Para la inmensa mayoría
de los españoles el nombre de Gerardo Díaz Ferrán quedará
asociado para siempre a la imagen de miles de pasajeros abandonados a
su suerte en la Navidad de 2009 por la quiebra de Air Comet, la
compañía aérea del entonces presidente de la patronal española,
que siguió vendiendo billetes a sabiendas de que un juez había
ordenado inmovilizar los aviones por las deudas impagadas de la
empresa. Encima tuvo el cinismo de asegurar que él “nunca habría
volado con Air Comet” y despejó así cualquier duda que pudiera
quedar sobre su catadura moral. Es seguro que los damnificados por
aquel atropello de sus derechos habrán tenido a Díaz Ferrán muy
presente en sus maldiciones hasta la fecha presente.

En la lista
de humillados y ofendidos por las prácticas empresariales de este
personaje debe incluirse también a los argentinos, con cuya compañía
aérea de bandera se quedó Díaz Ferrán y para cuyo saneamiento
recibió una generosa aportación del gobierno de Aznar, el destino
final de la cual nunca ha quedado claro.
En sus oraciones en estos
momentos de tribulación estará en cambio para políticos como el propio
Aznar o Esperanza Aguirre – de la que en un rapto de entusiasmo
desbordado calificó de “cojonuda” - a cuyas campañas políticas
contribuyó económicamente con espléndida generosidad. No es de
extrañar cuando, nada más hacerse con la presidencia de la CEOE –
algo de lo que el vitalicio presidente saliente José María Cuevas
siempre se arrepintió - , aseguró que “la mejor empresa pública
es la que no existe”, una de sus muchas frases lapidarias con las
que jalonó su trayectoria empresarial y su ideología política,
hermana gemela de la de los beneficiarios de sus muy interesadas
aportaciones económicas.

De forma paralela
proliferaban los escándalos y los desastres de gestión en las
empresas de Díaz Ferrán, hasta que el patrón de patrones se vio
obligado a convocar elecciones y abandonar de muy mal grado la
presidencia de la CEOE, en la que se había escudado hasta entonces para tapar sus pufos. Ahora se sabe lo que se sospechaba: que
ocultaba bienes para no pagar sus deudas – vulgo chorizo -, que
tenía propiedades inmobiliarias en varios países y otros bienes de
lujo como coches y yates y que ocultaba en Suiza casi 5 millones de
euros, mientras los damnificados por sus tropelías siguen sin
cobrar.
Él, que nunca fue amigo
de pagar impuestos aunque se desgañitaba pidiendo que el Gobierno los
bajase, está ahora en manos de la Justicia y será ésta la que
decida su suerte. Confiemos en que sea justa y haga recaer sobre él
todo el peso de la Ley. Y confiemos también en que el Gobierno no se
deje llevar por la afinidad ideológica y no caiga en la tentación
del indulto, al que tan aficionado se ha hecho, de un
personaje que ha sido nefasto para los trabajadores y los usuarios de
sus empresas, para la imagen de la clase empresarial y para la moral
social de todo un país.
Todavía quedan muchos "San Martín" que, como este, seven desde muy lejos. Esta temporada el precio del chorizo, el jamón y la morcilla va estar "tirao", va haber mucho en el mercado. Vaya fauna (no me refiero a los pobres cerdos)
ResponderEliminarEmilio González Déniz
Está la granja a rebosar aunque creo que, tarde o temprano, les irá llegando su San Martín
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