En un intento inútil de escapar a los espías de Método 3 giro la vista más allá de las fronteras de la corroída España y descubro con sorpresa que Chávez ha vuelto a casa. Como un Ulises moderno que retorna a la patria después de una larga y dura lucha contra el cáncer, el peor de los troyanos, el comandante ha vuelto a Venezuela. Él, al que tanto le apasionan las cámaras de televisión, ha retornado al hogar a esa hora indefinida en la que se mezclan la noche y el día y lo hemos sabido a través de Twitter, el moderno Mercurio portador de las noticias buenas, regulares y malas.
Con lo que se sabe sobre su estado de salud después de dos meses en Cuba luchando contra el cáncer y ni un solo parte médico merecedor de ese nombre, es imposible determinar si el retorno del mítico héroe bolivariano es una noticia buena, regular o mala. Todo dependerá de quién la valore y con qué objetivos y esperanzas. Para el caso no es lo mismo preguntarle a un chavista, a un opositor o un escéptico.
En cualquier caso, lo cierto es que el hermetismo con el que el gobierno venezolano sigue rodeando el estado del presidente es el perfecto caldo de cultivo para que hayan empezado a rodar toda suerte de bulos y rumores sobre la suerte del guerrero Chávez y su denonado combate contra la enfermedad. Ante la ausencia de información convincente y las toneladas de propaganda, las comidillas incluyen a una supuesta enfermera que asegura haber visto a Chávez entrar por su propio pie en el hospital.
Más allá hay quien sospecha que el presidente regresa a su patria para morir cerca de los suyos porque su estado de salud es terminal y nada más se podía hacer por él en Cuba. Complementaria de la anterior es la interpretación de quienes ven en su regreso un intento de pilotar la sucesión de su delfín Maduro ante una eventual convocatoria electoral si finalmente no puede asumir la presidencia que tiene pendiente desde el pasado diez de enero gracias a la flexibilidad con la que la Corte Suprema interpretó su ausencia en la fecha fijada constitucionalmente.
Mientras estos bulos, rumores e interpretaciones circulan por las redes sociales y los medios, el Gobierno venezolano, en lugar de desmentirlos o confirmarlos, opta por la bruma mitológica de la propaganda y por jalear a sus partidarios en una especie de huída hacia delante sin meta conocida. Un día después del regreso de puntillas de Chávez a su país y dos días después de que se hiciera pública una foto suya y de sus hijas leyendo un periódico en La Habana, el Gobierno no ha explicado aún quién tomó la decisión de la vuelta y por qué motivos; tampoco ha comunicado a los ciudadanos cuál es el verdadero estado de salud del presidente y no ha aclarado si está o no en condiciones de asumir el cargo ni cuál será el paso siguiente en el supuesto de que no lo esté.
En donde debería haber información clara y detallada sobre un asunto vital para el futuro del país, sólo hay proclamas populistas, artículos de fe y ataques a la oposición, que también representa a una parte nada desdeñable de los venezolanos. Ante la incertidumbre política en la que sigue sumido un país con serios problemas económicos y un evidente vacío de poder, el único argumento del Gobierno es aferrarse como a un clavo ardiendo a una suerte de mensaje providencial para consumo populista interno: ¡Ulises ha retornado a la patria! ¡Estamos salvados!
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