Primera semana de pasión de Rajoy


La última de marzo se ha convertido en la primera semana de pasión del Gobierno de Mariano Rajoy. Comenzó el domingo cuando los andaluces hicieron trizas las encuestas y dejaron a Javier Arenas con un palmo de narices. Y continúo ayer con una huelga general que fue un éxito para los sindicatos y de efectos "muy moderados" para el Gobierno.

Tal vez ni tanto ni tan calvo. La mayoría de las informaciones coinciden en que el paro tuvo un seguimiento alto en la industria y los transportes públicos y mucho más atenuado en el comercio.  


Otra cosa son las manifestaciones de ayer tarde en toda España que, según el propio Ministerio del Interior, movilizaron a 850.000 ciudadanos contra la reforma, muchos más según los sindicatos.

Guerra de cifras al margen, el mensaje ha sido nítido: a los españoles no les gusta la reforma laboral del Gobierno de Rajoy por desequilibrada, injusta e inútil. Los sindicatos advierten con un empeoramiento del clima social en este país, fruto de la suma de medidas injustas que hacen recaer sobre los trabajadores las consecuencias de una crisis de la que no son responsables pero que se utiliza como coartada para dinamitar derechos sociales y hasta constitucionales.

El Gobierno afirma que está dispuesto a negociar "hasta la extenuación" pero no a cambiar los aspectos "troncales" de la reforma (Fátima Báñez dixit). No invita a la esperanza la posición del Gobierno, enrocado en una reforma que genera rechazo social y centrado sólo en agradar a los mercados y a la patronal.

Mala cosa sería que el clima social se siga deteriorando por el empecinamiento de un Gobierno que, amparado en el cheque en blanco con el que parece interpretar su mayoría absoluta, se muestra insensible al disgusto de la ciudadanía con sus medidas.

Con este panorama, hoy conoceremos la nueva retahíla de recortes y ajustes que contienen los Presupuestos Generales del Estado, tan celosamente guardados hasta que pasaran las elecciones autonómicas andaluzas. El Gobierno se dispone a echar así más leña al fuego del descontento social sin que, en paralelo, se atisbe una sola medida que sirva de verdad para reactivar la economía y repartir las cargas de la crisis de manera mucho más justa. Juega con fuego el Gobierno y ya se sabe lo que pasa en estos casos: que se puede quemar y extender el incendio a toda la sociedad.

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