el Gobierno. Por mi parte no me
quejo, al contrario: gracias a todas estas improvisaciones, conchabos políticos
e incompetencias, ya soy banquero.
Justicia caribeña
Al juez Garzón lo pusieron de patitas en la calle sus colegas del Tribunal Supremo por atreverse a pegar la oreja en las conversaciones entre los cabecillas de la trama Gürtel y sus abogados, no fuera a oír cosas inconvenientes. Por si fallaba la estrategia también lo empitonaron por investigar los crímenes del franquismo y por unos cursos en Nueva York con patrocinio de un banco. Un juez incómodo menos.
Al juez Carlos Dívar, presidente del Consejo del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, le acaba de sacar los colores un vocal del Consejo que ha tenido la osadía de ir a la Fiscalía con las facturas de unos gastos que el tal Dívar realizó con cargo a las arcas públicas durante algunos fines de semana caribeños de lujo y mantel en Marbella – remanso y oasis de transparencia política, como todos sabemos.
Él dice que el gasto es una "minucia" y tiene razón: ¿qué son unos 6.000 euros de nada para el erario público en un país en donde atamos los perros con longanizas, apenas hay paro, todos somos banqueros y la justicia, la sanidad y la educación siguen siendo completamente gratuitas y universales?
Lo que hoy son ganas de molestar y desestabilizar las instituciones de este país cuando, además, esas cosas se pueden resolver de puertas adentro sin que se enteren ni la fiscalía ni los cotillas y entremetidos periodistas.
¿Es que acaso no tienen derecho tan altos magistrados a disfrutar cómo les plazca de esos largos fines de semana que van de jueves a martes y que en la jerga judicial se conocen como "caribeños"? ¿No es bueno para su salud y la equidad de sus decisiones que trabajen poco, descansen en hoteles de lujo y coman en restaurantes de diseño?
¿No es un bien para el país que, en el tiempo que les quede libre, si pueden y no les causa mucho quebranto, visiten algún juzgado, se interesen por los problemas judiciales de la zona o se tomen unas cervezas con algunos colegas de promoción o carrera para estrechar lazos de amistad y compartir experiencias? Ya lo dijo Groucho Marx: "¿Pagar la cuenta? Qué costumbre tan absurda."
La "bankia" siempre gana
Otra vez se nos coloca a los
españoles ante el dilema imposible de dejar caer una entidad bancaria o
rascarnos el bolsillo para evitarlo. Hablo de Bankia, ese gigante
que Rodrigo Rato presentó en bolsa casi el otro día mismo haciendo sonar la
campanita famosa pero que ahora abandona con un buen pico de indemnización a
pesar de haber quedado patente su incapacidad para sacarlo a flote.
Porque, a la postre, Bankia
se ha revelado como un gigante con los pies hundidos en el hormigón de la
burbuja inmobiliaria por la mala cabeza de los que dirigieron y aún dirigen las
entidades que lo integran. Otros muchos hicieron lo mismo, también es cierto.
Los analistas más sesudos
coinciden en que no habrá más remedio que acudir en su ayuda con fondos
públicos porque dejarlo caer sería aún mucho peor para los ahorradores que
tienen en Bankia su dinero y para el conjunto del sistema financiero que se
vería inevitablemente afectado. Por cierto que, al Gobierno, no parecen
preocuparle mucho los ciudadanos que tienen su dinero en Bankia ya que nadie,
salvo alguna declaración al vuelo en algún pasillo perdido, ha tenido la
valentía de dar la cara y enviar un mensaje de tranquilidad.
Lo que ha hecho en cambio es
algo a lo que ya nos tiene acostumbrados: decir que no va a hacer lo que todos
sabemos que terminará haciendo, esto es, meter dinero público en Bankia tal y
como le recomendó no hace mucho el Fondo Monetario Internacional, coartada
perfecta para tomar la decisión por si no bastara con los feos números que
presenta la entidad.
Así que toca pagar de nuevo
y lo vamos a hacer los de siempre, los que nada tenemos que ver con la orgía inmobiliaria
a la que se entregaron los banqueros cuando las cosas iban bien y los políticos
y supervisores – léase Banco de España – miraban para otro lado y en algunos
casos – no pocos – ponían la mano.
