Calasparra como síntoma

El alcalde de la localidad murciana de Calasparra es del PSOE y se llama José Vélez.  A él no le va el vino griego sino cantar las que entiende que son las verdades verdaderas de su partido. En un mitín en su pueblo ha dicho que la gestora federal del PSOE ha actuado como “una mafia” beneficiando a Susana Díaz frente a Pedro Sánchez. Sobra decir que Vélez bebe los vientos por Sánchez en la confianza de que será el próximo secretario general y expulsará a los mercaderes del voto del templo socialista de Ferraz. 

En otro contexto, lo que este alcalde arrocero dijera o dejara de decir no habría interesado a nadie más allá de su pueblo. Sin embargo, en el ambiente gerracivilista en el que se ha instalado el PSOE, lo dicho por Vélez ha sido como echar gasolina en un incendio. Lo de Calasparra es sólo el síntoma de que los candidatos socialistas con más posibilidades de liderar el partido – Sánchez y Díaz - están jugando peligrosamente con fuego sin pararse a pensar mucho en las nesfatas consecuencias que este incendio puede tener para el partido y para el país.

“Flota en el ambiente un olor a revancha y cobro de facturas atrasadas”

Flota en el ambiente un olor a revancha y cobro de facturas atrasadas que no era del todo descartable pero que uno confiaba en que los candidatos serían capaces de gestionar con algo más de cabeza y muchas menos tripas que las que están exhibiendo en esta carrera hacia las primarias del 21 de mayo. Ni Díaz ni Sánchez parecen estar para perder el tiempo con zarandajas sobre modelo de partido ni cómo hacer para conseguir que el PSOE no sea muletilla de nadie, ni del PP ni de Podemos.


El hundimiento, puede que para mucho tiempo, de sus correligionarios franceses en las recientes elecciones presidenciales de ese país no les mueve lo más mínimo a bajar el tono, buscar el entendimiento y ofrecer a los españoles una alternativa creíble a la derecha del PP y al populismo de Podemos. Todo se reduce a la conquista del poder de un partido que por este camino le costará volver a ser verdadera alternativa de poder.

Sonrío para mis adentros cuando  escucho a dirigentes y cargos públicos socialistas pontificar que una vez pasado el calor de las primarias y el congreso federal, todos olvidarán el pasado y volverán al amor y a llamarse compañeros y compañeras como si no hubiera pasado nada. No lo creo en absoluto aunque me gustaría equivocarme: de este proceso de primarias crispado, tan estridente en el tono como plano en el terreno de las ideas, va a salir un PSOE más dividido e incapacitado que el actual para ser la fuerza de izquierdas que este país necesita. 

“El enconamiento entre Díaz y Sánchez ha hecho naufragar la tercera vía representada por Patxi López”

El enconamiento y la polarización entre Díaz y Sánchez han hecho naufragar la tercera vía representada por Patxi López, el único que estaba en condiciones de cerrar, aunque fuera en falso, la profunda crisis de los socialistas españoles. Aunque el candidato vasco lleva apelando a la unidad del partido desde hace meses, el ruido y la furia con el que se emplean sus dos contrincantes han ahogado por completo su mensaje conciliador.

Decidan lo que decidan los afiliados el día 21, este PSOE va a necesitar mucho más tiempo del que dispone para superar el cainismo que lo domina y ante el que se frota las manos su rival político más directo que, contra lo que pudiera parecer, no es ni el PP ni Ciudadanos. Alguien seguro que ya está soñando con el sorpasso en 2019 y tal vez en celebrarlo con una paella de arroz de Calasparra.  

Macron o el nuevo Obélix

Ha llegado Enmanuel Macron al Elíseo y parece como si hubieran llegado Obélix con Astérix y el resto de los vecinos de la aldea gala. Y no lo digo por el aspecto físico, aunque sí puede que hasta lleven consigo la poción mágica y secreta del druida que los volverá invencibles ante las arremetidas de la ultraderecha. Leyendo hoy las valoraciones de los líderes europeos tras el triunfo de Macron en las presidenciales francesas, tengo la inquietante sensación de que la mayoría está vendiendo la piel del oso a destiempo. Por Marine Le Pen votó uno de cada tres franceses y esos son muchos franceses por más que por Macron votaran los otros dos. Sin embargo, pocos líderes europeos tienen en cuenta ese detalle nada menor a la hora de valorar los resultados electorales.

Falta mucho aún para dar por frenado y erradicado el populismo xenófobo del escenario político francés, por no hablar ahora de otros países europeos en los que también ha echado raíces. Sólo se ha ganado una batalla que tendrá continuidad cuando dentro de poco más de un mes los franceses sean convocados de nuevo a las urnas para elegir en doble vuelta a sus representantes en la Asamblea Nacional. A esas elecciones concurrirá Macron con un artefacto político llamado ¡En Marcha! creado ex profeso para las presidenciales y que, hay que reconocerlo, le ha dado un excelente resultado. Ahora tiene un mes por delante para convertir ese invento del marketing político en una fuerza con implantación en toda Francia capaz de darle una mayoría suficiente con la que aplicar, sólo o en compañía, las políticas que ha prometido en las presidenciales.

“Aún falta mucho para dar por frenado y erradicado el populismo xenófobo del escenario político francés”
  
Se las tendrá que arreglar sólo ante los conservadores, los socialistas y los de ultraizquierda. A los dos primeros tiene que agradecerles Macron el apoyo para llegar al Elíseo, no tanto a los terceros a los que no parece que les hubiera importado mucho que en su lugar fuera Le Pen la elegida y por la que seguramente no pocos votaron. Será precisamente ella, la lideresa ultraderechista derrotada ayer, la que irá a por todas en las legislativas procurando obtener fuerza suficiente para cortocircuitar las medidas de un político inexperto que probablemente se sienta hoy abrumado por la responsabilidad que se acaba de echar sobre los hombros.

Desde el punto de vista de la Unión Europea, el triunfo de Macron frente a Le Pen no puede ser una excusa para seguir actuando como si aquí no hubiera pasado nada. Bien está alegrarse de que la ultraderecha haya sido frenada momentáneamente pero se requiere mucho más que palmaditas en la espalda al nuevo presidente francés para reorientar en otra dirección el rumbo de esta vacilante Unión Europea. Estos líderes a los que se les llena la boca con la palabra Europa deberían por una vez hacer una reflexión profunda sobre las razones que han puesto a alguien como Le Pen a las puertas de la presidencia de un país como Francia, cofundador de la Unión Europea, cuna de los valores democráticos y segunda economía continental.

“El triunfo de Macron frente a Le Pen no puede ser una excusa para seguir actuando como si aquí no hubiera pasado nada”

Se verían obligados a admitir que parte de la responsabilidad la tienen las políticas económicas que ha venido dictando Angela Merkel y siguiendo dócilmente el resto en los último años. El gran problema de Macron, su gran contradicción – más allá de su condición de imberbe político  – es que sus medidas económicas para Francia son un calco de las que ha venido imponiendo Alemania durante la crisis con los resultados sociales y políticos conocidos,entre ellos el ascenso de la ultraderecha nacionalista en varios países europeos empezando por Francia. Persistir en ellas daría alas a Le Pen para asaltar el Elíseo dentro de cinco años con muchas más posibilidades de éxito.

Por tanto se autoengañan estos líderes que aplauden de cara a la galería el europeísmo de Macron pero no parecen tener intención de hacer nada significativo para que ese hermoso término vuelva a hacer referencia a un espacio común no sólo económico - financiero sino también social, de igualdad, de libertad y de tolerancia. Revertir las políticas que nos han llevado al actual estado de cosas debería ser su primer objetivo si de verdad hay preocupación por el avance de la ultraderecha  y no una mera pose de quienes parecen creer que con el nuevo Obélix en el Elíseo se han resuelto todos los problemas de Europa.

¿Siempre nos quedará París?

Parece que sí, que de esta saldrán algo más magulladas pero enteras Francia en particular y la Unión Europea en general. Los sondeos vaticinan que el socio liberal Enmanuel Macron – signifique esa definición lo que signifique -  ganará de calle a la ultraderechista Marine Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales  francesas de este domingo. Claro que de los sondeos debe uno fiarse lo justo, es decir, más bien poco, no sea que ocurra que a las encuestas se las lleve el viento y veamos a Le Pen luciendo banda tricolor republicana al compás de La Marsellesa y anunciando el Frexit y la expulsión de los inmigrantes, todo en una misma tacada.

