Allá por los 70 triunfó en todo el mundo un grupo norteamericano llamado Steely Dan; mezclaba jazz, pop, rock, funk y R&B y lo lideraban Donald Fagen y Walter Becker. Uno de sus canciones más conocidas es Reelin' in the Years....El "look" es auténtico de los años 70.....
"Lo que inquieta al hombre no son las cosas, sino las opiniones acerca de las cosas". (Epicteto)
¡Hagan juego, señores!
Junto
con los Presupuestos de
crisis para salir de la crisis,
según
la original definición de Soraya Sáenz de Santamaría, el Consejo
de Ministros acaba de aprobar dos modificaciones legislativas que,
sin necesidad de ser mal pensados, parecen diseñadas como regalo de
despedida a Esperanza Aguirre y para dar satisfacción al magnate del
juego Sheldon Adelson y a los jugadores profesionales de casinos y
otros garitos similares.

Adelson
se frota las manos porque ya sólo le falta que el Gobierno también
modifique el impuesto sobre plusvalías de los terrenos urbanos que
paga el vendedor, con lo que el pelotazo será redondo y completo
tanto para el que compra como para los que venden.
No
es Adelson el único que tiene motivos para estar contento: los
jugadores que acudan a sus casinos o los que apuestan por Internet
también están de enhorabuena porque podrán desgravarse del IRPF
las pérdidas en el juego siempre que no sean superiores a las
ganancias. Es una buena manera de expulsar del juego a los gafes que
pierden hasta la camisa y alentar a los verdaderos profesionales que
nunca se van con las manos completamente vacías y que ahora encima
ven como una comprensiva Hacienda está dispuesta a perdonar, que una
mala noche la puede tener cualquiera.
También
es una buena fórmula para que los curritos de a pie que compramos de
tarde en tarde una bonoloto
o
un número para el Gordo
de Navidad nos
animemos a acudir a los casinos en busca de emociones fuertes; sobre
todo ahora que, al mismo tiempo que le pone las cosas fáciles a
Adelson y a los tahúres del Mississippi, el Gobierno anuncia que
aquellos que tengamos la mala
suerte de ganar más de 2.500 euros tendremos que pagar el 20% de los
premios obtenidos en los populares sorteos de Lotería. Por
la misma regla de tres que se va a aplicar a los jugadores de casino,
sería justo que el Gobierno también nos devolviera el 20% de la
inversión cuando no nos saquemos ni el reintegro.
Si con los presupuestos que presentó ayer el Gobierno nos pareceremos cada vez más más a Grecia y a Portugal, ahora ya nos falta menos para
parecernos también a Mónaco y Montecarlo. Así que ¡hagan juego,
señores!
Hoy tampoco será un gran día
Lo siento por Serrat y
por los optimistas antropológicos, pero hoy tampoco será un gran
día. El ambiente viene cargado de malos augurios que harán que este
27 de septiembre se gane por méritos propios el derecho a figurar en
la relación de los numerosos días infaustos de la crisis. Que el
Consejo de Ministros se reúna los viernes para aprobar nuevos
recortes – recuerden aquello de
habrá medidas todos los viernes –
ya es motivo semanal de zozobra; que lo haga en jueves para aprobar
los próximos Presupuestos Generales del Estado sólo puede causar
pánico.
Sabremos
hoy cuán profundo es el nuevo tijeretazo que prepara el Gobierno
para agradar a los mercados y, por supuesto, para
crecer y crear empleo. Con
el fin de irnos preparando para la que nos va a caer encima hoy
mismo, ayer ya se filtró que el sueldo de los funcionarios –
yunque de la gran parte de los martillazos - seguirá un año más en
el frigorífico, aunque el Gobierno tendrá el detalle de devolver
la
paga de Navidad que se ha quedado este año.
Ha
sido sólo el aperitivo: con toda seguridad habrá recortes en la
inversión pública – insisto, para
crecer y crear empleo -, a
los canarios es muy probable que nos recorten de un modo u otro las
bonificaciones de los billetes aéreos, que nos hemos acostumbrado a
viajar demasiado y demasiado barato entre islas o a la Península y
eso no se puede tolerar. Lo mejor es permanecer en casa y en
silencio, que es como le gustan a Rajoy que estén los españoles
sensatos, aunque
antes de llegar al poder él era un ferviente partidario de la
algarabía y
el lío si
al que había que poner de vuelta y media era a Zapatero.
No
se vayan que hay más: además de ultracongelar el sueldo de los
funcionarios, continuar adelgazando la administración pública hasta
dejarla en los huesos sin importar demasiado si los afectados son
médicos, enfermeros o profesores, y de recortar la inversión
pública, se anuncian también nuevos impuestos como el céntimo
verde o
la modificación de la tributación de las plusvalías del primer año
para los viciosos que hayan tenido la mala idea de colocar parte de
sus ahorros en bolsa. De una nueva subida del IVA o del IRPF no se
sabe nada de momento, aunque de aprobarla tal vez figure en el quinto
punto de una nota de prensa emitida a las diez de la noche por el
Ministerio de Hacienda.
Queda
la duda de lo que hará el Gobierno el próximo año con las
pensiones, que Bruselas pide que se ultracongelen al igual que el
salario de los empleados públicos. Sin embargo, Rajoy ha dicho que
no las tocará - ¿le creemos? -, pero hace falta saber si las
actualizará acorde con la subida del IPC o simplemente las subirá
por debajo del incremento de la inflación, lo que en la práctica
supone rebajarlas.
Y
todo esto con el único objetivo de congraciarse con los mercados y
conseguir que el déficit no rebase la última barrera impuesta por
Bruselas. No son por tanto unos Presupuestos Generales del Estado
pensados para reactivar la economía, crecer
y crear empleo, sino
para pagar la deuda, cuyo coste ya superará el año que viene el de
personal; deuda que nos han infligido los propios mercados que, al
mismo tiempo, atosigan a España para que pida cuanto antes el
rescate y siga creciendo así la bola de nieve de la crisis: recesión
– desempleo – déficit – deuda y vuelta a empezar.
Grecia
y Portugal están recorriendo ese camino y España ya ha empezado a
hacerlo también y se adentrará más en él con estos presupuestos
con los que hoy nos castigará el Gobierno a pesar de haber sido
buenos y no haber salido a la calle a protestar. ¿Comprenden ahora
porque creo que hoy no será un buen día?
Un mal día para la “marca España”
Todo empezó a ir mal
cuando muchos españoles se desayunaron con un reportaje fotográfico
de la biblia mundial del periodismo, el New York Times, que
retrata con toda crudeza algunas - solo algunas – de las
dramáticas consecuencias de la crisis económica en España: gente
hurgando en los contenedores de basura, comedores sociales, protestas
contra los recortes laborales y sociales, etc. Más allá de que
tampoco están los Estados Unidos para presumir de equidad social y
ausencia de miseria y desprotección sanitaria, éste fue el presente
con el que recibió Nueva York al Rey y al presidente Rajoy. En doce
fotografías en deslumbrante blanco y negro para dotarlas de mayor
fuerza, la alicaída “marca España” que el monarca pretendía
fomentar recibió el primer golpe de la jornada.

