El 75% y Santo Tomás

Con el asunto del 75% de descuento en los viajes de los residentes en Canarias a la Península proclamo un escepticismo digno de Santo Tomás: cuando lo vea, lo creeré. No será necesario que vea la marca de los clavos en las manos del ministro Ábalos ni que meta la mano en su costado: me bastará con que lo apruebe el viernes el Consejo de Ministros y el sábado entre en vigor, sin sorpresas ni más trampa ni cartón. Los optimistas, casi todos en el PSOE, aseguran que así será y que el culebrón tendrá final feliz. Pero insisto, se han visto tantos bultos sospechosos, fenómenos paranormales y maniobras aéreas en la oscuridad en las últimas dos semanas, que prefiero certificarlo con mis ojos para no llevarme más sustos. Estarán conmigo en que no es ni medianamente normal tanto lío para tan poca cosa: el año pasado se aplicó el mismo descuento en los viajes interinsulares y no pasó nada de lo que esta pasando en esta ocasión.

De entrada tenemos a un ministro destemplado, asegurando en el Congreso que había que esperar al menos seis meses por la medida. Se montó de inmediato la zapatiesta y los humos del ministro empezaron a bajar: a los pocos días ya era posible sacar adelante el descuento con un decreto por la vía de urgencia que, con suerte y una caña, acortaba los plazos uno o dos meses. Continuó el galimatías hasta que los presidentes de Canarias y Baleares le hicieron ver que el asunto era mucho más sencillo de resolver: lo aprueba el Consejo de Ministros y se aplica de inmediato. Aún así y aceptando la salida, el ministro quiere decreto y anuncia que enviará uno al Congreso para darle seguridad jurídica a la medida. Hay quien sostiene, seguramente con razón, que tal esfuerzo no es necesario como no lo fue el año pasado, pero si Ábalos se empeña tampoco le vamos a dejar con las ganas de decreto.

Foto: EFE
Lo cierto es que el descuento está en los Presupuestos del Estado en vigor y figura en la propuesta del nuevo REF canario que se tramita en las Cortes para que adquiera carácter permanente, así que el decreto parece superfluo. Pero lo grave no es eso, sino que en el texto del dichoso decreto alguien coló que el descuento de marras se aplicaría sobre una tarifa bonificable - discrecionalmente decidida por el Gobierno de turno - y no sobre lo que me cuesta realmente  el billete. Y el rebumbio se reactivó, como era previsible y natural. Primero, porque contraviene los acuerdos del Gobierno anterior con NC, la fuerza política que negoció el descuento pero, sobre todo, porque se enmienda la plana de toda una Ley de Presupuestos con una norma de rango inferior como es un simple decreto. Llegados a este punto de la misteriosa historia del 75% - espero que hayan sido capaces de seguir el enrevesado relato - uno no sabe ya qué pensar, aunque caben varias explicaciones de tanto disparate encadenado.

Una, que el Ministerio de Fomento le quede demasiado ancho a Ábalos, insuficiencia que agravaría de manera severa su nula cintura para la crítica. Si no fuera eso podría ser que se ha rodeado de unos asesores a los que debería darles vacaciones indefinidas: se podría ahorrar más vergüenzas en público y ayudaría a que a sus compañeros del PSOE canario se les suavice el rojo subido de los cachetes que este caso les está causando. Hay una tercera posibilidad y es la existencia de una mano negra en ese ministerio que, en cuanto oye que los canarios se quejan de que no tienen AVE ni trenes y piden que se les compense la lejanía para viajar, introduce la coletilla de la "tarifa bonificable" a ver si cuela.

 Hay que recordar que ya ha pasado con anteriores ministros de Fomento y no puede descartarse que Ábalos también haya sido víctima de la famosa mano negra y haya pagado la novatada correspondiente. Ello, por supuesto, no exime de responsabilidad a un ministro que antes de lanzarse al vacío no parecer tener por costumbre comprobar si se ha puesto el paracaídas. Tres buenas costaladas se ha dado ya a propósito del asunto del descuento, quedando ante los canarios como un ministro digno de olvidar sin haber cumplido aún los cien días en el cargo. A ver si lo arregla y cómo lo arregla este viernes o se da un nuevo pertigazo. Mientras, yo como Santo Tomás: ver para creer.   

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