Puestos a elegir entre lo malo y lo peor no hay otra opción que inclinarse por lo primero. Lo segundo sería la puntilla de la doliente Unión Europea y una nueva pica populista – xenófoba – nacionalista en el mismo corazón del viejo continente después de la que los correligionarios británicos han clavado en el Reino Unido. Por eso y a pesar de que Macron no pueda con su pinta de niño bien salido de alguna de las elitistas escuelas en las que aprenden a mandar los altos funcionarios franceses, es inaudito que la ultraizquierda que lidera Jean Luc Melenchon haya decidido ponerse de perfil y decantarse por el voto en blanco o nulo.
  
“Es inaudito que la ultraizquierda que lidera Jean Luc Melenchon haya decidido ponerse de perfil”

Esa irresponsable decisión demuestra lo acertado del viejo dicho de que los extremos se tocan y si como consecuencia de ella accediera a la presidencia de un país como Francia alguien con el pedigrí rancio - carca de Le Pen no iban a encontrar Melenchon y los que dentro y fuera de Francia le aplauden la gracia – véase Podemos en España -  trincheras en las que protegerse. Macron tiene el perfil de ser el producto genuino de la casta económica y política francesa y seguramente intentará aplicar un programa político que prima los ajustes presupuestarios y el adelgazamiento de la administración con la supresión de miles de empleos públicos.
  

Es evidente que son medidas de corte conservador o neoliberal o como se las quiera llamar, pero ni populistas ni xenófobas y, desde luego, no muy diferentes de las que se han aplicado en otros países como España. No quiere decir que sean deseables sino preferibles a las que propone Le Pen por cuanto éstas representan la negación de los más elementales principios y valores sobre los que se asienta la cultura política francesa y europea. Sacar a Francia de la UE como promete la candidata ultraderechista significaría el definitivo golpe de gracia de este tambaleante edificio que algunos, en un alarde de optimismo, siguen llamando proyecto de integración europeo pero al que necesitamos seguir aferrados como un náufrago a una tabla.

Le Pen promete la salida de Francia de la UE y la expulsión inmediata de los inmigrantes irregulares

Pero con ser grave algo así, no lo sería menos que llevará a la práctica otras promesas suyas como la expulsión inmediata de los inmigrantes en situación irregular, la discriminación de los extranjeros frente a los nacionales en el acceso al empleo, la vivienda o la salud, incrementar el número de policías y de plazas en las prisiones y el establecimiento de impuestos disuasorios a las importaciones. Son muchas más las medidas del mismo corte proteccionista – nacionalista – populista – xenófobo que Le Pen lleva en su programa electoral y que no parecen provocar en los seguidores de Melenchon excesiva inquietud hasta el punto de inhibirse de lo que pueda pasar el domingo en el país de la liberté, la égalité y la fraternité.

Ocurra lo que ocurra – y confiemos en que los sondeos estén tan atinados como en la primera vuelta y Le Pen se quede a las puertas del Elíseo - lo que resulta innegable es la división política francesa con 4 de cada 10 ciudadanos votando por la extrema izquierda o por la extrema derecha. Una situación que merece una profunda reflexión en los partidos tradicionales, sobre todo en el socialista, que fue barrido en la primera vuelta de las presidenciales. Reunir de nuevo al pueblo francés en torno a los valores republicanos será también el primer reto de Macron si el domingo se convierte en el nuevo presidente de la República Francesa. De él y sobre todo de la sensatez política de la mayoría del pueblo francés depende que siga quedándonos París y todo lo que eso significa. 

Susana gana sin convencer

Si el proceso para elegir nuevo líder o lideresa del PSOE fuera un partido de fútbol, podríamos decir que Susana Díaz ha ganado por la mínima en la recogida de avales pero no ha convencido a la mitad de la parroquia socialista. Díaz ha jugado en casa, con las bendiciones del aparato del partido, las de los viejos rokeros y el indisimulado apoyo de potentes medios de comunicación que no han parado de jalearla y acompañarla con las palmas. Aún así, sólo ha conseguido sacarle una exigua diferencia de 5.000 avales a Pedro Sánchez, su más directo competidor en la carrera hacia Ferraz, y al que el aparato y la mayoría de los medios han dado descaradamente la espalda.

La primera conclusión que cabe extraer del número de avales cosechados por los tres candidatos a la secretaría general es que el PSOE es un partido dividido casi por la mitad entre sanchistas y susanistas en el que no queda espacio para una tercera vía, la que en esta pugna representa Patxi López. Los poco más de 12.000 avales que ha conseguido el candidato vasco en este primer asalto a la secretaría general le obligan casi a renunciar a su candidatura y a pedir el apoyo en las primarias del 21 de mayo para  Sánchez o para Díaz.

“El PSOE es un partido dividido casi por la mitad entre sanchistas y susanistas"

Las reiteradas apelaciones de López a la unidad de los socialistas apenas han tenido un eco retórico en los otros dos contendientes que, desde el primer minuto, han convertido esta carrera por la secretaría general en un ajuste personal de cuentas entre barones y afiliados. Lejos de calmarlas, la campaña para la recogida de avales no ha contribuido lo más mínimo  a serenar las aguas en un partido que sigue sin superar el traumático comité federal del 1 de octubre del año pasado en el que se aprobó la abstención ante la investidura de Rajoy y Pedro Sánchez renunció a la secretaría general. Sánchez prometió entonces que lucharía por recuperarla y hoy ha dado un golpe de autoridad sobre la mesa que desmiente a quienes casi lo había dado por muerto y enterrado políticamente.


Los avales conseguidos por los candidatos no prefiguran el resultado de las primarias y pudiera ocurrir que esa pequeña ventaja de la que hoy disfruta Susana Díaz frente a Pedro Sánchez se recorte aún más o incluso se evapore. Este cuasi empate técnico en el número de avales aboca a una campaña de primarias en la que ambos candidatos van a tener que luchar puerta a puerta para recabar el apoyo de los afiliados. Seguramente escucharemos a algunos socialistas diciendo cosas poco edificantes de otros socialistas y ello hará que esa brecha que divide al PSOE desde octubre del año pasado se ensanche un poco más todavía. 

Que no se convierta en abismo insalvable después de las primarias y del congreso federal de mediados de junio dependerá de que el ganador o ganadora muestre generosidad y voluntad de integración y entendimiento con el perdedor. Es mucho lo que el PSOE se juega en este envite como para que quien se haga con la secretaría general caiga en la tentación de cobrar facturas políticas atrasadas. Y no es menos importante también lo que se juega este país en términos de estabilidad política si el socialismo democrático opta por inmolarse y dejar el campo de la izquierda a merced de la veleta de los vientos.   

Una censura con truco

Tiene demasiados trucos y todos demasiado visibles para que se pueda confiar en la sinceridad política de la moción de censura con la que Pablo Iglesias quiere desalojar a Mariano Rajoy de la presidencia del Gobierno. Ni por las formas ni por el fondo supera esta nueva iniciativa mediática del líder de Podemos un mínimo análisis sobre los verdaderos intereses que se esconden tras la misma. Como en casi todos los ámbitos de la vida, las formas en política no son algo secundario sino la expresión del mutuo respeto debido entre organizaciones que no comparten la misma visión de la realidad.

Tal y como ocurrió en la pasada legislatura cuando no tuvo empacho en formarle el gobierno a Pedro Sánchez y postularse a sí mismo como vicepresidente, Pablo Iglesias ha vuelto a despreciar las más elementales formas de cortesía política y ha anunciado una moción de censura contra Rajoy para la que no se ha molestado en buscar previamente los apoyos necesarios, no ha presentado un programa de gobierno y ni siquiera ha propuesto un candidato alternativo como establece la Constitución. Tanta ambigüedad está muy lejos de deberse a la democrática voluntad de Iglesias de negociar esos aspectos con los otros partidos, como dicen sus corífeos.
  
