Es un tópico acusar a la Iglesia Católica de tardar siglos en amoldarse a los tiempos y aceptar los cambios sociales. Salvando las distancias, la Unión Europea también parece ir en burro cuando se trata de responder a las demandas de los ciudadanos y sólo acelera cuando se trata de evitar el desplome de la banca y dar satisfacción a los mercados. Ahí tenemos a los hombres de negro hurgando en los balances de los bancos españoles para decidir si nos someten a una nueva tanda de recortes y apretándoles a placer las tuercas a griegos, portugueses, chipriotas e irlandeses.
Pero cuando de lo que se trata es de echarle una mano a los ciudadanos ahogados cuando no directamente estafados las cosas de palacio empiezan a ir a paso de burro. Dos ejemplos lo avalan. Hace apenas unos días el Parlamento Europeo aprobó una nueva directiva comunitaria para fortalecer la protección ante los bancos de los consumidores con hipoteca. No crean que se trata de nada revolucionario que incluya demandas como la dación en pago. Nada de eso, no vaya a resentirse el delicado sistema financiero. Establece, eso sí, que los ciudadanos dispondrán de una semana para arrepentirse de lo firmado o para pensárselo antes de firmar.
Y poco más, salvo mucha literatura sobre la obligación de los bancos de informar con todo detalle de las condiciones de la hipoteca. Con todo y a pesar de lo timorata que es la directiva en cuestión, los estados no estarán obligados a adaptarla a sus respectivas legislaciones nacionales hasta dos años después de su aprobación definitiva, aunque los tribunales de justicia podrán apoyarse en ella en sus sentencias. Todo esto cuando en países como España son ya decenas de miles las familias desahuciadas o en riesgo de desahucio, por no mencionar los suicidios por esta causa. Deberían explicarles de qué les va a servir a ellas esta directiva y si verdaderamente servirá para las que puedan verse en el futuro en su misma situación.
Lo mismo tendrían que hacer respecto a otra iniciativa que también llega tarde. La Comisión Europea ha terminado por fin de creerse que los bancos actuaban conchabados para manipular el euribor que fija el interés de las hipotecas variables. Tal manipulación ha perjudicado a millones de ciudadanos europeos, sin mencionar la estafa que suponen las cláusulas suelo a las que en España han tenido que ponerle coto los tribunales ante la pasividad de un Gobierno siempre preocupado por la sacrosanta estabilidad del sistema financiero.
Ahora empezará el largo trámite burocrático para aprobar un reglamento en el que está previsto que sea un organismo comunitario ajeno a los bancos el que fije ese indicador. Prevé también multas muy severas para quienes hagan trampas, aunque ya los bancos tramposos han aceptado pagar cifras millonarias por jugar con las cartas marcadas, a buen seguro de que ha sido mucho menos de lo que se han embolsado engañando a los consumidores a los que nadie les devolverá el dinero estafado. Así las cosas, sí hay una diferencia notable entre la Unión Europea y el papa: mientras la primera va en burro el segundo lo hace al menos en un 4 Latas.
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