Pero
la culpa, obviamente, no es suya ni de los gobiernos catalanes
anteriores ni de la profundidad de la recesión generalizada: la
culpa sólo la tiene el Gobierno de Madrid, al que acusa de haber
levantado un muro ante las aspiraciones catalanas de contar con un
sistema de financiación similar al que tienen vascos y navarros. El
paro o las interminables listas de espera que sufren los ciudadanos
de Cataluña son asuntos secundarios para él y de hecho solo se
refirió a ellos en su discurso media hora después de haber empezado
a hablar: en donde haya una buena causa independentista a la que
encaramarse por anacrónica que resulte, que se quiten del camino
los problemas reales de la gente de a pie. Todo lo resolverá la
soberanía o la independencia o lo que sea que pretenda en realidad
con tal de sacarle los euros a Rajoy.
Si
con las fotos del New Yok Times
y las elecciones catalanes la “marca España” empezaba a
registrar ya una de sus cotizaciones más bajas de los últimos años,
la puntilla la pusieron las cargas policiales de la noche en los
alrededores del Congreso de los Diputados. Las escenas ya conocidas
de otras manifestaciones se repetían: carga policial, carreras,
caídas, porrazos, gente sangrando, manifestantes arrastrados a las
furgonetas policiales, periodo de descanso y vuelta a empezar.

No fue una buena idea cercar el Congreso y no sólo porque era previsible que la policía lo hiciera primero y hasta porque la número dos del PP, María Dolores de Cospedal, llegara a comparar las protestas con el 23-F en un descarado intento de deslegitimarlas. No fue buena idea porque el Congreso es la sede de la soberanía nacional y, nos gusten más o menos, sus miembros han sido elegidos en unas elecciones libres y plurales. Si los impulsores de las protestas de ayer quieren cambiar el sistema deben explicar con algo más de claridad cuál es el que proponen para sustituirlo. Del mismo modo deben explicar por qué consideran que la Constitución Española no es democrática – me pregunto qué diría Santiago Carrillo ante eso – y cuál es la que proponen en su lugar.
Hay
razones más que suficientes para salir a la calle y protestar alto y
claro en contra de que paguen la crisis quienes la sufren y en contra
del denodado ataque que sufre el estado del bienestar a manos del
neoliberalismo más rampante. Pero no sólo el fondo de esas
protestas es importante, también las formas lo son: la contundencia
en las críticas no tiene porque estar reñida con el respeto a las
instituciones que representan a todos los españoles, al menos
mientras no haya un sistema mejor que el democrático, el menos malo
de todos los conocidos hasta ahora.
Este
es el panorama en vísperas de que el Consejo de Ministros apruebe
mañana los Presupuestos Generales del Estado para 2013. Mucho me
temo que mañana tampoco será un buen día y habrá más razones
para salir a la calle a protestar, aún sintiéndolo mucho por la
“marca España”.
Financiación autonómica y ceremonia de la confusión
Con la algarabía
catalana
– Mariano Rajoy dixit – en primer plano, el Gobierno del PP y el
PP se han enredado en su propio lío
con un
confuso cruce de mensajes encontrados sobre la necesidad o no de
revisar el sistema por el que se financia a las comunidades
autónomas. Las declaraciones contradictorias sobre este asunto entre
miembros del Ejecutivo y del partido que lo sustenta hacen pensar por
momentos en que el PP le hace oposición a su propio gobierno y
viceversa.
La
película de los hechos es aproximadamente la siguiente: el jueves se
reúnen Mariano Rajoy y Artur Mas con el pacto fiscal que pide
Cataluña sobre la mesa; como la petición catalana es inasumible por
el Gobierno central se le ofrece a Más una revisión del modelo de
financiación. Al día siguiente, la vicepresidenta Sáenz de
Santamaría admite que hay muchas autonomías disgustadas con el
sistema, promete que “se revisará en esta legislatura” y anuncia
que el asunto se abordará en la reunión que los presidentes
autonómicos celebrarán la semana próxima con Rajoy.
Sin embargo, para sorpresa de muchos, en la reunión que ayer celebraron la propia vicepresidenta y las comunidades autónomas para preparar el orden del día del encuentro autonómico con Rajoy, el asunto ni siquiera se mencionó. Esa fue la primera señal de aviso. La segunda, mucho más alarmante, la dio casi al mismo tiempo María Dolores de Cospedal, la número dos del PP y a la sazón presidenta de Castilla – La Mancha que, junto a la propia Cataluña, Canarias o Andalucía, peor financiación reciben.
Aseguró
la dirigente popular – en contra de lo que había dicho Sáenz de
Santamaría – que “no es el momento de abrir en canal” el
modelo de financiación autonómico y que los presidentes de las
autonomías en la que gobierna el PP ni siquiera lo plantearán en la
reunión con Rajoy. Éste, desde la lejanía de Nueva York, a donde
llegan muy atenuadas las demandas soberanistas catalanas, remachó el
clavo asegurando que revisar la financiación autonómica no es una
prioridad para su Gobierno.
Aunque
con otras palabras, el presidente vino a decir que en épocas de
vacas flacas como la actual, en la que la caja pública empieza a
criar telarañas por la caída de los ingresos, poco es lo que hay
para repartir y contentar las aspiraciones de todas las comunidades
autónomas. Muchas de esas comunidades - caso de Canarias, que debió
de habérselo pensado bien antes de darle en 2009 el visto bueno al
modelo actual - se sienten perjudicadas por el reparto en vigor. Para
estas autonomías, las últimas declaraciones de Cospedal y de Rajoy
son un jarro de agua fría sobre sus aspiraciones – alimentadas por
las palabras de Sáenz de Santamaría - de que el modelo se revise
cuanto antes para paliar el déficit de financiación que vienen
padeciendo en los últimos años.
Pero,
más allá de la algarabía
en la que parece haber caído de nuevo el Gobierno en relación con
este asunto, con la desautorización de Rajoy a su propia
vicepresidenta, surge una duda razonable sobre si efectivamente es
este el mejor escenario económico para revisar la financiación
autonómica de la que dependen la prestación de servicios públicos
esenciales como la sanidad o la educación.
A
menos que los ingresos vuelvan a aumentar significativamente a corto
y medio plazo – que no parece lo más probable – será imposible
atender las demandas de todos sin originar nuevos y tal vez más
profundos agravios comparativos entre comunidades autónomas ricas y
pobres, sobre todo si la revisión se hace pensando en calmar las
veleidades soberanistas catalanas.
En
ese escenario, Canarias podría salir aún mucho más perjudicada de
lo que está actualmente con el ahora denostado sistema de 2009. ¿Qué
hacer entonces? Sólo cabe una salida: exigir con una sola voz que
reúna a todas las instituciones, fuerzas políticas, sociales y
económicas del Archipiélago una financiación acorde con la
realidad del Archipiélago y el cumplimiento escrupuloso del Régimen
Económico y Fiscal, una particularidad canaria cada vez más
arrinconada e ignorada por el Gobierno del Estado. Eso o, en el caso
de que al final se abra el melón de la revisión del sistema, rezar
aquello de virgencita,
virgencita que me quede como estoy.