“Pablo Iglesias ha vuelto despreciar las más elementales formas de cortesía política”

El objetivo nada disimulado es colocar una nueva bomba lapa en la línea de flotación de un PSOE que lo menos que necesita en estos momentos es abrir un debate interno sobre la conveniencia de censurar a Rajoy cuando ni siquiera se ha cerrado el que provocó su abstención en la sesión de investidura. Sobra decir que Iglesias, obsesionado como está con el sorpasso con el que sigue soñando, intenta explotar  a conciencia la debilidad del PSOE si bien en esta ocasión parece haber pinchado en hueso porque tanto los candidatos a las primarias – incluido Pedro Sánchez - como la gestora del partido han reaccionado de forma unánime ante las cartas marcadas con las que quiere jugar el líder de Podemos.
Y si por las formas la manera en la que Iglesias ha vuelto a acaparar la atracción mediática deja mucho que desear, por el fondo es aún menos creíble si cabe. De buenas a primeras, el líder de la coleta ha caído en la cuenta de que la corrupción en general y la que en particular afecta al PP es una cosa gravísima a la que conviene poner fin con la moción de censura contra Rajoy. Incluso se lamenta del deterioro de las instituciones democráticas que, como en el caso del Congreso de los Diputados, él y los suyos no han dudado en más de una ocasión en convertir en un circo mediático. Para Iglesias pareciera como si el de la corrupción fuera un problema de la semana pasada y no una grave falla política que por desgracia arrastra este país desde hace muchos años pero ante al que el líder de Podemos se acaba ahora de caer del caballo camino de la carrera de San Jerónimo. 

“El líder de Podemos se acaba ahora de caer del caballo camino de la carrera de San Jerónimo”.
  
Una caída que tocaba en el momento procesal oportuno, es decir, cuando en lugar de aprovechar la oportunidad que las urnas del 20 de diciembre de 2015 le brindaron para conformar un gobierno alternativo al de Rajoy, prefirió parapetarse tras sus líneas rojas y buscar a toda costa una nueva convocatoria electoral para continuar debilitando al PSOE. Entonces, su estrategia del sorpasso y la mala cabeza de Pedro Sánchez hicieron de nuevo presidente a Rajoy sin que a Pablo Iglesias le enfriaran ni mucho ni poco los casos de corrupción en el PP.

Ahora, que el PP vuelve a estar hasta el cuello de lodo corrupto, el líder de Podemos echa mano del decálogo del buen populista e impulsa una iniciativa que sabe de antemano condenada al fracaso pero que ya le está granjeando importantes réditos mediáticos. Y no es que Rajoy no merezca ser censurado por la negligencia con la que ha actuado ante la corrupción en su partido, sino que la propagandística iniciativa de Podemos lo que busca no es regenerar la vida política sino protagonismo mediático y debilitar al PSOE. La consecuencia política de la irresponsable iniciativa es reforzar a Rajoy al frente del Gobierno y del PP, aunque eso a Iglesias no parece preocuparle en absoluto. El presidente y el partido con más casos de corrupción de este país nunca le podrán estar suficientemente agradecidos. 

Y la oposición ausente

Los escandalosos detalles que siguen aflorando sobre la corrupción en el PP no parecen alterar demasiado el pulso de la oposición política de este país. Que el PP fuera advertido hasta en tres ocasiones de que Ignacio González tenía dinero en Suiza y no hiciera nada al respecto o que el fiscal jefe Anticorrupción siga intentando cortocircuitar la investigación no ha cambiado gran cosa los tópicos discursos al uso. Mucha exigencia de explicaciones políticas, mucha acusación gruesa pero cero iniciativas. La oposición dispone de votos suficientes para forzar la convocatoria de un pleno extraordinario y monográfico sobre corrupción que obligue a Rajoy a dar la cara ante los españoles. Esos votos dan y sobran también para una moción de censura que mande al PP a la oposición y le obligue a una verdadera regeneración de sus filas . 

"Mucha exigencia de explicaciones políticas, mucha acusación gruesa pero cero iniciativas"

Lo que digo no sería pura utopía si los partidos de la oposición antepusieran la necesidad urgente de poner coto a la corrupción y sanear las instituciones democráticas a sus cortoplacistas intereses. Es significativo y llamativo el espeso silencio que sobre este nuevo escándalo de corrupción en el PP guardan los candidatos a la secretaría general del PSOE, enfrascados en la contemplación de su propio ombligo y en la disyuntiva de ser cola de ratón o cabeza de león. Más allá de los lugares comunes habituales del portavoz Antonio Hernando, nada significativo hemos escuchado decir a López, Sánchez o Díaz sobre lo que piensan hacer contra la corrupción cuando uno de ellos asuma el liderazgo del todavía principal partido de la oposición. O se les han secado las ideas o temen arrinconar a Rajoy y provocar un adelanto electoral que les cogería en uno de los peores momentos de su historia. No tengo muchas dudas de que es lo segundo con unas cuantas gotas de lo primero. 
El ciudadano Albert Rivera, muchas veces innecesariamente parlanchín, ha desaparecido de la escena política desde que estalló este último caso de corrupción. Él, que en campaña prometió que su partido jamas apoyaría a Rajoy debido a la corrupción en el PP, prefiere ahora guardar silencio y  preservar los acuerdos políticos y presupuestarios con el presidente que poner los votos de Ciudadanos al servicio de la decencia y la honradez políticas. Podemos,  la tercera fuerza en número de votos del Parlamento y de quien se podía esperar incluso que alquilara una flota de guaguas y la paseara por toda España con los rostros de los “casos aislados” de la corrupción popular, ni siquiera ha reaccionado con algún espectáculo mediático al que tan aficionados son Pablo Iglesias y los suyos y ha vuelto a dejar constancia de su inconsistencia política. 

"Con una oposición como esta no parece que Rajoy tenga mucho de lo que preocuparse"

Con una oposición como esta no parece que Rajoy tenga mucho de lo que preocuparse a pesar de lo mal que huele su partido. O mucho me equivoco o los presupuestos generales terminarán saliendo adelante porque hay fuerzas políticas dispuestas a apoyarlas aunque sea con la nariz tapada. Es el caso de CC,  para la que las perras son las perras y allá se las compongan el PP y los españoles con la rampante corrupción, hipótesis perfectamente aplicable también al PNV. Nueva Canarias, cuyo único voto también puede ser decisivo para la aprobación de las cuentas, sigue deshojando la margarita del apoyo aunque no sé si por repugnancia ante la corrupción en el PP o por inyectarle más suspense al culebrón. Va siendo hora de que se decida y explique con claridad la opción elegida. 
  
Con un partido podrido de corrupción en el gobierno y una oposición pendiente sólo de sus cuitas e intereses coyunturales, resultan cuando menos sarcásticas las apelaciones a los ciudadanos para que confíen en las instituciones democráticas por parte de los mismos que apenas mueven un dedo para defenderlas y adecentarlas. 

Dimite otra vez, Espe

Me pregunto qué sería de este país si Esperanza Aguirre no dimitiera de vez en cuando. Sin esas renuncias periódicas de la lideresa no encontrarían consuelo las almas simples y crédulas que aceptan a pies juntillas que en el PP se asumen responsabilidades políticas por la corrupción. Las dimisiones de Aguirre son el bálsamo de Fierabrás que todo lo cura, la pócima mágica que le ayuda al PP a pasar el enésimo mal trago, la tila política que calma la indignación por la mamandurria que corroe los cimientos del partido en el gobierno. Esta Juana de Arco de la honradez y la decencia, esta heroína de la dimisión y la lágrima fácil ya merece una estatua o dos, el nombre en una céntrica avenida madrileña y que la empresa pública Canal de Isabel II pase a llamarse Canal de Esperanza Aguirre. Que vayan tomando nota Carmena y los suyos, porque la petición se va a convertir en un clamor popular.

El PP nunca podrá agradecer lo suficiente todo lo que Esperanza Aguirre ha hecho por el partido, las veces que ha dado la cara por él mientras otros corrían a esconderse como está ocurriendo ahora de nuevo. Esperanza Aguirre siempre ha estado ahí para anunciar, con voz entrecortada, que presentaba su dimisión, cuantas veces fueran necesarias y todas por el bien de España, de los españoles y del PP, por supuesto. Así ocurrió en 2012 cuando dejó la presidencia de la comunidad de Madrid alegando motivos personales. Cuatro años después la lideresa volvió a dimitir, esta vez como presidenta del PP de Madrid, un cargo que se había cuidado mucho de retener por las vueltas que el mundo de la política pudiera dar.

