Va la lidereza y suelta la
patochada de la semana y ya tenemos a un país entero enredado en un debate
absurdo sobre si debe de suspenderse o no un partido de fútbol si los hinchas
pitan a la bandera, al himno o al Príncipe. Se convocan protestas para
denunciar los recortes en educación, en sanidad, en políticas sociales o en
derechos laborales y este país se concentra en los bares a discutir sobre
fútbol.
La lidereza hace la cuenta
de la vieja con el déficit de su comunidad autónoma que, junto al de otras como
Valencia y Castilla La Mancha, incrementa a su vez el del Estado y el Gobierno
la justifica o mira para otro lado – me imagino qué diría si no fuera el PP el
que gobernara en Madrid -. Mientras, los españoles picamos el anzuelo y
gastamos esfuerzos y saliva en una ridícula discusión sobre nacionalismos,
himnos y banderas.
El Gobierno echa tierra
sobre el escándalo de Bankia y el dinero público que hay que meter en los bancos para que no quiebren y no
se nos ocurre otra cosa mejor que hacer que dividirnos en facciones patrióticas
y envolvernos en banderas. Rajoy se pliega a las exigencias de Merkel para
seguir apretándonos las tuercas y de la noche a la mañana nos convertimos en
fanáticos nacionalistas de uno u otro color.
Presumen algunos gobiernos
autonómicos como el canario de haber sido obedientes y cumplir con los
objetivos de déficit aún a costa de destruir empleo público plegándose así a
las exigencias de Madrid y de la patronal y lo único que se nos ocurre hacer es
tomar posiciones en la bizantina discusión sobre si es delito o no pitarle a la
bandera, al himno o al jefe del Estado en un partido de fútbol.
Va un fiscal y dice que el
presidente del Consejo General del Poder Judicial no cometió delito alguno
aunque le cargara a las cuentas públicas facturas por 13.000 euros de sus
largos fines de semana a Marbella y el grueso de los españoles actuamos
como si nos resbalara el asunto y como si esos 13.000 euros no los hubiésemos
pagado entre todos.
"Pan y circo"
ofrecían los gobernantes romanos para tener a la plebe entretenida y apartada
de la política mientras ellos se daban a la gran vida y hacían y deshacían a su
antojo. En España, pan va quedando cada vez menos pero circo tendremos para mucho tiempo como sigamos así.
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