Errores y mentiras
Estos días está
causando furor en la red un vídeo de apenas tres minutos en el que
Nick Clegg, el líder de los liberal demócratas británicos, socios
de los conservadores de David Cameron en el gobierno de su graciosa
majestad, pide perdón por haber apoyado la subida de las tasas
universitarias a la que se opuso en la campaña electoral. Una web
satírica lo ha convertido en un rap y ahí tenemos a Mr. Clegg a un paso de ocupar el primer puesto de los
40 Principales gracias a la originalidad y a lo poco común de su
decisión.
Es
cierto que su gesto – que le honra – debería tener la lógica
consecuencia de la dimisión por defraudar la confianza de los
votantes, al margen de que no servirá para que bajen las tasas ni
para que los estudiantes que ya han pagado la subida recuperen el
dinero. Por otro lado, Clegg ha intentado con este vídeo – que sus
asesores le desaconsejaron que grabara para no proyectar una imagen
de debilidad - producir un golpe de efecto al inicio del congreso de
su partido en el que, como es natural en este tipo de cónclaves, no
falta gente con deseos de moverle la silla. Aún así, que un
representante público se atreva a decir de motu propio que
cometió un error y pida perdón por ello es algo que adquiere un
altísimo valor en los tiempos actuales de descrédito de la
política y de los políticos.
Traslademos
el asunto a España. Los casos en los que un representante público
pide perdón por sus errores o por haber hecho lo contrario de lo que
prometió se pueden contar con los dedos de una mano y sobran más de
la mitad. El ex presidente Zapatero admitió en un par de ocasiones
que no vio el huracán económico que se avecinaba, aunque la
confesión no incluyó nunca la palabra perdón o
la expresión lo siento;
además, no se produjo
por propia voluntad sino en respuesta a preguntas periodísticas o a
críticas de la oposición. Más parecido al gesto de Nick Clegg fue
el de nuestro rey cazador, que con cara compungida pidió perdón en
treinta segundos por su metedura de pata en Botswana y prometió que
una cosa así no se repetirá.
Comentario
aparte merece el caso de Mariano Rajoy, que tendrá el dudoso honor
de pasar a la historia como el presidente del Gobierno que más
medidas contrarias a lo que había prometido ha puesto en marcha. El
problema de Rajoy no es que haya cometido errores, salvo que se
consideren como tales el rosario de decisiones adoptadas en sus nueve
meses de gobierno que van justo en la dirección contraria a las
promesas hechas en la campaña (impuestos, despido, copago, recortes
en sanidad, educación y servicios sociales, etc.).
El
problema es que ha mentido a los ciudadanos, o por ignorancia – cosa
poco probable –, o por calculo político – mucho más verosímil.
Cogido en falta cada vez que aplica un nuevo recorte se escuda en
vanos argumentos del tipo no hay más remedio,
es lo que toca o a
mi tampoco me gusta pero hay que hacerlo para crecer y crear empleo.
Nick
Clegg ha necesitado unos tres minutos para disculparse por el asunto
de las tasas universitarias y el Rey treinta segundos para hacerlo
por el caso de la cacería en Botswana; si Rajoy sufriera un ataque
de remordimiento político – algo muy dudoso - necesitaría al
menos un capítulo entero de Secretos
y mentiras.
Músicas para una vida - Cantares
La poesía de Antonio Machado hecha música a través de Joan Manuel Serrat en un disco titulado Cantares grabado en 1969. Las tres primeras estrofas son de Machado y las otras tres del propio Serrat, que incorpora a ellas los versos caminante, no hay camino / se hace camino al andar.
¡Buen domingo!
¡Buen domingo!
Cuando la risa no hace gracia

La decisión de la publicación francesa ha venido también a poner de nuevo sobre la mesa si debe o no tener límites la libertad de expresión, derecho elemental en cualquier sociedad democrática. Los responsables de la revista aseguran que no debe haberlos porque la autocensura es el primer paso hacia el totalitarismo.
Ni los islamistas radicales que protestan violentamente estos días ni algunos de sus gobiernos permitirían jamás en sus países el ateísmo, que existiese libertad religiosa o que se erigiesen iglesias cristianas, sinagogas o templos budistas. Justo lo contrario de lo que exigen sus correligionarios en los países occidentales en donde se les autoriza la construcción de mezquitas y disfrutan como cualquier otro ciudadano del derecho a practicar su religión o a no practicar ninguna sin más límites que los establecidos por la Ley. Por eso, resulta asombroso que algún iluminado miembro de la Liga Árabe haya llegado incluso a proponer que la legislación de los países occidentales incluya la figura penal de la blasfemia.
¿Por
qué entonces ponerle límites a la libertad de expresión? Por una
sola razón: por responsabilidad y, si me apuran, por oportunidad.
Las viñetas de la publicación francesa no parecen ni responsables
ni oportunas porque sólo han contribuido a echar más petróleo en
la hoguera del fanatismo, ya bastante extendida y violenta. Y no se
trata de autocensurarse para no molestar a los intolerantes, que no
tendrían los mismos miramientos si el problema fuera el inverso. Se
trata de ejercer el derecho a la libertad de expresión de manera
menos burda y provocadora para que no contribuya a incrementar aún
más la intolerancia, sino a denunciarla y combatirla.
JK 5022: justicia de bajos vuelos
Después de cuatro años
de perezosa investigación judicial, la Audiencia Provincial de
Madrid acaba de llegar a la conclusión de que los únicos
responsables de la tragedia aérea que acabó con la vida de 154
personas una calurosa tarde del mes de agosto de 2008 en el
aeropuerto de Barajas fueron los pilotos del avión de Spanair,
fallecidos también en el accidente. Según la Audiencia, los
dos mecánicos de la compañía a los que el juez instructor había
inculpado, actuaron de forma imprudente pero no son los responsables
directos de la catástrofe. Archívese pues la causa penal, que los
muertos no hablan y por tanto no pueden defenderse, y que inicien los
familiares si quieren un nuevo y largo calvario judicial para
reclamar indemnizaciones por la vía civil; si aún les quedan
fuerzas, se verán obligados a sortear los mil y un obstáculos que
les pondrán en el camino las aseguradoras, sin contar con que
tendrán que luchar con los fantasmas de la compañía aérea y de la
empresa fabricante del avión, ambas desaparecidas.
Los cuatro años que ha durado la investigación desembocan en un lamentable y decepcionante fallo judicial que deja a unas familias ya destrozadas y ahora, además, profundamente frustradas por lo que a todos luces parece una clara falta de interés de las autoridades de aviación civil y de la Administración de Justicia para llegar al fondo de los hechos. Y ello después de las huecas promesas de investigar a conciencia, depurar responsabilidades y poner todos los medios para que algo igual no vuelva a ocurrir.