 “Las dimisiones de Aguirre son el bálsamo de Fierabrás que todo lo cura, el ungüento milagroso que sana las heridas”
  
En esta ocasión sí fue la sinvergonzonería de su estrecho colaborador Francisco Granados en la trama Púnica la que la llevó a renunciar a ese cargo orgánico en el partido. Y como nunca hay  dos sin tres, Esperanza Aguirre ha vuelto a dimitir, ahora como portavoz del PP en el ayuntamiento de Madrid, por la detención y encarcelamiento de su delfín Ignacio González, al que dejó al frente de la comunidad madrileña después de su primera dimisión y que, como Granados, también le ha salido rana.


Seguramente es una suerte de maldición o maleficio pero algo tiene Esperanza Aguirre para que todos aquellos en los que deposita su confianza sin más ambición de que algún día la lleven a la verbena de San Isidro, le salgan rana. Así, la carrera política de Aguirre en la comunidad madrileña ha dejado un charco repleto de ranas corruptas a las que su varita mágica y su supuesta habilidad como cazatalentos no logró convertir en príncipes azules y encantadores.

Y eso, se mire cómo se mire, es una injusticia histórica para una mujer que presume de haber destapado nada menos que la trama Gürtel y que a punto ha estado de averiguar quién mató a Kennedy. ¡Qué mala suerte ha tenido la lideresa con sus colaboradores, cómo han traicionado la confianza depositada en ellos, qué daño le han hecho a esta mujer a la que no cabe atribuirle ni la más mínima sombra de sospecha sobre su gestión!

“La carrera política de Aguirre ha dejado un charco repleto de ranas corruptas"

Espero que después de esta nueva dimisión de Aguirre los académicos de la lengua no se apresuren mucho en suprimir del diccionario el verbo dimitir por  falta de uso. A la vista de que quien tendría que haber dimitido hace tiempo de una vez y para siempre lo que ha hecho ha sido poner mar de por medio para irse a Brasil a hablar de lo mal que está Venezuela, me temo que la lideresa no puede marcharse  a su casa sin prestar aún un nuevo servicio a su país.

¿Quién dimitirá cuando estalle un nuevo caso de corrupción en el PP y el presidente del partido y del Gobierno desaparezca de sobre la faz de la tierra sin dar explicaciones de ningún tipo ni asumir ninguna responsabilidad? ¿Quién convocará a los medios a las dos de la tarde para anunciar  que abandona la presidencia del club de bridge o de la comunidad de vecinos o del club de damas paracaidistas?  Por España y por el PP, dimite otra vez, Espe.  

Francia vota, Europa tiembla.

Pasó la época en la que las elecciones en la mayoría de los países apenas importaban fuera de sus fronteras nacionales. Aparte del lógico interés que siempre han despertado las urnas en Estados Unidos por su condición de primera potencia mundial, en la inmensa mayoría del resto éste siempre ha sido un asunto de interés principalmente  doméstico y sin eco apreciable en medios de comunicación de otros países. Sin embargo, en la actualidad, unos comicios legislativos en un país pequeño y sin peso significativo en el concierto internacional como los que tuvieron lugar hace poco en Holanda, adquieren una dimensión de ámbito continental.

La dura y larga crisis económica, tan pésimamente gestionada por la Unión Europea, además del flagrante fracaso de la política migratoria y los atentados del terrorismo yihadista, han abonado la aparición y el avance de fuerzas populistas y xenófobas que se han extendido y crecido con rapidez y han puesto contra las cuerdas un renqueante proyecto de integración que muchos irresponsablemente consideraron consolidado. Sólo hay que remitirse a lo ocurrido con el brexit y a sus motivaciones para comprobar que lo que actualmente deciden en un referéndum o en unas elecciones los ciudadanos de un país determinado puede tener consecuencias de todo tipo para los ciudadanos de otros países además de para los que las adoptan.

"En la actualidad, unos comicios legislativos en un país pequeño como Holanda adquieren una dimensión de ámbito continental".

Si eso ha pasado con el Reino Unido o con los Países Bajos, y volverá a pasar con las elecciones alemanas de septiembre, mucha más razón hay para que la expectación política europea vuelva a desbordarse ante la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas del próximo domingo. Francia no es precisamente un socio menor de una Unión Europea que vive una de sus peores crisis y, además, el país también experimenta en su propio seno una profunda transformación política que está afectando a los mismísmos cimientos de la V República. El presidente francés no es un convidado político de piedra, sus opiniones y sus decisiones tienen mucho peso fuero y dentro de Francia y ocupar los salones del Elíseo, la sede de la presidencia, es el premio gordo al que aspiran todas las fuerzas políticas.


De hecho, once son los aspirantes que se disputarán el domingo su pase a la segunda vuelta aunque sólo dos lo podrán lograr. Cuatro son los candidatos mejor colocados según las encuestas, aunque de éstas conviene fiarse sólo lo justo debido al alto porcentaje de electores aún indecisos y a una probable baja participación que podría no superar el 66%, algo nunca antes visto. De los cuatro con más posibilidades, todas las miradas están centradas, por un lado, en el emergente Enmanuel Macron y su partido En Marcha, una suerte de Ciudadanos a la francesa; y cómo no, en la heredera de la ultraderecha francesa, la lideresa del Frente Nacional Marine Le Pen, que es quien preocupa de veras fuera de Francia por sus mensajes intensamente xenófobos, racistas y nacionalistas y su compromiso de sacar a Francia de la UE. A escasa distancia se sitúa el atribulado Fillon, candidato conservador metido en líos judiciales, y el ultraizquierdista Mélenchon, encabezando el Parti de Gauche que muestra bastantes similitudes con Podemos.

"¿A cuál de los dos candidatos apoyaría el resto de los partidos si los que pasan a la segunda vuelta son la ultraderechista Le Pen y el ultraizquierdista Mélenchon?"     

Las del domingo son las elecciones presidenciales francesas en primera vuelta más abiertas de la historia de la V República y tendrán lugar, además, en medio de un histórico declive del Partido Socialista, inquilino actual del Elíseo con Francois Hollande además de pata histórica del bipartidismo francés también en horas bajas, que apenas cosecha un escuálido 10% en intención de voto. Se llega, además, a esta cita con las urnas después del nuevo atentado terrorista registrado el jueves que se suma a la larga lista de ataques perpetrados en Francia en los últimos meses y años. Sin duda, esos ataques, la inmigración y las consecuencias de la crisis económica serán factores determinantes en la elección que hagan los franceses en esta reñida primera vuelta electoral del domingo. La gran incógnita y el gran temor es qué ocurrirá el 7 de mayo, fecha de la segunda vuelta, si Le Pen y Mélenchon, los extremos opuestos del arco político francés, triunfan y se sitúan ambos a las puertas mismas del Elíseo. ¿A cuál de los dos apoyarían los partidos que no superen la prueba del domingo? Europa aguarda con la respiración contenida y el corazón en un puño. 

Lo que no hay es vergüenza

A pesar de su notable habilidad para esfumarse cuando caen chuzos de punta, Mariano Rajoy no ha podido evitar esta mañana a los periodistas. Armados de cámaras y micrófonos esperaban por él a las puertas de la patronal, mas no crean que les interesaba lo que tuviera que decir sobre la economía y sus avatares. Conociendo a Rajoy y su ideario económico, noticias como esas son de las que se escriben en la redacción y antes incluso de que se produzcan.  No vale la pena el desplazamiento y el atasco para volver a escuchar lo mismo de siempre.

Ahora bien, si de lo que se trata es de recoger las primeras declaraciones urbi et orbi del presidente a propósito de su nueva condición de testigo de la corrupción en su partido, la cosa cambia sustancialmente. O al menos debería cambiar si no fuera porque a Rajoy no le sacan los periodistas algo que él no quiera decir ni con unas tenazas de barbero. Así que, en este caso, el viaje y los atascos de los periodistas también han sido en vano. Todo lo que ha dicho el presidente es que “está encantado” de ir a declarar en la Audiencia Nacional sobre la caja b del PP que, por supuesto, jamás ha existido. Se me ocurre que si tanto le apetece la experiencia judicial que se le avecina, también podría haber acudido voluntariamente hace mucho a declarar ante un juez y aclarar lo que dice que ahora está encantado de explicar.
  
