El debate sobre el estado de
la nacionalidad canaria de esta semana, al igual que la práctica totalidad de
los anteriores, tampoco pasará a los anales del parlamentarismo canario. Fallan
demasiadas cosas: la duración, el formato y, sobre todo, el contenido.
No conectan estas
maratonianas sesiones parlamentarias con el sentir de la calle, con lo que
preocupa a los ciudadanos de a pie que apenas les prestan atención. Y no es que
en ellas no se aborden asuntos de calado social o económico, es sólo que los
discursos parecen más atentos a las respectivas estrategias políticas que a los
problemas reales de la calle y a las soluciones que se proponen para
resolverlos.
Se repiten en el hemiciclo los argumentos de sobra conocidos de unos y de otros, del Gobierno y de la oposición. Nadie se sale del guión previsto, todos desempeñan su papel con rigurosa precisión. Una vez más, el de este año se ha amoldado a la perfección a ese esquema aunque, como es lógico, con algunas pequeñas variaciones determinadas en este caso por la crítica coyuntura económica y el debate en torno a las prospecciones petrolíferas.
Respecto a la primera, el
Gobierno ha reconocido oficialmente por boca de su presidente que no habrá más
remedio que tocar los impuestos si, como es más que previsible, los
Presupuestos Generales del Estado que se aprobarán el 30 de marzo pasadas las
elecciones andaluzas, incluyen severos recortes para las Islas. En todo caso, no ha dicho
nada el presidente que ya no nos temiéramos y no ha dicho nada la oposición que
ya no supusiéramos: que el PP no gobernó en Canarias hasta el otro día y que
con el Gobierno de Mariano Rajoy a este país no lo va a reconocer ni la madre
que lo parió (Alfonso Guerra dixit).
Rechazó el PP la oferta de
diálogo del presidente Rivero quien, no obstante, no se movió un milímetro de
su oposición frontal a las prospecciones petrolíferas mientras el PP hacia lo
propio, defenderlas a capa y espada. Todo, insisto, demasiado previsible. Y luego llegaron las
llamadas propuestas de resolución, esas que se aprueban o rechazan a mayor
gloria del diario de sesiones pero que no suelen traspasar los muros del
Parlamento y entrar a formar parte de las acciones del Gobierno. Y hasta el año
que viene por estas fechas.
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