Cuando escuché a Cospedal decir sin tartamudear ni enredarse en “diferidos” y “simulados” que el PP ha garantizado el futuro de las pensiones, pensé inmediatamente en Bárcenas y en los corruptos de la trama Gürtel. También me vinieron a la cabeza los ministros Mato y Wert garantizando la universalidad, gratuidad y calidad de la sanidad y la educación después de haber recortado ambas a placer. Mediocridad y cinismo político a partes iguales en un partido que sigue gobernando a golpe de decreto ley después de prometer la regeneración de la vida parlamentaria.
¿Quién puede creerle ya? ¿Le creerán por ventura los pensionistas, muchos de los cuales seguramente le votaron, después de ver que “lo último que tocaría el Gobierno” tampoco escapa a los recortes? Porque un recorte en toda regla es lo que acaba de aprobar el Gobierno para las pensiones, cada día más lejanas, cada día más difíciles y cada día más raquíticas. Y lo ha hecho ignorando olímpicamente el Pacto de Toledo, sin diálogo ni búsqueda de consenso de ningún tipo a pesar de tratarse de un asunto que afecta al presente y al futuro de millones de ciudadanos.
El PP arremetió contra Zapatero por la reforma que ahora endurece y por la congelación de las pensiones que también ha aplicado. Mintió entonces y miente ahora, lo mejor que se le da a Rajoy y a los suyos en este y en tantos otros asuntos como el escándalo de los papeles de Bárcenas, al asegurar que el futuro de las pensiones está garantizado. Lo que está en realidad garantizado es que no hay nada garantizado excepto para aquellos que puedan suscribir un plan privado de pensiones, que en realidad es lo que busca esta reforma del PP y esperan impacientes los bancos y las aseguradoras.
Desazón permanente
La aplicación inmediata del coeficiente de sostenibilidad del sistema, eufemismo para definir el mecanismo de endurecimiento permanente del acceso a la pensión, abre un panorama de incertidumbre y desazón para los futuros pensionistas. Los que aspiren a prejubilarse después de haber cotizado un número razonable de años ya se pueden despedir de ese sueño salvo que acepten una pensión limosnera. La legión de jóvenes en paro por los que ahora se muestra tan preocupado el Gobierno, también pueden decir adiós a la posibilidad, no ya de prejubilarse con una pensión digna, sino incluso a jubilarse algún día con una pensión completa.
La reforma impide el relevo laboral al obligar a los trabajadores de más edad a continuar en el curro para tener derecho a una pensión de miseria. Alega el Gobierno que es muy alto el número de jubilaciones anticipadas, aunque en su mayor parte sean despidos pactados en grandes empresas como TVE, Telefónica o Iberia. Sin negar la necesidad de implementar medidas para que el coste de esas prejubilaciones no recaiga en el presupuesto, el Gobierno oculta que el gasto en pensiones en España está por debajo de la media europea y que la media de las pensiones en nuestro país ronda los 900 euros, con diferencias abismales entre comunidades autónomas. Con esa cantidad la inmensa mayoría de los pensionistas de este país ayudan a hijos y nietos en paro o que no encuentran trabajo, además de apoquinar por los copagos y repagos sanitarios.
La guinda
La guinda de este nuevo tajo a las pensiones futuras ha sido el endurecimiento de las condiciones para que los mayores de 55 años que hayan agotado la prestación por desempleo puedan acceder al subsidio. Nada tiene que ver la medida con la sostenibilidad de las pensiones pero el Gobierno la ha colado de rondón en lo que parece ser sólo un aperitivo de nuevos recortes en el tiempo y la cuantía del paro que, o mucho me equivoco, o no tardarán en llegar de nuevo vía real decreto.
Pero, por encima de las disquisiciones técnicas sobre esperanza de vida o proyecciones demográficas de las que se agarra el Gobierno, lo único cierto es que si no hay empleo tampoco puede haber pensiones. El problema es que el empleo ni está ni se le espera con la suicida austeridad que dicta Berlín y que Rajoy sigue servilmente a la espera de que Merkel se compadezca y afloje un poco el dogal del déficit, lo único que parece preocuparle a este hombre.
Son las cotizaciones a la Seguridad Social las que hacen sostenible el sistema, lo cual no debería impedir explorar otras vías adicionales de financiación de las pensiones mediante impuestos finalistas como se hace por ejemplo en Francia. En su conjunto, la reforma de la reforma de las pensiones que el Gobierno ha aprobado sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, es un nuevo clavo en el estado del bienestar que para cuando el PP deje el poder ya estará listo para ser sepultado y olvidado.
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