“Todo lo que ha dicho el presidente es que “está encantado” de ir a declarar en la Audiencia Nacional sobre la caja b del PP”

Sobre todo, a raíz de que empezó a ser evidente que, o no se enteraba de cómo financiaba el PP sus campañas, aún siendo el responsable de las mismas, o se enteraba de todo y hacía la vista gorda por la razón que fuera. Si ocurrió lo primero sería tonto y estaría completamente inhabilitado para dirigir un partido y presidir un Gobierno sin riesgo para el interés público. Si ocurrió lo segundo sería cómplice ante la Justicia y tendría que sentarse no precisamente en el banquillo de los testigos sino en el de los acusados. Y no hay más opciones por mucho que se empeñe el partido en disparar tinta de calamar contra los jueces y la acusación particular tildándola de partidista.


 En este contexto, el presidente dice asumir su nueva condición de flamante testigo de la madre de las tramas de la corrupción que acosan al PP con “absoluta normalidad” y hasta se lanza por los caminos de la pedagogía para decir que “hacer caso de la ley es algo obligado para todos, también para los gobernantes”.  Lástima que los periodistas no le preguntaran también por el color del caballo blanco de Santiago porque se habrían llevado a sus redacciones una buena ración de tópicos y lugares comunes a cual más vacuo e insustancial.

“El presidente dice asumir su nueva condición de flamante testigo de la madre de las tramas de la corrupción que acosan al PP con absoluta normalidad”

Mientras Rajoy dejaba estas lapidarias frases para la posteridad de la historia patria, la Guardia Civil seguía registrando empresas en busca de presuntas comisiones en Suiza – dónde sí no – al ex presidente madrileño Ignacio González, el penúltimo mártir de la causa corrupta popular. Y todo ello en medio de las sospechas de que un miembro del mismísimo Gobierno le había chivado a González que tenía el teléfono pinchado y, por si aún fuera poco, las evidencias de que el nuevo jefe de la Fiscalía Anticorrupción, Manuel Moix, intentó parar los registros policiales.

Y ya, rizando el rizo y casi al mismo tiempo que ocurría todo lo anterior, la lideresa Aguirre declaraba también como testigo de la Gürtel en la Audiencia Nacional. Allí dijo que de  Francisco Correa nunca había oído hablar y que del dinero para pagar los actos de su partido no tenía ni idea. Pero su minuto de oro fue cuando, ante los periodistas, se compadeció de Ignacio González y hasta se permitió soltar unas lagrimitas por el compañero de fatigas caído en la batalla del trinque de lo público. En fin, para qué seguir ante la evidencia manifiesta de que, además de otras muchas carencia, en este país lo que hay es una inmensa falta de vergüenza política.

Corrupción: nunca pasa nada

A la vista de la tormenta judicial que se abate desde ayer sobre el 13 de la calle Génova, se me ha puesto el día preguntón. Más que nada porque pasan cosas muy graves pero en realidad aquí nunca pasa nada. Vean si no: Mariano Rajoy se convierte en el primer presidente en plenitud de funciones de un gobierno de la democracia en ser llamado a declarar como testigo en un grave caso de corrupción que afecta a su partido y aquí no pasa nada. Le imputan a Ignacio González, la mano derecha de la lideresa de la derecha del país, Esperanza Aguirre, una ristra de presuntos delitos más larga que un día sin pan, y aquí no pasa nada. Y no rebobino porque estaría enumerando casos de corrupción hasta año nuevo, casos que después de conocidos e incluso enjuiciados apenas han tenido otras consecuencias que las judiciales y éstas tampoco muy duras.

"Pasan cosas muy graves pero en realidad aquí nunca pasa nada"

Lo que voy a decir a continuación no pretende exonerar a nadie de sus responsabilidades judiciales o políticas, sólo poner el foco en la primera parte de la ecuación en la que deberíamos fijarnos mucho más: los ciudadanos, que con nuestros votos seguimos renovando la confianza en quien la tendría que haber perdido para siempre si no fuéramos tan condescendientes y tolerantes con la peor lacra de una democracia. Y es en ese contexto en el que me entra la vena preguntona y me pregunto cuánta sinceridad hay en quienes responden en las encuestas que la corrupción les preocupa muchísimo.
 En su última encuesta, el Centro de Investigaciones Sociológicas detectó que la preocupación de los ciudadanos por la corrupción se había disparado.  Ignoro las causas aunque lo más probable es que se debiera a que la encuesta vino a coincidir con una tormenta de corrupción como la que ahora alcanza de lleno al PP. Es seguro que si los encuestadores salieran hoy a la calle y volvieran a preguntar por este asunto a los ciudadanos, reventaría el corruptómetro. Ahora bien, si la encuesta la hicieran dentro de unas pocas semanas seguramente el índice de preocupación se vería sensiblemente aliviado. 

"¿Por qué se nos pasa tan pronto una preocupación que debería ser permanente?"

¿Qué nos pasa? ¿Cómo es posible que seamos tan olvidadizos? ¿Por qué se nos pasa tan pronto una preocupación que debería ser permanente hasta conseguir que los corruptos rindan cuentas de sus actos ante la Justicia y ante los ciudadanos?  Será la Justicia la que determine si Mariano Rajoy es un santo varón desde el punto de vista judicial pero desde el punto de vista político es cuando menos responsable de haber estado en Babia mientras sus más estrechos colaboradores se llenaban los bolsillos. Si es tan corto como para no haberse enterado de la trama que se urdió ante sus mismas barbas es que nunca debió haber sido dirigente del PP y, por supuesto, mucho menos presidente del Gobierno.

Ahora bien, lo grave de verdad es que una mayoría de ciudadanos de este país confiara de nuevo en alguien que ya no merecía confianza ciudadana alguna.  Obviamente, lo que digo vale tanto para Rajoy y el PP como para cualquier otro partido con corruptos en sus filas a los que los ciudadanos siguen renovando la confianza por mucho que lo hagan con la nariz tapada y mirando hacia otro lado. No veo cómo se puede mejorar la calidad del sistema democrático mientras los ciudadanos de este país no asumamos que la solución contra el latrocinio de lo público está en nuestras manos y que de nosotros y de nadie más depende que de una vez empiece a pasar algo.

Guineo presupuestario

Por los Clavos de Cristo y el Señor de la Burrita imploro humildemente al Gobierno y a los partidos políticos que cesen cuanto antes el bombardeo presupuestario al que nos están sometiendo desde hace una semana. No sé ya dónde meterme para esquivar el diluvio de millones que como una plaga bíblica nos ha caído encima desde que Montoro se personó en el Congreso de los Diputados con un pen drive y un power point infectado de cifras y porcentajes. Ni siquiera se han aprobado aún las cuentas y tampoco es tan seguro que se aprueben y ya estamos repicando las campanas y vendiendo pieles de oso un día sí y otro también. Cuando era joven e indocumentado pensaba que los números eran el no va más de la objetividad y que dos más dos nunca podría ser cinco o tres. A estas alturas a las que ya no soy joven y sólo soy un poco menos indocumentado no me sorprende demasiado que a los políticos la suma les de cero, catorce y hasta veinticinco.

Por ceñirnos a Canarias, si uno escucha al Gobierno descubrirá que el trato que reciben las islas en los Presupuestos del Estado de este año es supercalifragilístico y si escucha al PP verá que es, además, espialidoso. Ahora bien, si quien habla es la oposición que no ha estado en el Gobierno o la que estuvo hasta el otro día lo que escuchará es que esas cuentas son la peste negra, el cólera y la malaria, todo a la vez ¿No estará la verdad en el justo medio como dicen que dijo el filósofo? Que desde un punto de vista general y desde un punto de vista territorial canario estos presupuestos son mejores que los anteriores parece evidente; que no son todo lo mejores que deberían para paliar casi siete años de recortes y ajustes en aras del déficit, también es evidente.

Es muy probable, por no decir seguro, que había margen para otros presupuestos con otras prioridades más atentas a las secuelas sociales de la crisis por lo que al marco general se refiere. Por lo que hace a Canarias, la mejora es notable en varios aspectos pero no borra ni compensa suficientemente los sucesivos años de olvido deliberado y trato injusto para con las islas por parte del Gobierno central de Rajoy. En resumen, un presupuesto público no es otra cosa que el reflejo de una determinada situación política en una coyuntura económica concreta.Con Rajoy en minoría y necesitado de amarrar, entre otros, los votos de los nacionalistas canarios para sacar adelante las cuentas, lo lógico es que por fin se cayera de un guindo y viera la luz.

