Ha llegado
Enmanuel Macron al Elíseo y parece como si hubieran llegado Obélix con Astérix y
el resto de los vecinos de la aldea gala. Y no lo digo por el aspecto físico,
aunque sí puede que hasta lleven consigo la poción mágica y secreta del druida que
los volverá invencibles ante las arremetidas de la ultraderecha. Leyendo hoy
las valoraciones de los líderes europeos tras el triunfo de Macron en las
presidenciales francesas, tengo la inquietante sensación de que la mayoría está
vendiendo la piel del oso a destiempo. Por Marine Le Pen votó uno de cada tres
franceses y esos son muchos franceses por más que por Macron votaran los otros
dos. Sin embargo, pocos líderes europeos tienen en cuenta ese detalle nada
menor a la hora de valorar los resultados electorales.
Falta mucho aún para dar por frenado y erradicado el populismo xenófobo del
escenario político francés, por no hablar ahora de otros países europeos en los
que también ha echado raíces. Sólo se ha ganado una batalla que
tendrá continuidad cuando dentro de poco más de un mes los franceses sean
convocados de nuevo a las urnas para elegir en doble vuelta a sus
representantes en la Asamblea Nacional. A esas elecciones concurrirá Macron con
un artefacto político llamado ¡En Marcha!
creado ex profeso para las presidenciales y que, hay que reconocerlo, le ha
dado un excelente resultado. Ahora tiene un mes por delante para convertir ese invento del marketing
político en una fuerza con implantación en toda Francia capaz de darle una
mayoría suficiente con la que aplicar, sólo o en compañía, las políticas que ha
prometido en las presidenciales.
“Aún falta
mucho para dar por frenado y erradicado el populismo xenófobo del escenario
político francés”
Se las tendrá
que arreglar sólo ante los conservadores, los socialistas y los de
ultraizquierda. A los dos primeros tiene que agradecerles Macron el apoyo para
llegar al Elíseo, no tanto a los terceros a los que no parece que les hubiera
importado mucho que en su lugar fuera Le
Pen la elegida y por la que seguramente no pocos votaron. Será precisamente ella, la lideresa
ultraderechista derrotada ayer, la que irá a por todas en las legislativas procurando
obtener fuerza suficiente para cortocircuitar las medidas de un político
inexperto que probablemente se sienta hoy abrumado por la responsabilidad que
se acaba de echar sobre los hombros.
Desde el punto
de vista de la Unión Europea, el triunfo de Macron frente a Le Pen no puede ser
una excusa para seguir actuando como si aquí no hubiera pasado nada. Bien está
alegrarse de que la ultraderecha haya sido frenada momentáneamente pero se
requiere mucho más que palmaditas en la espalda al nuevo presidente francés
para reorientar en otra dirección el rumbo de esta vacilante Unión Europea. Estos
líderes a los que se les llena la boca con la palabra Europa deberían por una
vez hacer una reflexión profunda sobre las razones que han puesto a alguien
como Le Pen a las puertas de la presidencia de un país como Francia, cofundador
de la Unión Europea, cuna de los valores democráticos y segunda economía continental.
“El triunfo de
Macron frente a Le Pen no puede ser una excusa para seguir actuando como si
aquí no hubiera pasado nada”
Se verían
obligados a admitir que parte de la responsabilidad la tienen las políticas
económicas que ha venido dictando Angela Merkel y siguiendo dócilmente el resto
en los último años. El gran problema de Macron, su gran contradicción – más allá
de su condición de imberbe político – es
que sus medidas económicas para Francia son un calco de las que ha venido
imponiendo Alemania durante la crisis con los resultados sociales y políticos
conocidos,entre ellos el ascenso de la ultraderecha nacionalista en varios países
europeos empezando por Francia. Persistir en ellas daría alas a Le Pen para
asaltar el Elíseo dentro de cinco años con muchas más posibilidades de éxito.
Por tanto se
autoengañan estos líderes que aplauden de cara a la galería el europeísmo de
Macron pero no parecen tener intención de hacer nada significativo para que ese hermoso término vuelva a hacer referencia a un espacio común no sólo económico - financiero sino también social, de igualdad, de libertad y de tolerancia. Revertir las políticas que nos han llevado al actual estado de cosas debería ser su primer objetivo si de verdad hay preocupación por el avance de
la ultraderecha y no una mera pose de
quienes parecen creer que con el nuevo Obélix en el Elíseo se han resuelto
todos los problemas de Europa.