La primera página del Libro Gordo de Petete del sistema capitalista dice que sin consumo no hay economía. Si ni usted ni usted ni usted ni yo gastamos en lo que debemos, en lo que no debemos y hasta en lo que no podemos permitirnos, los engranajes del tinglado se oxidan y la locomotora peta. Si no nos dejamos el salario y el crédito en las tiendas, la caja pública crea telarañas, los empresarios despiden a los empleados y los bancos les dan con las puertas en las narices cuando les piden un crédito para seguir tirando a ver si escampa.
Más o menos eso es lo que le ocurre a la economía española desde hace unos años, que nadie se gasta lo que no tiene ni pide prestado porque o no se fían de él o él no se fía de poderlo devolver. Sorprende que los adelantados ultraliberales que nos gobiernan no lo vean claro o a lo mejor es que no fueron a clase el día que lo explicaron. Lo cierto es que todo lo que idean parece pensado más para atascar definitivamente la maquinaria del consumo que para hacerla funcionar y, con ella, el resto de las poleas y tornillos de este perverso sistema económico en el que ser quivale a consumir, pero ese es otro debate.
Lo último que se les ha ocurrido hacer es mantener congelado el año que viene el salario de más de 2,5 millones de funcionarios, con lo que van ya cuatro años seguidos en los que los ya vilipendiados trabajadores públicos ven impotentes menguar sus sueldos.
Añadan que el año pasado se quedaron sin paga de Navidad, lo que repercutió negativamente en las compras de “fechas tan señaladas”, y en 2010 el gobierno anterior redujo lindamente un 5% los salarios con las críticas, por cierto, de los que luego en el poder han usado la tijera de podar el estado del bienestar más grande de la historia reciente.
Añadan que el año pasado se quedaron sin paga de Navidad, lo que repercutió negativamente en las compras de “fechas tan señaladas”, y en 2010 el gobierno anterior redujo lindamente un 5% los salarios con las críticas, por cierto, de los que luego en el poder han usado la tijera de podar el estado del bienestar más grande de la historia reciente.
Encima de apaleados salarialmente, los funcionarios y empleados públicos en general tienen que aguantar argumentos del tipo de “no se quejen, que al menos tienen trabajo”, cuando en realidad el sector público español envió el año pasado al paro a más de 200.000 trabajadores. Claro que entre ellos había profesores, médicos o enfermeros, al fin al cabo personal perfectamente prescindible ahora que vamos a sustituir el estado del bienestar por uno de “participación social” y dos piedras.
Sumen a la nueva congelación de los salarios el pensionazo que mañana aprobará el Consejo de Ministros y que dejará tiritando durante años las raquíticas pensiones de los jubilados españoles presentes y futuros; añadan también la caída generalizada de los salarios en el sector privado gracias a la fabulosa reforma laboral que nos lleva por el mismo camino de la competitividad que Bangladesh y entenderán por qué es imposible que la máquina capitalista arranque de nuevo en este país, por mucho que Rajoy vea que en España ya empieza a amanecer.
Así las cosas, ni usted ni usted ni por supuesto yo nos compraremos un coche nuevo por mucho PIVE que nos vendan, en verano nos refrescaremos en la bañera en lugar de viajar a una hacinada zona turística, ignoraremos que ya es primavera en El Corte Inglés, resolveremos a golpes los achaques de la tele analógica y llamaremos desde un fijo de toda la vida. La consigna está clara: ¡que consuman otros!
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