Me esfuerzo y no consigo
encontrar razones para considerar que el Día de Canarias de este año tenga que
ser una jornada para la celebración y el jolgorio. El mensaje de que hay que
mantener el optimismo contra viento y marea y confiar en que con el esfuerzo de
todos seremos capaces de superar esta situación no me convence.
No hay razones para el
optimismo cuando el esfuerzo de todos se traduce en la práctica en el
empeoramiento de las condiciones de vida y la destrucción constante e imparable
de empleo público y privado. A eso no se le puede llamar esfuerzo sino
sacrificio en el altar de los recortes y los ajustes para pagar una crisis de
la que no son culpables sino víctimas los sacrificados.
En una comunidad autónoma como
la canaria, con índices de paro, fracaso escolar y exclusión social por encima de
la media, cuesta mucho encontrar motivos reales, más allá de la palabrería
hueca, para la verdadera esperanza en una sociedad más próspera, más culta y
más solidaria. Puede que los haya, pero a mi se me escapan.
Considero más bien que,
además de para reflexionar sobre esta situación, este Día de Canarias debe ser
una ocasión para reivindicar que hay otras salidas a esta crisis que no pasan
por amargarnos a todos la vida un poco más cada día con las consabidas excusas
del déficit, los ajustes y los recortes que siempre terminan recayendo sobre
trabajadores, jóvenes, pensionistas y, en general, sobre los segmentos más
desfavorecidos de la sociedad. Mientras, la camarilla habitual se lo lleva
crudo sin que nadie mueva un dedo para evitarlo.
Están muy bien los
sancochos, las luchadas, los bailes de taifas y otras manifestaciones folklóricas
y culturales habituales del Día de Canarias: son una parte importante de
nuestra identidad como pueblo, aunque ni mucho menos son lo único que nos
identifica como tal y, al mismo tiempo, cada vez resulta más evidente que la
mayoría de ellas se reducen a expresiones simbólicas de un tiempo desaparecido
que no volverá por mucho que se recree año tras año.
La verdadera realidad de la
Canarias actual es la del paro y la exclusión social, la de la incertidumbre
ante el futuro inmediato y la del miedo a que la situación aún puede ser peor.
Con esa realidad pesando como una espada de Damocles sobre nuestras cabezas, yo
al menos no disfruto con el sancocho ni me apetece arrancarme por isas o
folías.
A pesar de todo ¡feliz Día de Canarias!
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