La designación
del Fiscal Jefe de Las Palmas, Guillermo García-Panasco, para un alto cargo en
la Fiscalía General del Estado es un clavo más en el ataúd de la independencia
del Ministerio Público respecto del poder político. García-Panasco ha sido premiado por el Fiscal
General, José Manuel Maza, apenas una semana después de que el Tribunal Supremo
sentenciara que vulneró derechos fundamentales en la investigación disciplinaria que le
abrió a la magistrada Victoria Rosell
cuando ésta era candidata de Podemos al Congreso de los Diputados. En un estado
de derecho un fiscal al que la máxima instancia judicial del país le aplicara
un correctivo de esa contundencia habría renunciado de inmediato o habría sido cesado por sus superiores. En España, que se
supone que es un estado de derecho o al menos eso establece su Constitución,
ese fiscal recibe un galardón de sus superiores en forma de ascenso
profesional.
Y eso que la
sentencia del Supremo que lee la cartilla a García – Panasco tiene un
inconfundible aire salomónico al intentar contentar a todas las partes. Frente a
lo que en su momento había establecido el Tribunal Superior de Justicia de
Canarias en el sentido de que los jueces sólo pueden ser investigados disciplinariamente por el
Consejo del Poder Judicial, el Supremo obvió lo que dice la ley y los votos
particulares de tres magistrados de la Sala sobre el particular y le concedió a
la fiscalía cierta autoridad en ese ámbito. Sin embargo, eso no le ha evitado a
García – Panasco y a la fiscal Evangelina Ríos, también protagonista destacada en
este caso aunque de momento sin premio, un serio correctivo judicial.
“Un fiscal que vulnere derechos fundamentales debe dimitir o ser cesado al instante”
El Supremo
establece que García – Panasco se extralimitó en sus funciones y vulneró dos derechos
fundamentales de Rosell, el de la defensa y el del acceso a cargo electivo. En realidad y al margen de cuestiones formales
o procedimentales, detrás de este caso volvemos a encontrar un nuevo intento de
utilizar a la fiscalía con fines espurios y contrarios a la defensa del interés
general que le corresponde ejercer al Ministerio Público. Dicho en plata, el ahora premiado García – Panasco olvidó que
se debe a la Constitución y puso la fiscalía al servicio
de intereses partidistas contrarios a Rosell con una investigación que no
habría avalado ni el Santo Oficio.
En reconocimiento,
el Fiscal General del Estado, nombrado a dedo por el PP y recientemente reprobado
por el Congreso de los Diputados, le eleva a Teniente Fiscal de la Secretaría
General Técnica de la Fiscalía General, puesto que había dejado vacante el
recién nombrado Fiscal Jefe Anticorrupción, Alejandro Luzón. Desde allí, García
– Panasco tendrá entre sus cometidos elaborar
circulares que vinculan a todos los fiscales en la interpretación de las leyes
y de los derechos fundamentales de los ciudadanos. No deja de ser un sarcasmo que
un fiscal que, según sentencia del Supremo, ha vulnerado derechos fundamentales de una ciudadana reciba el
encargo de orientar a los demás fiscales
sobre cómo interpretarlos. El símil de la zorra cuidando de las gallinas no podría estar mejor empleado.
“El nombramiento de García-Panasco es un nuevo clavo en el ataúd de la independencia del Ministerio Público”
La guinda del
esperpento la ha venido a poner el ministro Catalá, también reprobado en el Congreso
aunque a él eso le da lo mismo que le da igual. Fiel a su compromiso de hacer
subir el pan cada vez que habla, Catalá ha venido a decir que la intervención
de García-Panasco en la investigación contra Rosell es sólo “una anécdota” y
que el Fiscal Jefe de Las Palmas tiene “un gran currículum y una magnífica
cualificación”. De pronto, el ministro que no se pone colorado defendiendo la
autonomía del Ministerio Público, resulta que conoce la vida, obra y milagros
de un fiscal de provincias.
Pero para guinda, la del portavoz adjunto del PP en
el Congreso, José Antonio Bermúdez de Castro.
Desmiente este señor al Supremo y afirma sin despeinarse que García - Panasco actuó con “independencia,
objetividad y de acuerdo a lo que dice la ley” y remacha que “si cada vez que
las actuaciones de un fiscal son archivadas hiciéramos un reproche nos
quedaríamos con la mitad de los fiscales”. Busco en el diccionario qué nombre
recibe en castellano esta actitud y la del ministro y sólo encuentro uno: cinismo
puro y duro.
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