En lugar de ordenar una exhaustiva investigación de la concatenación de causas que condujeron al accidente, que sirviese para detectar qué se hizo mal y ayudase a depurar las eventuales responsabilidades penales, la Audiencia ha optado por la solución más fácil y cómoda: echarle la culpa a los muertos. Todo ello – qué casualidad – justo una semana después de que se filtrase a los medios de comunicación - ¿por quién y con qué objetivos? - la grabación de la caja negra del avión siniestrado en la que los pilotos bromeaban entre ellos segundos antes de darse cuenta de la inminencia de la tragedia. Se esfuma así la posibilidad de someter a la controversia de un juicio oral los factores técnicos y los actos humanos que provocaron el desastre y aplicar la ley en consecuencia.
Los familiares de las
víctimas, que siempre han tenido a gala subrayar que no buscaban
venganza ni recompensa económica y que sólo deseaban que se
aclarase lo sucedido para que no se repita, descubren incrédulos que
sus justas demandas no tienen respuesta; los pilotos, estigmatizados
por el fallo de la Audiencia, creen que un accidente como aquel se
puede repetir y añaden que ni la Justicia ni las autoridades de
aviación civil españolas han estado a la altura del caso.
Mientras, los ciudadanos de a pie nos quedamos atónitos al comprobar
cómo un accidente de aquella magnitud se sustancia judicialmente con
tanta ligereza y nos preguntamos si podemos seguir confiando en los responsables de la
seguridad aérea de este país.
Un día antes del fallo
de la Audiencia madrileña, el nuevo presidente del Consejo del Poder
Judicial y del Tribunal Supremo, Gonzalo Moliner, prometía
solemnemente en la apertura del año judicial hacer “todos los
esfuerzos” para que los ciudadanos recuperen la “confianza en la
Justicia”. Después de decisiones como la de ayer lo va a tener,
como poco, muy difícil.
Carrillo: hasta la última calada

Mis primeras noticias de Santiago Carrillo se las debo a Radio España Independiente, La Pirenaica, que los españoles escuchaban en el máximo secreto y muertos de miedo para intentar saber algo de lo que ocurría en el país en el que vivían. Franco la terminó diñando y los acontecimientos se precipitaron: Carrillo con peluca en la frontera, Carrillo detenido, su partido legalizado y sonoro ruido de sables en los cuarteles.
Superados aquellos primeros momentos convulsos y de máximo riesgo, empezó la Transición de la dictadura a la democracia y Carrillo se dejó muchas plumas de la identidad de su partido por el camino con tal de evitar que los españoles volvieran a matarse entre sí: reconoció la legitimidad de un Adolfo Suárez nombrado por el Rey al que a su vez nombró Franco y renunció a la bandera tricolor y a la república. Muchos se sintieron traicionados y no tardaron en darle la espalda, a lo que él mismo ayudó al no mostrar en el seno del partido la misma cintura política que fuera.
Llegó la Constitución en la que la contribución de Carrillo fue
esencial y llegaron las primeras elecciones democráticas en 40 años.
Ahí se sitúa otra imagen imborrable para mi de Carrillo: la del
líder comunista en un multitudinario mitin en el viejo Estadio
Insular de Las Palmas de Gran Canaria con la grada curva a reventar y
acompañado de algún dirigente del PCE en Canarias de cuyo nombre no
consigo acordarme. El
reducido grupo de amigos que nos habíamos atrevido a acudir –
apenas habían pasado tres años de la muerte de Franco – estábamos
conjurados para no hablarle a nadie, y menos a nuestras familias, de
nuestra escapada política; cuando llegamos nos pareció que había
el doble de maderos
de
los que realmente había y sospechábamos que la grada estaba plagada
de agentes de la secreta.
Luego vendrían las elecciones de 1982 y la mayoría de los españoles prefirió al PSOE de Felipe González en detrimento del PCE de Santiago Carrillo, que había llevado la mayor parte del peso de la lucha contra el franquismo dentro y fuera del país. El fracaso en las urnas le obligó a abandonar la secretaría general y el PCE inició un lento y largo declive similar al de otros partidos gemelos, que se aceleró tras la caída del muro de Berlín en 1989. Los tiempos estaban cambiando profundamente.
Carrillo acaba de dejar una España que poco tiene que ver con la que
se encontró al regresar después de 38 año de exilio. Entonces,
conceptos como voluntad de diálogo, acuerdos y pactos estaban
cargados de contenido: se buscaban sin descanso hasta que se
alcanzaban y así fue posible la transición a la democracia, con
todas las imperfecciones que se quieran enumerar ahora desde la
distancia y la tranquilidad que proporcionan ver aquellos hechos con
tanta perspectiva histórica; hoy, esos conceptos apenas llegan a la
categoría de catálogo de buenas intenciones para la galería y, tal vez por eso, los
políticos son hoy una de las principales preocupaciones de los
españoles.
Salvando las distancias y las circunstancias, si en la España de hoy
existiera sólo la mitad del convencimiento de que de las situaciones
más complicadas se puede salir por la vía del diálogo y el acuerdo
como se salió de la dictadura o de la crisis económica de entonces
a través de los Pactos de La Moncloa, las perspectivas para nuestro
país serían mucho más esperanzadoras. Carrillo vivió su larga e intensa vida como se fumó sus sempiternos
cigarrillos: hasta la última calada. Ahora que el último se ha
consumido casi entre sus dedos, se apaga también la vida de un
hombre que puso la reconciliación de los españoles por encima de
los intereses de su partido y que protagonizó en primera persona,
para lo malo y para lo bueno, casi un siglo de la historia de España.
Conviene tenerlo siempre muy presente en un país de tan corta
memoria histórica.
Aguirre o la cólera del PP
En un país en el que el
verbo dimitir aplicado a la clase política está a punto de
desaparecer del Diccionario por desuso, que lo conjugue un animal
político como Esperanza Aguirre sólo puede causar conmoción, respeto y un punto de admiración. Sin
embargo, una vez superado el impacto inicial, las reacciones se
dividen en varias categorías.
Por un lado están los
que han brindado con lo que tenían a mano porque al fin se va la
lideresa del ala más ultraconservadora del PP, la menos democrática
en las formas y en el fondo y la más férrea defensora de recortar
todo lo que se ponga a su alcance y huela a servicios públicos. Enfrente se sitúan los
integrantes de lo que podríamos llamar el cocido party,
huérfanos desde ayer de quien ha sabido expresar en voz alta y sin
complejos todo lo que comparten con ella pero no se atreven a decir en
público.
Y
luego tenemos a los esperanzólogos, subespecie
analítica que lleva horas escudriñando los gestos y leyendo entre
líneas para averiguar qué hay realmente detrás de la dimisión. No
se creen – y tal vez no les falte razón – que sean sólo razones
de salud y familiares las que han llevado a la dimisión de Aguirre.
Suponen unos que la ex presidenta no puede soportar más a Rajoy, que
la relegó en favor de su eterno rival Ruiz Gallardón y que, en
contra de su forma de ser, nunca dice lo que piensa.
Hay quien ve en la marcha de Aguirre un choque de trenes por asuntos como el “caso Bolinaga” o la subida del IVA contra la que ella tanto luchó, sin contar el recortazo presupuestario de 1.000 millones de euros que le aplicó el Gobierno a su comunidad autónoma. Son cosas que Aguirre no perdona que, unidas a las razones explicitadas en la rueda de prensa de ayer, podrían explicar su abandono de la primera línea política.