Y una vez más se nos vende
también la especie de que es necesario sanear de ladrillos a las entidades
financieras para que vuelva a fluir el crédito a las empresas y a los
particulares. Esa canción suena ya a disco rayado: la reforma del sistema
financiero se ha ido abordando con parches pagados en muchos casos con dinero
de los contribuyentes y se ha ido dejando para el último momento para no
incomodar a la banca.
Primero había que subir los
impuestos, cargarse el modelo de relaciones laborales de este país y meterle un
buen hachazo a la sanidad, la educación y las políticas sociales. Mientras, los
bancos han podido continuar haciendo negocio con el maná que ha repartido el
Banco Central Europeo y esperando a que la situación fuera tan comprometida para
sus balances que el Gobierno no tuviera otra alternativa que darles bicarbonato
en forma de dinero público para acelerar la larga y pesada digestión del
ladrillo.
Ahora se anuncia que se van
a incrementar las exigencias de provisión de fondos incluso para los activos no
tóxicos, exigencias que tendrán que cumplirse en un tiempo récord. Lo que
probablemente hará que algunos entren en pérdidas, que caiga la confianza de
los inversores en ellos, que cada vez les sea más difícil acceder al crédito y
que las empresas y los particulares sigan sin ver un euro.
Pero no hay de que
preocuparse: aquí estamos los curritos para echarles una mano cuantas veces
haga falta. Dónde si no tiene su origen la sabia frase de que la bankia siempre gana.
Hollande y el triunfo de la política
La victoria del socialista
Hollande en la segunda vuelta de las presidenciales francesas ha generado una
ola de entusiasmo legítima y hasta saludable. Sus promesas de no fiar la salida
de la crisis sólo al sadismo fiscal con el que el neoliberalismo quiere hacer
pagar a las víctimas de la crisis los desmanes de los bancos y los mercados
financieros, son un rayo de esperanza en un horizonte lleno de miedos e
incertidumbres.
Salvando las distancias y
las circunstancias, las expectativas generadas por la victoria socialista en
Francia recuerda no poco a las que se activaron con la victoria de Obama hace
cuatro años en Estados Unidos. Cuatro años después, el balance de la gestión
del político más poderoso del mundo deja mucho que desear.
Como Obama, el nuevo presidente francés se enfrenta a no pocas resistencias para hacer posible su promesa de que otra forma de afrontar la crisis es no sólo posible sino imprescindible. Empezando por los poderosos mercados financieros, que ya empiezan a mostrar signos de que no les gusta el posible viraje en la política económica que ha venido marcando con mano dura e inquebrantable la canciller alemana Angela Merkel con el inestimable apoyo ciego del perdedor Sarkozy o los populares españoles quienes, pese a las voces crecientes que exigen un cambio de rumbo, insisten en el mantra de los ajustes y sólo con la boca pequeña hablan de "crecimiento".
Continuando por las
elecciones legislativas francesas previstas para dentro de un mes en las que
los socialistas necesitan hacerse con la mayoría para poder aplicar las medidas
anunciadas en la campaña presidencial. Estos y otros factores deben ser
cuidadosamente analizados para no caer en un optimismo exacerbado que termine
en una nueva decepción y en un arma más del neoliberalismo para justificar sus políticas
de acoso y derribo del estado del bienestar.
Que sea enhorabuena la
victoria de Hollande pero, sobre todo, que sirva de verdad para que los
ciudadanos de a pie volvamos a creer en el papel preponderante que debe
desempeñar la política en una auténtica sociedad democrática.
Músicas para una vida - El extranjero
Dedicación especial al "grand" Sarkozy en un día tan señalado. Atentos a la letra....
Músicas para una vida - "Oda a la alegría"
¿Cuántos no llegamos a la Novena de Beethoven y su "Oda a la alegría" a través de Miguel Ríos?
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Músicas para una vida - "Las ciudades"
Algo ecléctica va saliendo la selección pero es imposible resistirse al "rey". José Alfredo Jiménez, un simple camarero, que se convirtió en ídolo de masas dentro y fuera de México gracias a su capacidad innata para contar y cantar historias sencillas y cercanas al corazón del común.
El cinismo del FMI
Cinismo y desvergüenza. No
hay otros términos para calificar la recomendación del Fondo
Monetario Internacional al Gobierno de España para que inyecte más dinero
público en la atragantada de ladrillo banca española. Hay que ser muy caraduras y
muy insensibles ante la situación del país y ante los brutales recortes del
Gobierno del PP para hacer una propuesta de ese tipo.