Si, además de eso, hay una cierta mejoría de la situación económica que le permite ser algo más rumboso con quien hasta ahora sido tan tacaño, a nadie le puede  extrañar su nuevo disfraz de rey mago. No hay más misterio en ese cambio de actitud ni responde a una conversión repentina del presidente  a la ultraperifericidad de Canarias que hasta ahora le había importado exactamente un comino. Respecto a los críticos con las cuentas de Montoro, hay dos motivaciones básicas. Podemos las rechaza porque no hacerlo sería portada hasta en el New York Times y el PSOE hace lo propio porque no está el horno socialista como para apoyar  las cuentas de Rajoy después de la que se ha armado en el partido por haberse abstenido para que fuera presidente. 

Una cosa más quiero pedir: que cesen también de una vez, por respeto a la inteligencia de los ciudadanos, las interpelaciones del Gobierno y del PP a lo parlamentarios canarios de otros partidos para que apoyen estas cuentas so pena casi de excomunión y destierro. Quienes hacen tal petición deberían preguntarse en voz alta por qué apoyaron en su día los presupuestos estatales anteriores si eran tan malos para Canarias. Demegogias, las justas.    

¡Capitán, mande firmes!

Es costumbre vieja en España canonizar a los muertos que hemos crucificado en vida. Cuando alguien desaparece de la faz de la tierra no tardamos en elevarlo a los altares y hacernos lenguas de sus virtudes y bondades. Tal vez sea la excepción que confirma la regla pero tengo para mi que en las reacciones y valoraciones con motivo del prematuro fallecimiento ayer de Carme Chacón predomina la sinceridad. Puede que en algunos casos sea algo más forzada que en otros pero me parece – o al menos eso quiero creer – que no hay doblez ni hipocresía en ninguna de ellas. Y no debería haberla porque la política socialista fallecida ayer con tan sólo 46 años de edad, demostró valentía y carácter en donde cualquier otra personas afectada por el mismo problema de salud que ella padecía tal vez se hubiera retraído y echado atrás.

Esa valentía junto a la pasión y la firmeza con la que defendió sus convicciones políticas sin renunciar al diálogo y al entendimiento con quienes no pensaran igual que ella, la hacen merecedora de las condolencias sinceras y sentidas por parte de quienes fueron sus rivales políticos además de por sus propios compañeros. Carme Chacón no era una advenediza en busca de medrar para conseguir un cargo público, sino alguien que sintió y vivió la política como una manera noble y honrada de servir a los demás. De otro modo no se entendería su temprana afiliación a las Juventudes Socialistas con sólo 16 años,  iniciando así una carrera política que la llevó a convertirse en la primera mujer española en poner firmes a los militares de este país, con toda la carga política y simbólica que eso implicaba.


Se escribió mucho en su momento sobre si su nombramiento para el Ministerio de Defensa fue uno de los habituales golpes de efecto de los que gustaba José Luis Rodríguez Zapatero y sobre cosas como si su decisión de pasar revista a las tropas en avanzado estado de gestación fue una pose para la foto. Tanto da si fue o no con esa intención porque, de hecho, los chistes, chascarrillos y burlas machistas con los que se recibió por parte de algunos su nombramiento para dirigir la política de defensa, pusieron de manifiesto la necesidad que tenía este país de que una mujer pudiera mandar sobre los militares sin que nadie se removiera en su tumba ni apelara a conceptos casposos como la virilidad o la hombría.  

Junto a su paso por el Ministerio de Defensa, el otro hecho que marcó su carrera política para siempre fue sin duda su derrota ante Alfredo Pérez Rubalcaba en la disputa por la secretaría general del PSOE. Puede que me equivoque pero siempre he tenido la sensación de que Chacón nunca superó del todo haber perdido aquella suerte de primarias por sólo 22 votos de diferencia frente a su rival. Lo cierto es que a partir de ahí pareció dar un paso a un costado hasta que el año pasado renunció a ir en las listas socialistas para las elecciones del 26 de junio y optó por incorporarse a un bufete de abogados de Madrid.

Aunque sea hacer historia contrafáctica, es muy probable que el PSOE actual fuera otro si en aquella pugna con Pérez Rubalcaba hubiera sido ella la ganadora. Sin embargo, entonces – y puede que también ahora – el aparato pudo más que su fuerza y su convicción para liderar a los socialistas españoles. Con su retirada de la primera línea de la política perdió el PSOE un valiosísimo activo y con su desaparición ayer es el país quien pierde a una mujer valiente que con aquel famoso y emblemático ¡capitán, mande firmes! trazó un antes y un después en la lucha por la igualdad en España.      

ETA: ¿adiós a las armas?

Un total de 829 víctimas mortales y 43 años después, ETA dice ahora que dice adiós a las armas. No me lo acabo de creer aunque es lo que desearía hacer. Viniendo el anuncio de quien viene no puedo evitar la incredulidad y la sospecha de que no hay voluntad sincera de poner el verdadero punto y final a más de cuatro décadas de asesinatos, extorsión, chantaje y dolor. Lo ha sufrido en primera persona la sociedad vasca, pero también el resto de España que en no pocas ocasiones fue testigo de cómo los asesinatos etarras pusieron en peligro incluso la estabilidad del sistema democrático. Siempre fue uno de sus grandes objetivos provocar una intervención militar que pudieran utilizar para justificar sus asesinatos. La firmeza y la unidad de la sociedad española para resistir al terror hizo que ese tiro les saliera por la culata.

Sobre el anuncio de desarme hecho por ETA a mediados de marzo y que supuestamente se va materializar mañana cuando los llamados “mediadores” informen a la justicia francesa de la localización de las armas, hay más preguntas que respuestas. ¿Qué armas y explosivos va a entregar ETA? ¿Todas, incluidas las más mortíferas o sólo los tirachinas? ¿Controla ya ETA todo su arsenal? ¿Y si no es así, quién lo hace? ¿Cómo podrán verificar las autoridades francesas y españolas que el desarme es completo y definitivo? Nadie lo sabe y ETA tampoco ha dado muestras de quererlo aclarar.

De lo que no me cabe duda es de que el desarme que anuncia ETA no responde a un repentino rapto de arrepentimiento por tantas bombas mortíferas y tantos tiro en la nuca. ETA está policialmente derrotada y los terroristas son perfectamente conscientes de ello. La única salida que les queda es intentar blanquear un pasado manchado de sangre para presentarse ante la sociedad vasca y española como los chicos buenos y nobles que entregaron las armas por el bien de la paz y para buscar una salida negociada al “conflicto”. El objetivo no es otro que  la impunidad por los crímenes cometidos y la reinserción en la vida civil y política del País Vasco en donde un partido legalizado como Sortu estaría encantada de abrirle los brazos y las puertas. Porque,  si bien parece que la capacidad de matar de ETA es muy limitada en estos momentos, su semilla política en cambio dista mucho de estar erradicada como ponen de manifiesto a diario personajes como Arnaldo Otegui.

Junto con un nuevo intento de presionar al Gobierno español para que acerque a los presos etarras al País Vasco, esas pueden ser algunas de las claves que se esconden en esta nueva campaña propagandística de ETA  para echar tierra sobre un pasado de muerte y dolor. Para que podamos empezar a creer en los etarras deberían comenzar por  garantizar un desarme completo y verificable, disolverse,  asumir sus responsabilidades judiciales y  pedir perdón a las víctimas y a sus familias. Todo eso se puede hacer en un solo y único acto y eso es lo que se exige a ETA que haga. Sé que pido mucho políticamente hablando pero moralmente no se puede pedir menos.

Ni la sociedad vasca ni la española les deben nada a los etarras como para que consideren que tenemos que agradecerles que nos perdonen la vida. Son ellos los que deben mucho sufrimiento y miedo permanente a miles de familias y al conjunto de un país que aún tardará décadas en superar las secuelas de tantos años de plomo y bomba lapa. Por cierto, entre los 829 muertos de los que es responsable ETA  figura uno llamado Luis Carrero Blanco, últimamente objeto hasta de alguna sentencia judicial en cuyo contenido no voy a entrar ahora. Lo único que digo es que siempre he pensado que todos los muertos son iguales independientemente de lo que hicieron en vida y de la forma en la que dejaron de existir. De ahí que, desde mi punto de vista,  burlarse de uno de los muertos provocados por la barbarie de ETA y de cómo fue asesinado es como burlarse también de los 828 restantes.   

