Pues sí, el PP ha celebrado sus primeras primarias y le han salido de aquella manera: manifiestamente mejorables. Ha votado el 88% de los 66.000 inscritos - unas 58.000 personas - y la campaña estuvo trufada de puyas entre los candidatos y la jornada electoral de amenazas de impugnación. Con todo, lo más explosivo por la carga de dinamita política que contienen han sido los resultados.
No es que hayan fallado las encuestas o que nadie augurara que el joven y masterizado Casado no podía dar la sorpresa. Eso estaba descontado aunque nadie pensó que fuera el segundo en discordia sino el tercero, como mucho. Lo más sorprendente de estas primarias ha sido el fracaso en vivo y en directo y no en diferido de Cospedal, cada vez menos todopoderosa secretaria general. Su derrota demuestra una vez más que controlar el aparato no es sinónimo de poder omnímodo, sino más bien de riesgo de batacazo si son los militantes los que hablan. Sin embargo, las ansias de Casado por hacerse con el testigo que Rajoy ha dejado caer puede que le brinden a Cospedal una segunda oportunidad de seguir tocando poder.
Que ello implique que los compromisarios tengan que hacerle un corte de mangas a los militantes que se decantaron por Sáenz de Santamaría y apostar por Casado, no creo que le quite el sueño a nadie: total, para los que votaron tampoco es como para rasgarse las vestiduras.
La flamante ganadora de las primarias, aunque por poco, parecía anoche la encarnación de alguien que clama en el desierto mientras sus compañeros de caravana se conchaban e ignoran sus invitaciones para ir todos de la mano como una gran familia unida. Su llamamiento a la integración de candidaturas fue desdeñado de forma displicente por un Casado que se ha venido arriba y que no ha dudado en guiñarle el ojo a Cospedal para empezar a hacer manitas políticas.
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Foto: El País |
A nadie se le escapa, y a Casado menos aún, que la ex vicepresidenta y la secretaria general son como el agua y el aceite y de esa rivalidad se aprovecha para echar la red en los caladeros de Cospedal. Su esperanza es que quienes la apoyaron a ella en las primarias hagan de él el nuevo presidente del PP, a cambio seguramente de que la secretaria general siga teniendo mando en plaza. Entretanto,
Santamaría podría sufrir en primera persona y a manos de sus propios compañeros el incumplimiento de uno de los grandes mantras del PP de todos los tiempos, el que establece que debe gobernar - mandar la lista más votada. Por ahora y a la vista de los primeros movimientos tras las primarias no es ese el panorama que se dibuja, aunque en política es conveniente no jurar y no decir nunca de este agua no beberé. Ahora bien, de cumplirse los indicios, a Sáenz de Santamaría le podría pasar lo que a López Aguilar cuando un pacto entre Soria - ahora flamante compromisario congresual del PP - y el nacionalista Paulino Rivero mandó al socialista a la oposición a pesar de su triunfo electoral.
Que me maten si sé qué es lo que más le conviene al PP ni si habrá más posibilidades de regeneración con Casado que con Sáenz de Santamaría o viceverse. Cierto es que el primero tiene un máster pendiendo sobre su cabeza como una espada de Damocles y la segunda parece que terminó todos sus estudios en tiempo y forma. Pero, más allá de eso, sospecho que las posibilidades son muy similares. Tampoco me atrevo a pronosticar cuál de los dos tiene más gancho electoral para desalojar al malvado Pedro Sánchez de La Moncloa en cuanto se presente la oportunidad. Sería cuestión de ver sus primeros movimientos para empezar a hacerse una idea sobre asuntos con los que de momento no conviene perder el tiempo.
Lo único que me preocupa - y así lo confieso - es cómo diferenciar a Casado de Albert Rivera si es el primero el elegido para sentarse en el trono de Rajoy. Ese sí que me parece un problema a considerar seriamente por el PP para evitar confusiones electorales indeseadas. Para todo lo demás siempre le podemos preguntar a Margallo, el único con un discurso ligeramente autocrítico y levemente regenerador en estas primarias. El problema es que obtuvo apenas el 1% de los votos, lo que demuestra que casi nadie está ya para discursos ni en el PP ni en ningún otro sitio habiendo lemas y eslóganes en abundancia.
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