Aunque tal vez no debería
sorprendernos demasiado: El FMI es el fiel guardián de los intereses del capitalismo
y sus mercados y, quien quiera saber más de las desastrosas consecuencias que
han tenido sus recomendaciones a lo largo de la historia, tiene a su
disposición un buen arsenal bibliográfico. Sin ir más lejos, el último y
magnífico libro de Josep Fontana "Por
el bien del imperio" (Ed. Pasado y Presente).
El FMI es el organismo que
permaneció ciego cuando el castillo de naipes del sistema financiero se vino
abajo conduciéndonos a la situación actual después de años de desregulación
bancaria que, por supuesto, aplaudió sin reservas.
El ministro Luis de Guindos
ya ha dicho que tendrán que ser los bancos los que se las arreglen solitos para
digerir su atracón de ladrillo y lo ha dicho con la misma contundencia con la
que Mariano Rajoy anunció que no subiría los impuestos, no abarataría el
despido y no implantaría el copago, y ya ven cómo estamos.
Con esa "recomendación"
del FMI tiene el Gobierno una buena excusa para echarle una nueva manita a los
sufridos banqueros de este país que, llegado el caso, ya sabrá justificar por
la vía de que eso "abrirá el grifo del crédito" y "fortalecerá
nuestro sistema financiero", monsergas para ingenuos ya imposibles de
creer, como casi todo lo que dice este Gobierno mientras hace justo lo
contrario.
Del estado del bienestar a la ley de la selva
Del muy imperfecto estado
del bienestar del que hemos disfrutado después de muchos esfuerzos en España
estamos pasando a marchas forzadas a la ley de la selva en donde prevalecen los
más fuertes, léase los más ricos.
Amparado en su mayoría
absoluta y en su completa falta de sensibilidad, el Gobierno ha cargado sobre
los hombros de los empobrecidos pensionistas de este país el pago de los
medicamentos y hasta de las prótesis y el transporte sanitario que necesitan,
por ejemplo, para acudir a rehabilitación o a recibir quimioterapia.
No contento con tamaña
injusticia, que extiende al resto de la población que tenga la desgracia de
ponerse enferma, el Ministerio de Sanidad excluye también de la asistencia
sanitaria pública a los inmigrantes irregulares sin detenerse a pensar en los
riesgos que representa la medida para la salud pública general y, por supuesto,
sin un ápice de piedad para aquellos ciudadanos de otros países
extracomunitarios que se han quedado sin trabajo debido a la crisis.
Nada importa, no hay valores
ni principios humanitarios ni de equidad social en una derecha ultraliberal que
sólo ve en el estado del bienestar un despilfarro de dinero público y no una
manera – la única posible - de redistribución
de la riqueza.
Vamos a ritmo imparable
hacia esa ley de la jungla en la que los más débiles, los más pobres, los
enfermos y los inmigrantes tienen todas las de perder. Sólo importa
tranquilizar a los mercados – los reyes de esta selva -, echar números para
ahorrar y hablar del déficit y del peligro de ser intervenidos, como si no lo
estuviésemos ya de hecho.
Las personas ya no importamos, nuestros proyectos
vitales estorban a la hora de hacer la resta y nuestra opinión como ciudadanos
importa aún menos. Sálvese quien pueda.
Músicas para una vida - "Ob-la-di, Ob-la-da"
Una de las primeras canciones que recuerdo de The Beatles...
Las dos cartas de Rajoy
Cuentan que, cuando el viejo
líder soviético Nikita Krushev (el del zapatazo en la ONU) abandonó la
dirección del Partido Comunista, escribió y lacró dos cartas dirigidas a su
sucesor Leonidas Brezhnev. Al cederle el poder, le aconsejó que abriese la
primera carta en cuanto se le presentase un problema de difícil solución y la
segunda cuando se volviera a encontrar en la misma situación.
El primero de los
grandes problemas no tardó en llegar, así que Brezhnev abrió la primera de las
cartas:
- Hágame a mi responsable de todo – decía.
Brezhnev se zafó de sus
propias responsabilidades por la vía de culpar de todos sus problemas a
Krushev. Pero, pasado el tiempo, los problemas seguían ahí y Brezhnev abrió
entonces la segunda carta:
-
Siéntese y escriba otras dos cartas – ponía ésta.
