El nacionalismo canario se desenfoca

El vuelco político que ha producido la moción de censura ha dejado a los nacionalistas canarios - a los de izquierda y a los otros - descentrados con respecto al epicentro del nuevo panorama parlamentario. Al menos por esta legislatura, sus dos votos ya no serán decisivos para aprobar los presupuestos como ha ocurrido en los dos últimos años. Pedro Quevedo ya no será más el diputado 176 y Ana Oramas tendrá que hacer nuevas amistades entre la legión de ministras y algún ministro de Sánchez. Ambos se difuminan entre los 350 diputados de una cámara en la que cualquiera puede ser el diputado 176 o el 175. Pero la situación no es la misma para los dos: la diputada de CC es la peor parada después de su milagrosa conversión abstencionista, tras varios días proclamando que con los apoyos con los que pretendía contar Sánchez no estaba dispuesta a ir ni a la esquina. Fue conocer que el PNV iba a aprovechar la coyuntura para frenar en seco los picores electorales de Ciudadanos y le faltó tiempo para decir Diego donde había dicho digo. 

La suya fue la única abstención en una moción en la que, ante todo, se dirimía si Mariano Rajoy debía seguir en La Moncloa después de la sentencia de la Gürtel. El inesperado giro de Oramas ha escocido en las filas populares, hasta el punto de que su líder en Canarias, Asier Antona, no ha dudado en hablar de "bochorno" y ha vuelto a sacar a pasear la improbable moción de censura contra Clavijo. En CC y en el Gobierno canario se tientan ahora las ropas y le encienden velas a Sánchez a la espera de que el anuncio del PP de enmendar los Presupuestos en el Senado no cause demasiados daños colaterales en los acuerdos con Canarias. El nuevo discurso asevera que CC nunca dijo que no apoyaría la moción sino que no le gustaban las compañías que se iba a echar el líder socialista. Quien quiera salir de dudas solo tiene que repasar los periódicos de los días previos al debate de la moción para comprobar cuál fue la decisión de CC. 


Por si no tienen tiempo reproduzco literalmente una frase de la secretaria de Organización, Guadalupe González, al término de la reunión celebrada en Santa Cruz de Tenerife el domingo, 27 de mayo: "CC votará en contra de la moción de censura a Rajoy si la apoyan radicales y secesionistas". Será CC la que tenga que gestionar ahora las consecuencias de su camaleónica estrategia para restablecer las relaciones con el Gobierno central, después de un ejercicio de malabarismo político que ha enfadado al PP y ha llevado al PSOE a tildarlos de oportunistas. 

En cuanto a Nueva Canarias, su posición en el nuevo escenario político es algo más desahogada: desde el primer momento anunció su apoyo a la moción aunque solo unos días antes Román Rodríguez hizo viajar a Rajoy a Canarias para firmar el acuerdo presupuestario al que el líder de los "nacionalistas de izquierda" le está sacando más rendimiento que a un pozo de petróleo. Luego, Quevedo no lo dudó un momento para añadir su voto a los de los censurantes y poner su granito de arena en la defenestración del presidente. 

No sé si Pedro Quevedo habrá hecho méritos suficientes para figurar de nuevo en las listas del PSOE cuando Sánchez tenga a bien llamar a las urnas. Pero, a diferencia de CC, ha quedado en el campo de los ganadores y eso siempre es una baza a favor. Podría decirse del estrellato político  de ambos en estos dos últimos dos años que fue bonito mientras duró gracias a una coyuntura - la de la aritmética parlamentaria - que no es fácil que se repita. Esos dos votos, a pesar de no estar unidos, han conseguido para Canarias algunos avances que sería de ciegos no valorar en su justa medida. El gran drama es que la solución de los problemas de una comunidad singular y de modesto peso político y económico en el conjunto del estado como la canaria, dependa mucho más de la calculadora parlamentaria y de los juegos de alianzas que de la justicia de sus reclamaciones. 

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