Muy conocida es la capacidad de algunos animales para predecir desastres naturales. De las ratas siempre se ha dicho que son las primeras en abandonar un barco en cuanto presienten peligro de hundimiento. Por el contrario, el capitán de la nave y toda su tripulación deben permanecer a bordo hasta el final y, si no hay más remedio, hundirse con ella: primero ha de hacerse todo lo humanamente posible para poner a salvo a los pasajeros.
En el naufragio del Costa Concordia ha ocurrido justo al contrario. El capitán fue el primero en situarse en tierra seca después de haber cometido la incomprensible estupidez de acercar a la costa una ciudad flotante con cuatro mil personas en su interior y encallar la nave contra una roca que ahora pretende hacer creer que no figuraba en las cartas náuticas.
En el naufragio del Costa Concordia ha ocurrido justo al contrario. El capitán fue el primero en situarse en tierra seca después de haber cometido la incomprensible estupidez de acercar a la costa una ciudad flotante con cuatro mil personas en su interior y encallar la nave contra una roca que ahora pretende hacer creer que no figuraba en las cartas náuticas.
Asombra que esto lo haga un capitán que tiene sobre sus espaldas 30 años de experiencia, pero ya se sabe que la estulticia humana no conoce límites. Y todo, según publica la prensa italiana, para hacerle un "homenaje" al jefe de camareros del barco, que reside en Giglio.
Así, mientras este "valeroso" capitán se quedaba en tierra viendo como el barco del que era el máximo responsable se acostaba sobre uno de sus costados y desoía las órdenes de las autoridades para que volviera a bordo, los pasajeros vivían momentos de pánico y caos, con una tripulación que no sabía a qué atenerse ante la situación. Se impuso el "sálvese quien pueda" y en la confusión y el desorden murieron siete personas (hasta ahora) y al menos una veintena sigue desaparecida.
Así, mientras este "valeroso" capitán se quedaba en tierra viendo como el barco del que era el máximo responsable se acostaba sobre uno de sus costados y desoía las órdenes de las autoridades para que volviera a bordo, los pasajeros vivían momentos de pánico y caos, con una tripulación que no sabía a qué atenerse ante la situación. Se impuso el "sálvese quien pueda" y en la confusión y el desorden murieron siete personas (hasta ahora) y al menos una veintena sigue desaparecida.
Todo ello conduce a algunas preguntas elementales: ¿en manos de quién se pone la seguridad de miles de pasajeros? ¿es prudente que un barco pueda transportar hasta diez mil personas? ¿están verdaderamente preparadas las tripulaciones para organizar una operación de salvamento? ¿qué habría pasado si en lugar de en la costa el accidente se hubiese producido en alta mar?
Es dudoso que a bordo del Costa Concordia hubiese ratas, aunque lo que parece claro es que el capitán las sustituyó con mucha propiedad y verosimilitud.
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