No sé si Zapatero escribió o
no dos cartas dirigidas a Rajoy antes de dejar La Moncloa, aunque supongamos
por un momento que lo hiciera. Rajoy está justificando todas las duras e
injustas medidas de su Gobierno por la "herencia recibida" y, con la
excusa de que los socialistas dejaron un déficit público del 8,5% que hay que
bajar "cueste lo que cueste", está laminando a marchas forzadas los
cimientos del estado del bienestar: educación, sanidad y políticas sociales.
Y amenaza además con seguir
por la misma senda, al menos, hasta el verano si es que para entonces queda
algo que recortar, ajustar o eliminar directamente. Ya no se corta incluso para
pedirnos "unos pocos euros" porque no hay dinero para pagar los servicios
básicos, aunque sí lo hace y mucho para atacar con valentía el fraude fiscal
(en su lugar aplica una benevolente amnistía), gravar las rentas más altas o
las transacciones financieras.
Todo por culpa de la
herencia de los socialistas y todo en aras de la confianza de los benditos
mercados que siguen a lo suyo – especulando - como quien oye llover. Sin
embargo, el argumento de la herencia recibida no durará eternamente y no
tardará en llegar el momento en el que esa excusa se agotará y Rajoy tendrá que
asumir sus decisiones y las consecuencias dramáticas que ya están acarreándole
al país. ¿Abrirá entonces la segunda carta?
Alivio para los elefantes
Vale. El Rey se ha
disculpado, y con cara de no haber roto nunca un plato, ha dicho ante las
cámaras de televisión que "lo siente mucho" y que "no volverá a
ocurrir". Todo el país ha dado por
sentado que se refería a la cacería de elefantes en Botsuana mientras en casa volvía a rondar la negra sombra del rescate económico y el Gobierno se
ensañaba en su empeño de conducirnos a todos por la senda de la
"recuperación y el crecimiento". Puede que hasta los elefantes de
Botsuana hayan respirado aliviados al conocer las disculpas del Rey.
Pero ¿es suficiente? ¿hay
que pasar página, considerar lo ocurrido como un error aislado, olvidar el
pasado y volver al amor? Creo que no. Aunque la Casa Real anuncie ahora, a
elefante pasado, que se estudiará con cuidado la agenda real, pública y privada,
para no dar lugar a habladurías, es necesario hacer mucho más.
Empezando por definir con
claridad y regular legalmente las funciones y obligaciones de la monarquía y de
los miembros de la familia real, así como sus relaciones con el Gobierno. Tal
vez si esto se hubiese hecho hace tiempo, si se le hubiesen marcado límites al
Rey y a los miembros de su casa, si se le hubiesen trazado líneas rojas que en
ningún caso debían traspasar, el Rey no habría tenido necesidad de adoptar ese gesto de niño pillado en un renuncio.
Y no estaríamos hablando hoy
de sus medievales cacerías de elefantes indefensos o de osos borrachos, de
los negocios turbios de sus parientes más allegados, de su propia presunta
relación con ellos, de sus líos de faldas aireados en los últimos días pero
conocidos sotto voce desde hace años o de la "soledad de la Reina". No están las cosas para perder el tiempo en estos asuntos aunque algo ha tenido de bueno todo lo ocurrido: por primera vez se ha hablado en España sin tapujos sabre la Casa Real y sus miembros.
Que en su vida privada el
monarca y sus familiares pueden hacer de su manto un sayo como cualquier hijo
de vecino nadie lo cuestiona. Sin embargo, el Rey y sus familiares no son cualquier
hijo de vecino: viven de los presupuestos y asumen una responsabilidad pública
de la que deben ser plenamente conscientes en todo momento, máxime en
situaciones tan difíciles como las actuales.
El Rey ha demostrado en
muchas ocasiones que lo es aunque en otras, como la última, la que asegura que
no se volverá a repetir, no lo ha sido. La gran duda es si los políticos, tan
poco proclives a pedir disculpas por sus diarias meteduras de pata aunque a veces - no siempre -
paguen sus errores en las urnas, algo por lo que el Rey no tiene que pasar, son
capaces de una vez de enderezar el espinazo cuando se habla de la Casa Real.
La Guerra de la Vaca Muerta
Miren que ha habido guerras
con nombres llamativos: "Guerra del cerdo", "Guerra de la oreja
de Jenkins", "Guerra de las naranjas", "Guerra de la silla
de oro", "Guerra de los 30 años", etc.
