Ya está: España acaba de
batir el récord al situarse su prima de riesgo por encima de los 500 puntos
básicos. Han dicho siempre los expertos que ese puede ser el punto de no
retorno que nos conduzca de cabeza a un rescate a la griega, a la portuguesa o
a la irlandesa.
Ojalá y se equivoquen de
nuevo los analistas como ya ha ocurrido en no pocas ocasiones durante esta
larga crisis. Aún así, la situación se torna más dramática por momentos y
amenaza con hacer de España otro país de la zona euro completamente intervenido
por los mercados que encarnan el Fondo Monetario Internacional, la Unión
Europea y el Banco Central Europeo como ya ocurre con Grecia, Portugal e
Irlanda.
No es que ya no estemos
intervenidos por esos mercados que nos gobiernan desde la sombra y convierten a
los políticos elegidos en las urnas en meros títeres de sus intereses
especulativos. Sin ir más lejos, ahí tenemos a un silencioso Rajoy, el que
junto a sus seguidores nos prometió que si los españoles le otorgaban la
confianza en las urnas acabaría la desconfianza en España, se crearía empleo de
calidad, no subirían los impuestos y no habría más dinero público para los
bancos.
Justo lo contrario de lo que
ha hecho desde que accedió al poder, en parte obligado por los insaciables
mercados que siguen sin confiar en él y en sus draconianas medidas y en parte
víctima de su cada vez más evidente incapacidad para manejar una situación
infernal a la que responde con altas dosis de improvisación. Lo ocurrido con la
fallida reforma del sistema financiero y la escandalosa intervención de Bankia
es un buen ejemplo.
Ahora se atrinchera en La
Moncloa de la que sólo sale los fines de semana para arengar a los suyos desde
algún púlpito de su partido y amenazarnos a todos con "seguir haciendo
reformas todos los viernes" y demonizar a las comunidades autónomas sin
hacer distingos entre las más despilfarradoras – muchas de ellas gobernadas por
el PP - y las más austeras.
Pero a los mercados les da
igual lo que diga Rajoy en los mítines del PP o los nuevos recortes que prometa
aplicar: nada parece suficiente para que suavicen la presión sobre una pieza de
caza mayor como es España. ¿Qué dirá ahora Rajoy si es que dice algo? ¿Qué dirá
su locuaz ministro de Economía que cuanto más enfatiza que algo no ocurrirá no
tarda en ocurrir? ¿Qué hará Rajoy para sacar a España de la primera línea de
fuego de los mercados?
¡Qué fácil es descalificar y
ponerle pegas a todo cuando se está en la oposición y qué difícil es demostrar
cuando se está en el poder que las promesas son algo más que palabrería hueca
para captar votos! Si Rajoy y su partido tienen alguna idea clara de lo que hay
que hacer para que España no termine convertida en un protectorado de los
tiburones de la especulación financiera sin que ello suponga inflingir más
sufrimiento a los de siempre, es el momento de ponerla en práctica. Si no la
tiene, y mucho me temo que no, tal vez deberíamos irnos preparando para lo
peor.
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