La
conclusión a la que llegan muchos de estos esperanzólogos
es
que realmente Aguirre no ha dicho adiós sino hasta luego y que
ahora, mientras se cuida y cuida de su familia, esperará sentada a
ver pasar los cadáveres políticos de sus enemigos, Rajoy entre
ellos, arrastrados por el tsunami de la crisis.
Entonces
podría hacer recuento de sus fuerzas y, en caso de considerarlas
suficientes, intentar de nuevo el asalto a las altas torres de Génova
y después a las de La Moncloa. Hasta podría imaginarse el slogan de
la campaña: “Aguirre o la cólera del PP”.
Ni
pongo ni quito Esperanza y respeto su decisión y sus razones para dar un paso atrás ¿o a un lado?. No obstante, si pudiera le recomendaría a esta mujer de hierro que haga
un esfuerzo para olvidarse definitivamente de la política, que da muchas cornadas y es muy ingrata. Sé que
sería muy duro para ella después de 30 años en la primera línea
de fuego, pero estoy convencido de que su salud y su familia se lo
agradecerían. Muchísimos españoles también.
La margarita del rescate
Continúa Mariano Rajoy
deshojando la espinosa margarita del rescate de España: lo pido, no
lo pido, lo pido. Semanas llevamos así con este juego mareante en el
que el presidente dice una cosa en España - “a lo mejor no hace
falta pedirlo” o “tengo que pensarlo bien y hablarlo con mucha
gente” - y otra fuera - “parece que no habrá más remedio que
pedirlo”.
Fiel a su estilo de
tancredismo político, Rajoy parece seguir esperando a que la prima
de riesgo se relaje un poco más, a que la economía dé alguna señal
de recuperación – vana esperanza con los recortes aprobados y los
que se anuncian para las próximas semanas – o a que pasen las
elecciones gallegas. En definitiva, espera a que el toro del rescate
pase de largo sin hacerle mucha pupa política más de la que ya le
están haciendo sus medidas
Puede incluso que
encuentre en Angela Merkel una inesperada aliada para no pedirlo y
evitarse así el estigma político y económico que caería de
inmediato sobre él, su gobierno y su partido. Circulan ya algunas
teorías según las cuales, a la canciller, a las puertas de unas
elecciones trascendentales, no le apetece lo más mínimo tener que
volver a convencer a su partido, a sus socios, a su parlamento y a
sus ciudadanos de que hay que desembolsar una importante cantidad de
millones de euros para sacar de apuros a los derrochadores
españoles, como ha tenido que hacer ya con griegos, irlandeses y
portugueses.
Pero que nadie se llame a engaño: que España no pida finalmente el rescate integral tampoco importa mucho más allá del coste político que la petición tendría para el Gobierno y para el PP, ya estigmatizados por el rescate bancario. De hecho, mientras Mariano Rajoy deshoja la margarita o hace como que la deshoja, su ministro de Economía ha anunciado inminentes nuevas “reformas” - vulgo recortes – para cumplir con el objetivo de déficit de este año.
Dicho en otras palabras:
España está dispuesta a hacer todos los recortes que sean
necesarios y más – incluso antes de que se lo exijan los mercados
- con tal de evitar la palabra maldita. Que esa política de obsesión
por el control del déficit sin acciones compensatorias de
reactivación económica siga conduciendo a España por el mismo
camino que transitan ya griegos y portugueses parece que es lo de
menos para el PP, convencido de que los españoles sabremos
agradecerle a Rajoy tanto bien como nos está haciendo con sus
medidas – Cospedal dixit. Y de lo del rescate ya nos enteraremos a
su debido tiempo; sólo es necesario estar atentos a la prensa
alemana.
Cadena perpetua encubierta
Prepara el Gobierno la
enésima reforma del Código Penal cuando aún no se han cumplido dos
años desde la entrada en vigor de la anterior y cuando ya rondan la
treintena las que se han aprobado en la etapa democrática. No es
cierto por tanto, como dice el ministro Ruiz Gallardón sin
sonrojarse y para justificar esta nueva vuelta de tuerca, que el
actual Código Penal apenas haya experimentado cambios desde el siglo
XIX.
Porque una nueva vuelta
de tuerca es lo que anuncia el Gobierno para un sistema penal que no
ha cesado de endurecer las condenas, no siempre de manera
justificada, en los últimos años. En esa línea va también la
nueva reforma que tiene como nueva pena estrella una de las promesas
electorales del PP - la única que parece dispuesto a cumplir hasta
la fecha -, la implantación de la prisión permanente revisable
para homicidios terroristas y de menores, entre otros delitos.
Estamos ante otro de los eufemismos que tanto gustan al Gobierno y
con los que intenta ocultar la realidad porque, en este caso, de lo
que se está hablando es de cadena perpetua de hecho.

No es casualidad sino todo lo contrario que esta reforma se anuncie la misma semana en la que arrecian las críticas al Gobierno desde el propio PP por la excarcelación del etarra Bolinaga y cuando el “caso Bretón” sigue acaparando titulares y sensacionalismo televisivo. Subido en la ola de la alarma social que provocan casos como esos y otros parecidos, el Gobierno busca calmar las aguas y dar respuesta a un segmento de la sociedad que coincide en gran medida con el perfil electoral del PP y que está convencido de que sólo endureciendo mucho más las penas ese tipo de hechos no se repetirán, aunque la experiencia diga la contrario.
Tampoco es casualidad
que, coincidiendo con las crecientes protestas por la crisis y los
recortes sociales y laborales, el ministro incluya en su reforma un
agravamiento de las penas por acciones derivadas de manifestaciones y
otros actos de protesta. Por ejemplo, se modifica la definición de
"alteración del orden público" para incluir en ella "una
referencia al sujeto plural y a la realización de actos de violencia
sobre cosas y personas".
El Ministerio de Justicia
asegura que "se castigará la difusión de mensajes que inciten
a la comisión de algún delito de alteración del orden público".
La guinda la ha puesto el propio Ruiz Gallardón al asegurar que la
modificación del Código Penal "no puede preocupar a nadie que
no agreda a los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del
Estado". Se olvida sin embargo el ministro de los delitos de
cuello blanco, del saqueo de las arcas públicas, del trinque de los
directivos bancarios y de los que se ríen de Hacienda. Tal vez en
otra reforma se incluyan también estas figuras, en el sentido amplio
del término.Ahora no parece ser el momento.
Cuando esta nueva e innecesaria reforma salga
adelante, España tendrá la legislación penal más dura de la Unión
Europea y seguirá siendo uno de los países europeos con mayor
número de presos en sus cárceles y en donde más años de prisión
se cumplen, por mucho que la percepción social no sea esa. Como
sigamos endureciendo el Código Penal para agravar las condenas a
golpes de titular y alarmas sociales – comprensibles pero que no
pueden convertirse en la guía de las reformas de un Código que debe
tener vocación de permanencia – llegará un momento en el que sólo
nos quedará recurrir a la ley del talión.