Sin embargo, la que están
librando estos días argentinos y españoles es inédita y podríamos llamarla
"la Guerra de la Vaca Muerta". Ese es el nombre que recibe una zona
de la provincia argentina de Neuquen fronteriza con Chile. En ella, la
petrolera YPF, filial de la española REPSOL, detectó en noviembre pasado un
importante yacimiento de crudo "no convencional" capaz de
autoabastecer de petróleo a Argentina durante mucho tiempo.
No parece casualidad que,
coincidiendo con el descubrimiento de esa importante bolsa de petróleo, el
Gobierno de Argentina empezara a hostigar a la petrolera, que poco después los
gobernadores de varias provincias le retiraran la licencia para operar bajo el
argumento de que no cumplía los compromisos establecidos en materia de
inversión y extracción y que, finalmente, la presidenta Cristina Fernández la
expropiara sin tan siquiera derramar una lágrima, como suele ser frecuente en
ella en momentos delicados. Y ya tenemos la Guerra de la Vaca Muerta armada.
Populismo petrolero
No seré yo quien defienda
los intereses de REPSOL, una empresa lo suficientemente fuerte como para
defenderse solita y que además cuenta con el inquebrantable apoyo público del
Gobierno de España y, en especial, de su ministro de Industria, Energía y
Turismo, José Manuel Soria. Ni siquiera es REPSOL una compañía netamente
española, como se afirma alegremente. Basta echar un vistazo a la composición
de su accionariado para comprobarlo.
Con todo, tampoco es
defendible, se mire por donde se mire, la decisión del Gobierno de Argentina:
imponer por las bravas el control público sobre un recurso estratégico de la
importancia del petróleo, después de vender esos mismos recursos en 1999,
cuando las cosas iban mal, al mejor postor, no parece muy coherente ni encaja
con el Derecho Internacional y la seguridad jurídica de las inversiones.
Nada
digamos de echar a los directivos de YPF de la sede de la compañía, al más puro
estilo bananero, cuando la ley de expropiación ni siquiera había llegado al
Congreso. Responde más bien a otras razones: necesidad de buscar un enemigo
exterior cuando hay problemas internos y, sobre todo, cuando se huele negocio y
reparto de beneficios.
España amenaza, pero ¿puede
dar?
¿Y qué decir de la postura
del gobierno español? Más de una semana lleva el ministro Soria – el mismo que
deba la cuestión por "encauzada" un día antes de la expropiación - y
su colega Margallo amenazando con "medidas contundente" ante una
acción "hostil" que tendrá "consecuencias".
Más prudente se ha mostrado
el presidente Rajoy, que se ha limitado a calificar la decisión argentina de
"muy negativa para todos", pensando, sin duda, en los intereses de
otras muchas empresas españolas radicadas en aquel país y hasta en Venezuela,
en donde Hugo Chavez ha salido en defensa de Cristina Fernández y al que ya se
le ha pasado también por la cabeza quedarse con las empresas españolas
presentes en su país.
Por lo demás, España no ha
conseguido cosechar muchos apoyos más allá del presidente de México y el de
Guatemala. Estados Unidos, con claros intereses en Argentina, se pone de perfil
y la Unión Europea – pobrecita -, sin instrumentos legales para defender a un
miembro de un atropello como éste, lanza mensajes de admonición y suspende
reuniones de segundo nivel.
No sé cómo acabará esta
guerra de la Vaca Muerta aunque probablemente pasen años antes de ver su final.
Seguramente habrá denuncias en instancias internacionales cuyas decisiones
Argentina desoirá si no le son favorables, como ya ha hecho en ocasiones
anteriores; habrá seguramente represalias comerciales españolas y habrá mucha
agitación nacionalista en una y otra orilla del Atlántico para el respectivo
consumo interno. Lo que es seguro es que la guerra no se resolverá por la vía
de las amenazas mutuas sino por la de la diplomacia más callada que de
aspavientos.
Negro y en barril....
Un cuento real
Érase una vez un país otrora
grande pero venido a mediano tirando a chico. Tenía un rey puesto en el trono por un general
bajito y con muy mala leche. Con el fin de evitar males mayores, los súbditos
aceptaron el apaño y tiraron para adelante; incluso aprobaron una constitución
que consagraba que el rey en cuestión era el jefe del estado aunque nadie lo había elegido.
Fue pasando el tiempo y aquel
rey hizo algunos importantes servicios a sus súbditos en momentos muy
delicados. "Es todo un demócrata", decía el país casi al unísono. Pero
el monarca tenía algunas debilidades - ¿y quién no? – y cada vez que podía se
escapaba del país sin decírselo a nadie para practicar uno de sus pasatiempos
favoritos: la caza, a ser posible de bichos descomunales como osos o elefantes.
