Ahítos de millones deben de
estar hoy los 800 bancos que ayer acudieron, como abejas a un panal de rica
miel, a la suculenta y ventajosa subasta del Banco Central Europeo que regó la
fiesta con la friolera de casi 530.000 millones de euros.
Si sumamos esa cantidad a la
que se subastó el pasado mes de diciembre tendremos aproximadamente el PIB
español de 2011 o el de Irlanda, Portugal y Grecia juntos. Y todo ello a unas
condiciones tan ventajosas que ya las querría una pequeña empresa o un
trabajador autónomo para salir del atolladero: el 1% de interés y tres años
para devolverlo.
Los ingenuos, que aún los
hay y muchos más de lo que cabría esperar en esta situación, auguran que esa
lluvia de millones, ese gordo entre los gordos en pleno mes de febrero, servirá
para que por fin fluya el crédito.
Ojalá y fuera así pero mucho me temo que,
tal y como ocurrió con la primera inyección de liquidez, los bancos no van a
emplear ese maná en darles créditos a quienes de verdad lo necesitan sino, en todo
caso, a quienes no lo necesitan en absoluto. Supongo que ya conocen el viejo y
sabio refrán según el cual un banquero es un señor que te da un paraguas cuando
hace sol y te lo quita cuando llueve.
Según algunas informaciones,
los bancos españoles se quedaron ayer con una cuarta parte de los casi 530.000
millones de euros que subastó el Banco Central Europeo, un dinero que ahora
emplearán en comprar deuda pública al Estado al 3% de interés, en sanear sus
balances o en pagar sus propias deudas de financiación. Y los pequeños y
medianos empresarios, los autónomos y las familias, que no vayan a pedir crédito
porque – dicen los banqueros - su demanda no es solvente.
Que tampoco sueñen los
ayuntamientos, endeudados hasta las cejas, con que los bancos no vayan a sacar
tajada por hacer de pagadores de los proveedores públicos que, miren por dónde,
son también las pequeñas empresas y los autónomos. Y ni por asomo abriguen
esperanzas quienes tengan una hipoteca y no puedan pagarla sin quitarse la
comida de la boca que acepten los bancos la dación en pago como forma de saldar
la deuda o que se elimine de una vez la cláusula suelo.
Eso sí, que nadie toque los
corralitos de las participaciones preferentes y otros productos tóxicos en los
que –a la búsqueda desesperada de liquidez - han atrapado los bancos a un buen
número de ciudadanos, según denuncian las organizaciones de consumidores y ante
lo que el Banco de España calla y otorga. Que nadie levante la voz
contra los abusos de la banca, que no se cuestionen los sueldos obscenos de sus
directivos porque eso es demagógico, que nadie proteste porque en Berlín la
señora Ángela Bismarck se oponga a que el Banco Central Europeo preste a los
Gobiernos en apuros en lugar de a los bancos. Que nadie hable, que nadie
perturbe la siesta de la banca tras el atracón de ayer.
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