Re(in)sidencia aérea
El Partido Popular vuelve
a meter la pata hasta más arriba del corvejón. No satisfecho con
obligar a los residentes en Canarias a hacer cola en los
ayuntamientos para obtener un certificado que lo acredite y acogerse
así a los descuentos en los billetes aéreos y marítimos, se acaba
ahora de sacar de la manga una moción que ha disparado todas las
alarmas.
Aprobada ayer en el
Senado con el único apoyo del PP – están tardando los senadores
populares canarios en dar explicaciones sobre su apoyo a la
iniciativa -, la moción de marras propone que se mantengan esas
subvenciones “si hay disponibilidad presupuestaria”, es decir, si
hay dinero en la caja. La coletilla de la “disponibilidad
presupuestaria” abre la puerta a un recorte de la partida con la
que se abonan esas subvenciones e incluso a su total supresión en el
peor de los casos. Alegan los dirigentes populares que la alarmante
coletilla figura en todas las mociones con contenido presupuestario
porque estamos en una época en la que hay que mirar con lupa en qué
se gasta el dinero público y juran en arameo que la subvención no
corre peligro.
Si es así, cabe
preguntarse qué necesidad había de presentar una moción que,
además, contradice otra aprobada en junio y en la que el PP se
abstuvo, en la que se insta al Gobierno a mejorar las conexiones
aéreas y marítimas de Canarias. Es cierto que las
mociones no obligan legalmente al Gobierno pero sí reflejan con
claridad las intenciones de quienes las presentan y las defienden, en este caso el PP. Y esas intenciones no parecen augurar nada bueno para los
que residimos en islas a 2.500 kilómetros de distancia del
territorio peninsular y no disponemos de otros medios para movernos
en nuestra comunidad o conectarnos con el resto del país que el
barco o el avión.
Algo tan elemental que
hasta suena a perogrullada no lo entienden en cambio ciertos
políticos populares mesetarios – véase el caso del ínclito
alcalde leonés que arremetió contra esas subvenciones a propósito
del conflicto minero - que sólo parecen ver en los residentes en
Canarias a parásitos del presupuesto público a los que es
imprescindible extirpar de raíz en aras de los recortes tan en boga.
Es creciente la sensación de que la ministra de Fomento, Ana Pastor, comparte
también ese prejuicio. Su empecinamiento en
obligar a los canarios a obtener el certificado de residente para
acogerse a las subvenciones aéreas y marítimas, no sólo nos
retrotrae a la prehistoria de la era informática causando gastos y
molestias innecesarias a los ciudadanos, sino que ha terminado
arrojando sobre ellos un manto de sospecha de fraude generalizado que
ha obligado a algunos pesos pesados del Gobierno, empezando por el
ministro Soria, a pedir perdón por el desatino, la torpeza y la
improvisación.
Fraude que, por otro
lado, el Gobierno español ni ha demostrado, ni cuantificado ni
explicado quién lo comete, ni mucho menos el porqué deben ser los
ciudadanos los que tengan que cargar con la prueba de su inocencia.
Tal vez si el Gobierno pusiera el mismo empeño en perseguir el
fraude fiscal con mayúsculas en lugar de promulgar ofensivas e
inútiles amnistías fiscales, las cosas le irían mucho mejor al
país.
Se impone que el Gobierno
explique con claridad qué piensa hacer con las bonificaciones y, en
el supuesto de que las mantenga, para qué siglo cree que tendrá a punto el sistema telemático que permita acreditar la residencia
sin necesidad de retroceder a la época del “vuelva usted mañana”.
Sobre todo por no hacer cola inútilmente e ir pensando ya en la
posibilidad de recurrir a los cayucos y a las balsas.
Vamos a ver, dijo un ciego
Anuncian las petroleras
españolas – REPSOL, CEPSA y BP – que van a hacer un esfuerzo
para que bajen los precios de
los combustibles. Confío en que no se hernien y quiebren en el
intento, no vaya a ser que tengamos que rescatarlas como a los
bancos, ahora que alguna de ellas se ha convertido incluso en un símbolo patrio. Lo dijeron ayer poco antes de reunirse con el ministro
Soria, que anda el hombre agobiado con los disgustos que le están
dando el déficit de tarifa eléctrica y la meteórica subida de los
precios de la gasolina, entre otros agobios.
Previamente,
el propio Soria había dicho en el Congreso que como las petroleras
no se avengan a razones y recorten sus márgenes de beneficios –
los más altos de la Unión Europea – se van a enterar de cómo se
las gasta el Gobierno en una época de crisis como la actual en la
que todos tenemos que arrimar el hombro para - ya
saben – crecer y crear empleo. Amenaza
incluso el Gobierno con un incremento de la presión fiscal vía
céntimo verde o
medida similar que se aplicaría sobre los beneficios de las
compañías.
Confía
en que de llegar a tomar una medida como esa - que está por ver –
su impacto no se traslade a los precios en las estaciones de servicio
– no me imagino cómo - hasta el punto de que llenar el depósito
del fotingo salga más caro que hacerlo con Don Perignon. De vigilar
cómo se forman los precios de los combustibles que pagamos los
curritos en la gasolinera no ha dicho nada el ministro, ni de
investigar ese extraño fenómeno por el cual los precios suben a la
vez en todos lados y en una cuantía similar; pareciera como si las
petroleras se hubiesen puesto de acuerdo bajo cuerda para
incrementarlos anulando la competencia entre ellas por la vía del conchabo. Mas, no debe pensar el ministro que tal cosa esté
ocurriendo ni que ello sea motivo para una sanción ejemplar.
Mentarle
esas cosas tan feas e impopulares a las petroleras y a otras grandes
empresas es como nombrar la soga en casa del ahorcado y no me cabe
duda de que, para evitarlo, pondrán cara de ser buena gente y
prometerán el oro negro y el moro si hace falta. Otra cosa es lo que
ocurra realmente en la práctica en un sector en el que la ley de la
gravedad funciona el revés: todo lo que sube nunca baja o, si lo hace, nunca en la misma proporción en la que ha subido.
Me
malicio, no obstante, que lo más que le preocupa a Soria no es tanto
que los desafortunados que no disponemos de coche oficial tengamos
que dejarnos una buena parte de nuestro sueldo en la gasolinera. Creo
más bien que la preocupación viene por la subida meteórica del
IPC a cuenta precisamente de los carburantes, con lo que eso puede
implicar para las cuentas públicas a la hora de revisar las
pensiones en noviembre.
Ahora
que, por mucho que Rajoy lo niegue, llegan desde Bruselas mandatos
cada vez más nítidos sobre la necesidad de revisar el sistema de
pensiones, el Gobierno se ve en la necesidad de hacer como que hace
algo con el fin de parar la escalada de precios de las gasolinas y
las petroleras simulan que van a hacer algo para darle gusto al
Gobierno.
Los que no tenemos más remedio que acudir a las gasolineras deberíamos ir pensando en la bicicleta o en el coche de San Fernando; los pensionistas, por su parte, que vayan haciéndose a la idea de otro hachazo porque, como
dijo un ciego, vamos a ver.