Pero como las cosas iban
razonablemente bien, los súbditos no le daban mayor importancia a aquellas
aficiones y hasta consideraban que era lógico que todo un rey se solazara como
tuviera por conveniente en su tiempo libre para descansar del peso de la púrpura.
Incluso estaba mal visto criticar al rey y apenas se hablaba de aquellas
escapadas y, si se hacía, era más bien con la boca pequeña y durante poco
tiempo.
Por circunstancias diversas
al país de marras empezaron a irle mal las cosas: la gente no tenía trabajo y
los que lo tenían, temían perderlo. El rey les pedía sacrificios y esfuerzos y les engordaba el ego y el orgullo diciéndoles que el país era fuerte y que sus súbditos habían
demostrado muchas veces que eran capaces de vencer todas las dificultades que
se les presentaran en el camino.
Sin embargo, al mismo tiempo
que les pedía más esfuerzos y sacrificios, él no se privaba de su hobby y se
tomaba frecuentes vacaciones que seguía sin comunicar a nadie y que se pagaba
con el dinero de aquellos súbditos cada día más angustiados por los problemas
de la economía.
En una de esas escapadas a un país lejano para cazar elefantes,
el rey tuvo la mala pata de romperse una cadera y fue entonces cuando todo el
país se enteró de que, mientras los súbditos las pasaban canutas, su rey se
divertía cazando.
Y se enfadaron: le afearon
la conducta y le pidieron una disculpa porque en tiempos de incertidumbre el
rey debe ser el primero en dar ejemplo. Además, le recordaron otras cosas poco
edificantes que habían hecho él mismo y algún miembro muy allegado de su
familia. El rey, enterado del malestar de sus súbditos, no le dio mayor
importancia y siguió con sus aficiones sin comunicárselas a nadie. Pero un día,
cuando volvió de una de sus cacerías en tierras lejanas encontró que en el
frontispicio de su palacio ya no ponía "Casa Real" sino
"Presidencia de la República".
Moraleja: Reyes o
gobernantes no son los que llevan cetro, sino los que saben mandar (Sócrates)
Músicas para una vida - Sitting on the dock of the bay
....y con los pies metidos en el agua. Fantástica canción grabada por Redding poco antes de su muerte y que a la postre fue su mayor éxito. ¡Ironías de la vida!
Músicas para una vida - "No, je ne regrette rien"
Terrible, dura y desesperada. La historia de una vida contada en poco más de dos minutos. Oigan y lean.
Viejos: esa pesada carga económica
Dice el Fondo Monetario
Internacional, esa egregia institución que tan fina estuvo a la hora de
predecir la crisis y analizar sus causas, que los viejos de hoy y de mañana son
un lastre para la economía y la masoquista consolidación fiscal que sufrimos.
Asegura en uno de esos
informes que parecen – y lo son – hechos a la carta del capitalismo neoliberal
y salvaje, que los gobiernos han infravalorado el coste que supone mantener
las pensiones ante el envejecimiento de la población.
Cabe supone que se refiere a
los países en los que, efectivamente, aumenta la esperanza de vida, aunque se
da la circunstancia de que eso no ocurre para una gran parte de la población
mundial en la que más bien disminuye.
Pero a lo que íbamos: ante
esa "realidad", el FMI aconseja recortar las pensiones y
"acomodar" la edad de jubilación a las expectativas de vida. Dicho en
otras palabras: que si en España, por ejemplo, la esperanza de vida se sitúa en
torno a los 82 años, lo conveniente sería que la jubilación se produjera en
torno a los 81 años y medio o un poquito más, a ser posible.
Y a renglón seguido propone
que se combine la pensión pública con la suscripción de planes privados de
pensión. Es decir, que el que quiere gozar de una pensión de jubilación después
de décadas trabajando – si es que ha tenido esa suerte - y cotizando a la Seguridad
Social, que se la pague de su bolsillo. Toda una lección de solidaridad y cohesión social.
Por ahí van los tiros, no
nos engañemos. Ya babean de placer algunas entidades dedicadas al negocio de
las pensiones privadas que, al socaire del viento favorable que sopla en los últimos
meses en España, no tienen reparo en pedir abiertamente que se fomenten los
planes privados de pensiones.