Sistema electoral: el reformador que lo reforme

Tengo ya pocas esperanzas de ver reformado el sistema electoral canario antes de que nieve en el Sahara. Camino va esta comunidad autónoma de ser cuarentona y seguimos mareado la misma perdiz legislatura tras legislatura. Si en los primeros compases de la andadura autonómica el sistema aún en vigor fue útil para poner en marcha una nueva etapa histórica en las islas, casi cuarenta años después se ha convertido en la quintaesencia de lo contrario de lo que se supone que debe ser un sistema político represantativo. El actual Parlamento de Canarias parece y es mucho más una cámara de representación territorial que poblacional y es eso lo que desnaturaliza radicalmente su función.

Gracias a un sistema que permite que el 17% de la población elija a la mitad de los parlamentarios y el 83% restante a la otra mitad, CC ha conseguido mantenerse en el ejecutivo durante más de dos décadas y de ahí que su querencia lógica sea seguir con el actual statu quo a toda costa. Cómplices directos de este estado de cosas son el PP y el PSOE. Uno y otro no han dudado nunca en guardar en un cajón sus reivindicaciones sobre el sistema electoral en cuanto se les ha abierto la posibilidad de pactar con CC. Para comprobarlo, basta remitirse a lo ocurrido con el PP y su marcha atrás sobre la modificación del sistema en el reciente debate del estado de la nacionalidad. Unirse a CC como hizo el PP para vetar que las Cortes Generales pudieran introducir cambios en la ley Electoral con ocasión de la reforma del Estatuto de Autonomía,  habla por sí sólo de la sinceridad de los populares cuando se refieren a este asunto.


El PSOE, que mientras formó parte del Gobierno mantuvo un perfil bajo y casi invisible en este tema, desenterró el hacha de guerra de la reforma en cuanto fue expulsado del Ejecutivo. Es la eterna historia de esta comunidad autónoma en la que a cambio de tocar poder se posterga algo tan elemental como la calidad del sistema democrático que respiramos los ciudadanos. Junto con el impulso de la economía  y la mejora de los servicios públicos, la búsqueda de un nuevo sistema electoral que se compadezca mucho más con la realidad poblacional sin ignorar el hecho insular, debería ser prioridad número uno del Gobierno de Canarias y del Parlamento de esta comunidad. Sin embargo, la fuerza política que sustenta al Gobierno en minoría se resiste a retocar otra cosa que no sean las barreras de acceso, elevadas en su día no para favorecer la pluralidad política sino para todo lo contrario. Salvo eso, cualquier otro cambio es tabú y no debe ni mencionarse ante posibles pactos de gobierno.

En el Parlamento, una comisión de estudio de la reforma se viene reuniendo desde hace más de un año para escuchar a expertos, politólogos y políticos exponer sus puntos de vista y sus propuestas de modificación del sistema. Cuando acaben las comparecencias se redactaran unas conclusiones  y si ningún partido las hace suyas e impulsa un cambio se guardarán en un cajón hasta que se cree otra comisión en la próxima legislatura y vuelta a empezar. Propuestas de cambio hay y ha habido en abundancia y salvo las inmovilistas que abogan por sostenella y no enmendalla, todas merecen estudio y evaluación por parte de los partidos políticos.

Lo que hace falta es mucha más voluntad y mucho menos cálculo político para empezar a combatir, por ejemplo, las falacias interesadas sobre un supuesto abandono de las islas no capitalinas si se toca la sacrosanta triple paridad. Aunque cada vez queda menos tiempo, aún es posible poner en pie antes de las elecciones de 2019 un nuevo sistema que corrija por fin el escandaloso desequilibrio del valor del voto en función de la isla de residencia. Si bien es cierto que en ningún lugar del mundo hay sistemas electorales proporcionalmente perfectos no por ello merecemos los canarios tener el más desproporcionado de todos los sistemas.       

Del REF y otras hierbas

Aunque creo que me muevo mejor entre letras, hoy he afilado el lápiz y he echado cuentas sobre el nuevo REF canario y sobre los Presupuestos del Estado que Montoro presentará mañana en el Congreso atados con un lazo rojo. No es para echarle agua al vino sino para comprobar si hay razones que justifiquen poner a volar las campanas de La Laguna o si sería más prudente adoptar un tempo algo menos jubiloso. Comencemos por el REF, al que el Gobierno central le acaba de dar una buena mano de pintura después de casi un cuarto de siglo sin tocarlo. En 25 años la gente nace, crece, estudia o trabaja (o ninguna de las dos cosas), se casa y hasta tiene hijos; antes, los hombres tenían tiempo incluso de hacer la mili en Melilla. Pero bien está lo que bien acaba aunque tarde tanto en acabar  y, al decir de tirios y troyanos, este REF reformado parece bastante aseadito.

El nuevo REF

Se mantienen las ayudas al transporte de mercancías y personas y se reconoce que Canarias está lejos del continente europeo y son ocho islas con sus respectivos islotes. Esto último es muy importante y supone un cambio revolucionario porque por aquí abajo ya desesperábamos de que en Madrid comprendieran que Canarias dejó de estar al norte de Argelia desde que Mariano Medina explicaba las isóbaras en la tele. Aunque el principal cambio revolucionario del nuevo REF es su desvinculación del sistema de financiación por el que las comunidades autónomas reciben el dinero con el que pagan la sanidad, la educación y las políticas sociales.

No mezclar el REF – concebido para compensar los costes de la insularidad  y la lejanía – con el acceso a la financiación de los servicios públicos era tan de sentido común como no considerar a Canarias territorio continental equiparable a La Mancha o a Extremadura. Según los cálculos del Gobierno canario, el cambio supondrá que las islas reciban anualmente unos 580 millones de euros más para mejorar la financiación de los servicios públicos, lo cual es un gran respiro. Lo que me inquieta es que en las cuentas del Gobierno canario ya no se hable del déficit de financiación que han venido soportando las islas y que el propio Ejecutivo autonómico ha calculado reiteradamente en 700 millones anuales desde 2009, el año que entró en vigor el sistema actual.


Multiplico los 700 millones por siete años y me sale la bonita cifra de casi 5.000 millones de euros que Canarias debería haber recibido. ¿Ha hecho el Gobierno canario borrón y cuenta nueva con esa deuda histórica tantas veces reclamada? ¿Habrá que exigírsela al maestro armero?. Todo esto sin mencionar que el REF seguirá dependiendo como hasta ahora de las coyunturas económicas y las políticas y disponibilidades presupuestarias de La Moncloa. Es muy loable pretender anclarlo en la Costitución para que sea de obligado cumplimiento por el Gobierno central pero me gustaría ver al PP o al PSOE aceptando atarse las manos constitucionalmente sobre lo que pueden o no pueden hacer con las cuentas públicas.

Unos Presupuestos pendientes de un hilo

En cuanto a los Presupuestos del Estado, el júbilo del Gobierno se concreta en la recuperación de los convenios que los gobiernos de Zapatero y Rajoy han ido reduciendo a la mínima expresión e incluso suprimiendo literalmente de los presupuestos, como el recuperado Plan de Empleo. Mención especial merece el tan traído y llevado convenio de carreteras al que Montoro le ha dedicado 174 millones de euros, algo menos del doble de lo que incluyó en los anteriores presupuestos. Tampoco en este caso he escuchado decir al Gobierno si va reclamar los cerca de 1.000 millones que Zapatero y Rajoy, con la excusa de la crisis y los recortes, han dejado de poner en los últimos años para cumplir con ese convenio. Por no hablar de los incumplimientos flagrantes del resto de acuerdos entre ambas administraciones de cuya deuda tampoco se dice nada. ¿Se los tendremos que reclamar también al maestro armero?

Sea como sea, Clavijo y Rajoy firmarán el miércoles el acuerdo presupuestario  por el que la diputada de CC, Ana Oramas, apoyará las cuentas públicas durante su trámite en el Congreso. La necesidad de esa firma sólo se justifica por la conocida afición de ambos presidentes a la fotografía digital y, tal vez, por la conveniencia de  escenificar que el buen rollito no ha muerto sino que está más vivo y saludable que nunca, con los populares a las puertas del Gobierno.