Cataluña enseña las uñas
La multitudinaria
manifestación independentista de ayer en Barcelona – 600.000
manifestantes según el Gobierno central, 1,5 millones según los
Mossos y 2 millones según los convocantes – es un serio toque de
atención al Gobierno de Mariano Rajoy más allá del ineludible
baile de cifras. Alentada y respaldada por el Gobierno de la
Generalitat, si una cosa ha puesto de manifiesto esta marcha es que
el Estado autonómico empiezan a saltar por las costuras que la
Constitución de 1978 pretendió dejar bien cosidas. El tiempo ha
demostrado que no es así y que resulta cada vez más perentorio
pensar en un nuevo traje en lugar de remendar el viejo por la vía de la
recentralización que propugna el PP, que sí supone un riesgo
verdadero de ruptura.
Es cierto que la
manifestación de ayer es la respuesta – contundente - ante la
negativa del Gobierno español a negociar el pacto fiscal que exige
la Generalitat, por más que las dimensiones de la demostración
pública del descontento hayan superado con creces las propias
previsiones del Govern que ahora deberá gestionar esta
reivindicación independentista.
Pero también lo es que,
detrás de esa protesta, anidan intereses políticos y económicos
poco solidarios con el resto del país en una situación de crisis
tan dramática como la actual. Sin olvidarnos de que
la llama independentista le permite a Artur Mas desviar la
atención sobre sus durísimos recortes derivados del descontrol en
las cuentas públicas. Todo ello, sin entrar a analizar
ahora cuál podría ser el futuro de un Estado catalán independiente
que tendría que solicitar su ingreso en la Unión
Europea y contar con la unanimidad de todos sus miembros para ser
aceptada.
Sin embargo, el envite
independentista de ayer no sólo está ahora en los tejados de la
Generalitat y de las fuerzas políticas soberanistas; también está
en el del Gobierno español con su presidente a la cabeza, que no
puede despachar con un desdeñoso no es el momento de líos ni
algarabías un asunto de este
calado político. Es evidente que el apoyo del PP a CIU en Cataluña
y de los nacionalistas catalanes a Rajoy en Madrid pone a ambas
fuerzas políticas en una situación incómoda pero, tal vez por eso,
favorable también para el encauzamiento de la situación. Algo
tendrá que decir también el PSOE, además de las ambigüedades
previas a la manifestación de ayer.
La
Constitución fija la organización política del Estado pero ello no
implica que su reforma deba ser tabú para los partidos políticos –
para responder al dictado de los mercados no lo fue en absoluto y se
cambió de la noche a la mañana.
Cada
vez parece más evidente que únicamente explorando la vía federal
puede tener alivio la dinámica de tensión permanente que viene
presidiendo desde hace años las relaciones entre el Gobierno central
y las comunidades autónomas, mucho más acusada a raíz de la crisis
económica – véanse también los casos del País Vasco o de
Canarias.
Resolver
los problemas empieza por afrontarlos, no por minimizarlos,
despreciarlos, demorarlos o esconderlos. Si hay voluntad y altura
políticas no faltarán instrumentos para lograrlo.
Mariano Tancredo Rajoy
Cinco avezados
periodistas no fueron capaces anoche de arrancarle un titular
medianamente potable al presidente Rajoy en la entrevista que le
hicieron en Televisión Española. Y no es que les faltaran tablas y
hasta colmillo retorcido a la mayoría de los entrevistadores, es que
cuando uno no quiere ni cinco ni diez ni todo un país puede. Vano
esfuerzo el de la televisión pública que se pasó todo el fin de
semana autopromocionando la entrevista con Rajoy, la primera que
ofrece el presidente a una cadena de televisión desde que llegó a
La Moncloa. A la vista de los resultados, mejor hubiese programado
un capítulo de Cuéntame.
Las
respuestas de Rajoy, en un tono que pretendía ser didáctico pero
que en la mayor parte de las ocasiones se quedó en un mero
encastillamiento en sus posiciones ya de sobra conocidas, no sólo
decepcionaron sino que no arrojaron la más mínima luz sobre lo que
se propone hacer el presidente en los próximos días o semanas en
asuntos como el tan traído y llevado rescate que él, por supuesto,
evitó llamar así o adoptó un tono desdeñoso cuando lo hizo.

Por
lo demás, sus razonamientos sobre el déficit – es
más importante recortar el déficit que eso que usted llama rescate,
le espetó a una de las periodistas – suenan ya a canción del
verano, al igual que esa insufrible cantinela de que todas las
medidas que su gobierno está tomando servirán para crecer
y crear empleo;
cuando se le preguntó por iniciativas que incentiven de verdad la
economía más allá de los recortes en el estado del bienestar,
entonó de nuevo el estribillo del control del déficit en el que
este hombre de fe inquebrantable en el masoquismo fiscal que predica
e impone su amiga Angela Merkel ve la panacea a todos los males del
país.
Su
reiterada promesa de que no tocará las pensiones – las
personas que tienen 80 o 75 años ya no pueden ponerse a buscar
trabajo ¡gran
razonamiento! - sonó a que efectivamente las tocará a la vista de
que, como él mismo tuvo que admitir, tampoco quería subir los
impuestos directos e indirectos, ni recortar en sanidad o en
educación o en servicios sociales y tuvo que hacerlo porque
no había más remedio si queremos controlar el déficit para que que se
crezca y haya enmpleo. ¡
Qué cansino puede llegar a ser este hombre!
Que
Rajoy esté muy
contento con
los resultados de la reforma laboral no debe sorprender a nadie
siempre que se crea en que cuando
la situación mejore la reforma será un elemento fundamental -
¿saben
para qué? - para
crecer y crear empleo. Nunca
lo hubiera imaginado.
Ahora
que el PP ha puesta en marcha la cruzada protaurina conviene recordar
aquí a Don Tancredo, torero de fama mundial cuyo estilo consistía
básicamente en salir al ruedo y subirse a una banqueta: allí
esperaba a que el bicho embistiera y que, con un poco de suerte,
pasara de largo. Y así actúa también Rajoy aunque con una
diferencia con respecto a Don Tancredo: desde la banqueta del
Gobierno, él azuza al toro para que cornee al respetable y aspira
encima a cortar orejas y rabo y a salir a hombros por la puerta
grande.
El sueño de Eurovegas
He soñado que era el
primer español que disfrutaba de Eurovegas, el paraíso terrenal que
nos ofrecen Sheldon Adelson y Esperanza Aguirre a los españoles . Me he visto ante uno
de los majestuosos casinos y he admirado la colosal estatua de 15
metros de altura de la presidenta en mármol de Carrara; enseguida me
he transportado a la descomunal sala de juegos en donde me ha dado la
bienvenida la sugestiva cacofonía musical de las tragaperras y el
dulce tintineo de los dolares, todo ello punteado por las voces bien
timbradas de croupiers recién llegados de Las Vegas: ¡Hagan guegou,
seniores! ¡Nou va másss!