Van a por todas y los
pilares básicos del estado del bienestar se tambalean: hachazo en la sanidad y
en la educación, amagos de tocar las prestaciones por desempleo y, pensiones de
miseria porque, qué mala pata, hay demasiados viejos y poca gente cotizando.
Claro que, sobre las
multimillonarias pensiones de jubilación de los directivos de entidades
financieras que han recibido fondos públicos para evitar la quiebra no dice
nada el sapientísimo Fondo Monetario Internacional. Pero tampoco le pidamos
peral al olmo o que se tire piedras sobre su propio tejado. Hasta ahí podríamos
llegar.
Las formas y el fondo
Ninguno de los ajustes y
recortes anunciados hasta ahora por el Gobierno español han merecido todavía
una explicación detallada y profunda a los ciudadanos por parte del presidente
Rajoy.
Primero fue la subida de un
IRPF que nunca se iba a subir; después llegó la injusta y desequilibrada
reforma laboral con su correspondiente huelga general; enseguida fueron los
duros Presupuestos Generales del Estado con su hachazo a las inversiones y
ahora ha sido el recorte añadido de 10.000 millones de euros en sanidad y
educación que se ha despachado con una simple nota de prensa como si
estuviésemos hablando de calderilla y como si no afectase a servicios públicos
esenciales.
Fallan pues las formas, la
obligación que tiene el presidente del Gobierno de explicarle a los españoles,
a todos los españoles, a los que confiaron en él y a los que no, las medidas
concretas, los plazos para ponerlas en práctica y los objetivos que se
persiguen.
Lo más que se le ha
escuchado ha sido alguna declaración de pasillo o alguna respuesta
parlamentaria; no ha habido una sola comparecencia ante los medios ni en el
Parlamento para explicar con detalle qué pretende hacer el Gobierno con este
país, hasta dónde deben llegar los sacrificios que se nos exigen, quiénes deben
hacerlos y, sobre todo, si van a servir para algo más que para conducirnos por
el mismo camino de Grecia, Portugal o Irlanda.
Los ciudadanos no parecemos
contar en este torbellino de recortes más que para verlas venir y echarnos a
temblar un poco más, meras víctimas de una política económica obsesionada con
los recortes y los ajustes. No hay en los mensajes de los ministros, que tienen
que dar la cara para que Rajoy no se queme en la hoguera de sus medidas aunque
lo hagan habitualmente en medios de comunicación y foros extranjeros y para
contradecirse con frecuencia entre ellos, ni un sólo ápice de optimismo, ni un
pequeño mensaje de esperanza de que todo esto no nos llevará al abismo y a la
destrucción de una cohesión social ya precaria con un aumento galopante de las
desigualdades sociales, del paro, de los índices de exclusión, de la ausencia
de perspectivas.
Los ciudadanos tenemos la
creciente sensación de habernos convertido en víctimas propiciatorias de los
sacrosantos mercados, a los que se intenta "calmar" a toda costa
aunque sin conseguirlo; así las cosas, nos sentimos abatidos e indefensos –
"no hay alternativa", "esto o el rescate", "hay que
apretarse el cinturón porque hemos vivido muchos años por encima de nuestras
posibilidades", "heredamos una situación terrible", etc., etc.
-
Este discurso simplista y
falaz está llevando al país a la calle de la amargura y a la desesperanza ante
un futuro sin horizonte en el que – dicen – "nada podrá volver a ser como
era antes". Si la economía es también un estado de ánimo, nunca antes este
había estado tan bajo.
Más ¿qué importamos los
ciudadanos que pagamos nuestros impuestos sin amnistía fiscal, que sufrimos el
paro o el miedo a perder el empleo, que no podemos hacer frente a las hipotecas
o que no llegamos a fin de mes? Los mercados son los que importan y a ellos
brinda el Gobierno nuestro sacrificio. Un vistazo superficial a Grecia – a las
puertas de su ¡tercer rescate! - o Portugal bastaría para comprobar que es un
sacrificio inútil que sólo generará más dolor y sufrimiento. Pero eso parece
ser lo de menos para el Gobierno.
Músicas para una vida - In the summertime
Mungo Jerry fue una banda británica de principios de la década de los 70 liderada por Ray Dorset. "In the summertime" fue número uno en varios países. Sólo por el "look" de los miembros del grupo ya merecería la pena echarle un vistazo para recordar aquellos tiempos.
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