No estaría de más que en la foto aparecieran también los diputados del PNV. Los nacionalistas vascos, a la vista de los más de 4.000 millones de euros que Rajoy ha ofrecido a Cataluña para aplacar al soberanismo, andan también haciendo números sobre cuánto cuesta su apoyo a las cuentas de Montoro.  Y, por supuesto, debería entrar también en la imagen el diputado de Nueva Canarias, Pedro Quevedo, que se presentó con el PSOE y al que hasta Susana Díaz le ha pedido que mantenga el “no es no” a Rajoy hasta la victoria final. Dicho de otra manera: ¿habrá presupuestos o estaremos vendiendo la piel del oso antes de tiempo? A mi no me miren, ya les he dicho que soy de letras.  

Venezuela y la táctica del calamar

No me extraña que algunos – de algunos ya no me extraña casi nada – intenten justificar el golpe de Estado en Venezuela empleando la táctica del calamar.  La misma consiste en oscurecerlo todo para minimizar la gravedad de hechos que resulten incómodos e imposibles de justificar.  Así, cuando se les pregunta por lo ocurrido ayer  en Venezuela te dicen que es tan grave como condenar a una joven en España por unos tuits sobre el asesinato de Carrero Blanco. Son los mismos que dan por finiquitado el derecho a la libertad de expresión porque alguien no pueda mofarse impunemente de los muertos y luego decir que estaba de guasa.

Pero no nos dejemos enredar por la táctica del calamar y vayamos a lo que importa y a lo que otros pretenden ocultar o minimizar. Que lo ocurrido en Venezuela es un golpe de Estado es algo que Monstesquieu sería el primero en suscribir. Por añadidura, si los tres poderes clásicos de un sistema democrático se concentran en uno solo eso también tiene un nombre: dictadura, todo lo blanda que se quiera mientras los tanques no salgan a la calle, pero dictadura. Pero no hace falta ser Charles Louis de Secondat para llegar a esa conclusión. Cualquiera que tenga ojos y no sea deliberadamente ciego comprenderá que si el Ejecutivo controla al Judicial y este usurpa los poderes del Legislativo, en el sistema político venezolano se ha producido una concentración de poder en manos del presidente Maduro que ninguna constitución democrática del mundo puede amparar salvo en situaciones muy excepcionales y extremas. 


La excusa para este golpe o autogolpe de Estado es que la Asamblea Nacional, el único poder que no controlaba Nicolás Maduro después de perder las últimas elecciones legislativas, no acata las sentencias del Tribunal Supremo, un mero órgano ejecutor de las directrices políticas del presidente y muchos de cuyos magistrados ni siquiera reúnen los requisitos imprescindibles para desempeñar esa responsabilidad. En lugar de procesar por desacato a quien el Supremo entienda que no cumple sus fallos, lo que ha hecho es aprovechar la coyuntura para quedarse con los poderes atribuidos a la soberanía del pueblo venezolano.

Claro que, para quienes defienden la democracia al modo caraqueño, el Supremo ha tenido que actuar así para impedir el avance de las fuerzas imperialistas y sus secuaces, decididas todas ellas en comandita a acabar con la revolución bolivariana que tiene a uno de los principales países petroleros del mundo sumido en la crisis económica, social y política más grave de su historia. Estos irredentos del chavismo seguramente estarían encantados de que los militares se hubieran puesto ya del lado de Maduro en su cruzada contra los “títeres” del capitalismo. Es cierto que los militares, hasta el momento mudos ante lo que está pasando pero a los que la oposición ya acusa de complicidad con el golpe, son pieza clave en la salida de esta situación y son los que pueden inclinar la balanza a favor de la dictadura o de la democracia. Por lo pronto, la fiscal general Luisa Ortega, nada sospechosa de ser próxima a la oposición, ha denunciado la violación del orden constitucional y ahora veremos cuánto tiempo más permanecerá en el cargo.

La situación es incierta y potencialmente explosiva. Mucha capacidad de presión y de mediación tendrá que demostrar la comunidad internacional para encausar el conflicto y evitar que desemboque en una confrontación abierta entre venezolanos. La práctica totalidad de los países americanos, las instituciones europeas y unos cuantos países del viejo continente – entre ellos España -  han condenado sin ambages lo que ya se conoce como el  “madurazo”, un golpe de estado  que abre un escenario peligroso e imprevisible en un país ya sumido en una interminable crisis cada día más enquistada.Lo lamento por esas almas revolucionarias cándidas y puras si en esas condenas no se incluyen también las sentencias incómodas de la justicia española, la pobreza en Somalia o la caza de ballenas en la Antártida a ver si de ese modo logran ocultar o minimizar la gravedad de los hechos en Venezuela. La tinta de calamar, ya saben...

Brexit, un fracaso compartido

Si uno escribiera con las tripas, en un día como el de hoy escribiría que se alegra de que los británicos por fin hayan presentado los papeles del divorcio de la Unión Europea y empiecen a dejar de dar la lata.  Diría también que allá se las compongan solos en su brumosa isla y que deberían perder toda esperanza de mantener unas relaciones “profundas y especiales” a partir de ahora con la Unión Europea. Subrayaría que ellos se lo han buscado si se les empiezan a cerrar las puertas que han tenido abiertas hasta este momento y añadiría que no les echaremos en falta, porque han sido un incordio permanente durante los 44 años que han pertenecido a una Unión Europea, en la que entraron a disgusto y  de la que únicamente les ha interesado compartir las ventajas pero no las cargas.

Todo eso y más les podría decir y, aunque creo que no me faltaría razón, no me serviría para calmar la extraña sensación de que estamos ante un fracaso histórico inapelable a ambos lados del canal de la Mancha.  Un estrepitoso error de calculo político en el Reino Unido puso al país en la encrucijada de decidir entre seguir formando parte de una Europa a la que está estrechamente vinculado por  historia, economía y cultura o aislarse en su reducido espacio geográfico y cerrarse las puertas  que otros soñarían ver abiertas. 

Una campaña de mentiras y medias verdades – las peores de las mentiras – trufada de caduco orgullo nacional, chovinismo, xenofobia y unas gotas de racismo llevó a la mayoría de los británicos a tomar una decisión pueblerina de la que muchos se arrepintieron  al día siguiente mismo. De propina, las costuras escocesas del reino se vuelven a resentir en una historia que aún puede deparar más de una sorpresa desagradable para los ingleses.


Del otro lado, los dirigentes de la Unión Europea pasados y presentes serían estúpidos si concluyeran que los únicos responsables del brexit y sus consecuencias son los británicos. Aún siendo cierto que el Reino Unido nunca se ha sentido completamente integrado en la Unión Europea durante las más de cuatro décadas que ha pertenecido a la misma, las responsabilidad  del mal entendimiento tiene que ser compartida. Más allá de que la marcha de un socio del peso del Reino Unido siempre sería un fracaso, la burocracia y el intervencionismo asfixiantes, los ingentes recursos económicos para sostener a un gigante con pies de barro y la ausencia en las últimas décadas de un liderazgo político con el carisma y el  poder de convicción necesarios para tender puentes y fortalecer la unión, son factores de los que sus principales responsables han estado y están en Bruselas. También para la Unión Europea hay propina en forma de movimientos xenófobos y populistas que apuestan abiertamente por sacar a sus países del club comunitario siguiendo el ejemplo del Reino Unido.

Serán en todo caso los historiadores los que establezcan las causas de este fracaso compartido que va a desembocar ahora en un divorcio de final incierto tanto por las condiciones en las que se alcanzará como por el tiempo que se tardará en firmarlo definitivamente. Tengo pocas dudas de que los negociadores de la separación van a empezar hablando de las relaciones económicas después del brexit y de asuntos como la libre circulación de capitales entre el continente y el Reino Unido. Sospecho que condicionarán a esa aspecto de la negociación la situación en la que quedan con el brexit los ciudadanos comunitarios que viven y trabajan en el Reino Unido y los británicos que lo hacen en territorio comunitario. 

Y, sobre todo, temo que unos y otros terminen siendo usados como rehenes en esas negociaciones que deben iniciarse próximamente. Despejar cuanto antes la incertidumbre sobre el futuro de estos europeos debería ser la prioridad inmediata de Londres y Bruselas para no añadir al fracaso de sus relaciones el escarnio de usar a sus propios ciudadanos como moneda de cambio de sus diferencias.