Me he paseado por los modernos
restaurantes y me he deleitado anticipadamente con el menú:
hamburguesas con o sin queso, pollo frito con o sin papas y perros
calientes con o sin mostaza. Como no tenía hambre me he ido a dar
una vuelta por los teatros y salas de cine pero no he sido capaz de
decidirme entre David Bisbal, Julio Iglesias y Clint Eastwood. De
modo que he optado por explorar uno de los faraónicos hoteles del
complejo y alojarme en una de sus más de treinta mil habitaciones,
en donde hasta James Bond tardaría varios días en encontrarme.

Seguramente ha sido la mayor experiencia de Esperanza Aguirre a la
hora de esconder los libros de leyes y el BOE cuando lo requiere el
interés general - que es el caso – lo que ha animado al magnate
estadounidense a decantarse por Madrid para hacernos el regalo de
Eurovegas.
Considero fuera de lugar
que se diga que Adelsón prohíbe a sus empleados afiliarse a un
sindicato, organizaciones cegadas por el odio de clase e incapaces de
comprender el enorme privilegio que representa trabajar para este
self made man. Y
si la apertura de Eurovegas atrae prostitución, blanqueo de dinero y
gangsterismo como aducen otros, hay que recordar que toda idea de
progreso y desarrollo económico incluye siempre algunos pequeños
peajes que hay que asumir en beneficio del bien superior.
Para
otros es escandaloso que este señor siente sus reales en España
mientras en su país se le investiga por sobornar a funcionarios
chinos. Los que enarbolan estas críticas olvidan que nadie amasa una
fortuna de 20.000 millones de dólares levantándose diariamente a
las seis de la mañana para acudir a la oficina o a la obra.
Y luego están los que sacan a relucir que Adelson es el mayor donante del Partido Republicano de Estados Unidos. Desprecian la posibilidad de que los republicanos ganen las elecciones y, gracias a esas generosas donaciones económicas, podamos ver a Rommey y a Rajoy en buena compañía echando una partida en las tragaperras o jugándose los cuartos al póker en uno de los numerosos garitos de Eurovegas: ¿se imaginan como aliviaría eso la prima de riesgo y como mejoraría la confianza de los mercados en España?
Y luego están los que sacan a relucir que Adelson es el mayor donante del Partido Republicano de Estados Unidos. Desprecian la posibilidad de que los republicanos ganen las elecciones y, gracias a esas generosas donaciones económicas, podamos ver a Rommey y a Rajoy en buena compañía echando una partida en las tragaperras o jugándose los cuartos al póker en uno de los numerosos garitos de Eurovegas: ¿se imaginan como aliviaría eso la prima de riesgo y como mejoraría la confianza de los mercados en España?
En
mi sueño me veo abandonando el casino con dos grandes maletas
repletas de dólares. Junto a la estatua de Esperanza Aguirre dejo un
buen fajo de billetes para obras de caridad; en la salida le doy otro
fajo al portero para que envíe a sus hijos a la universidad, pague
algunos plazos de la hipoteca y compre las medicinas para su esposa
enferma. El hombre intenta agradecérmelo de rodillas y besándome la
mano, que yo retiro confundido.
Músicas para una vida - Eu sei que vou te amar
Una hermosa canción de amor llena de sencillez que dan ganas de cantar sin parar. La letra es de un personaje singular, el poeta, compositor y hasta diplomático Vinicius de Moraes, uno de los pilares esenciales de la música popular brasileña; la música es de otro de esos grandes pilares, Tom Jobim, y la voz la pone una de las más grandes cantantes brasileñas, María Creusa. Para escuchar y canturrear contemplando tal vez una puesta de sol, en buena compañía y, si se tercia, saboreando una caipirinha.........
Ryanair: cuando volar es una experiencia única
Nunca antes volar había
sido tan emocionante y más que se va a poner. Ryanair, la sin par
compañía irlandesa de bajo coste y bajos vuelos, exigirá a sus
pasajeros que lleven consigo un bidón de gasolina de 20 litros para poder embarcar. Para
evitar incomodidades y manchas en las manos y en la ropa, quienes lo
deseen tendrán la opción de pagar el combustible en el aeropuerto según la cotización que marque ese día el barril de Brent
más un sobrecoste del 50% por gastos de gestión. La aerolínea ha
advertido de que mientras sus pasajeros no presenten el bidón o lo
paguen en el momento de la facturación. el avión no podrá despegar.
La única pega es que se prohibirá llevar equipaje de mano – aunque, al fin y al cabo,
quién lleva equipaje de mano ni de ningún otro tipo con Ryanair -
con el fin de utilizar los compartimentos situados encima de sus
asientos para colocar el
respectivo bidón de gasolina y tenerlo siempre a mano en caso de
prioridad para el aterrizaje.

Al hacer la reserva online habrá que
adquirir una mascarilla de oxígeno y un chaleco salvavidas. Para
darle más emoción y suspense al vuelo, en lugar de explicar con voz
cansina y gestos mecánicos cómo se coloca la mascarilla o el chaleco, la tripulación recorrerá los asientos e irá
entregando ambas cosas a los pasajeros junto con
un pequeño manual de instrucciones en inglés y sin admitir
preguntas.
Aunque
de momento no será obligatorio, la web de Ryanair ya recomienda a
sus clientes llevar consigo un libro de oraciones y al menos un rollo de papel higiénico
ante la posibilidad de que en una improbable despresurización de la cabina el
pomo se les suba a la coronilla y lo pongan todo perdido. Si lo
necesitan, los olvidadizos y los optimistas que siempre creen que no
va a pasar nada podrán adquirirlo a bordo con un recargo del 75%.

De acuerdo a un modelo que se repartirá entre los pasajeros, estos deberán explicar que es rotundamente falso que los altos ejecutivos de la compañía presionan a los pilotos para que pongan poco combustible, que los aviones sean pocilgas voladoras llenas de chinches y que un vuelo sin una buena despresurización de la cabina es de las experiencias más aburridas que puede vivir un ser humano volador. Los más entusiastas pueden incluso dedicarle algún insulto a la indecisa y meditabunda ministra de Fomento y afearle haber dicho que se estudiarán sanciones y hasta la retirada de la licencia de vuelo a Ryanair.
Con
este trajín – colocar el bidón de gasolina, leer e intentar comprender las
instrucciones del chaleco y la mascarilla, comprobar que el oro
matón y
el papel higiénico están en su sitio, rezar el rosario y recitar las letanías, estar atento a cualquier
ruido sospechoso y escribir la carta – los pasajeros notarán que
el vuelo se pasará volando.
Una
vez finalizado éste - con suerte - sin incidentes de ningún tipo,
una vocecita enlatada les agradecerá haber volado con Ryanair y
expresará el deseo de la compañía de volver a verles nuevamente a
bordo. Ni lo dude, viaje de nuevo con ellos y deje atrás esos
soporíferos vuelos de otras compañías en los que casi nunca pasa
nada emocionante y en los que a los pasajeros se les trata
generalmente con correcta cortesía. Todo
eso ha pasado de moda: con Ryanair, volar puede ser una experiencia
única y tal vez irrepetible.
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