Por los
pelos (en un modo de hablar), pero gana. Alfredo Pérez Rubalcaba se ha hecho
con la secretaría general del PSOE por 22 votos de diferencia sobre Carme Chacón.
Trámite cumplido: uno y otra han recorrido España proclamándose la mejor opción
para dirigir un partido en sus horas más bajas; no han faltado navajazos,
traiciones y desplantes, todo muy visto en política sea del color que sea cuando
hay cargos de por medio.
El debate sobre las ideas es otra cosa. ¿Cómo va a
salir el PSOE de ésta? ¿qué propone para
que no nos gobiernen los banqueros y los "mercados"? ¿hay futuro para
la socialdemocracia tal y cómo la conocemos? ¿cómo será? ¿cómo piensa recuperar
el terreno perdido?
Por lo pronto, todo lo que sabemos es que el nuevo líder
socialista quiere revisar los acuerdos con el Vaticano. Empezamos bien porque,
sin duda, es lo más urgente que hay que hacer si queremos evitar que el PP beatifique
a Fraga cualquier día de estos.
Gana pues el aparato, que para eso se creó,
para perpetuarse y perpetuar a los suyos - Rubalcaba es un hombre del aparato
desde hace mucho tiempo - y que por
definición recela de lo desconocido. Nada nuevo tampoco bajo el sol. Por tanto,
pierde quien no cuenta con ese apoyo, es decir Carme Chacón. Lo que no quiere
decir, ni mucho menos, que sus planteamientos fueran mucho más originales que
los de su contrincante. La sobreactuación, el gusto por los mensajes
publicitarios sin contenido tangible y el punto de victimismo que han tenido
sus intervenciones puede que no le hayan ayudado mucho.
Ejemplo de ese toque
altanero que parece caracterizar su conducta, es que no ha tardado en decirle a
Rubalcaba que no quiere figurar en la nueva ejecutiva, aunque al mismo tiempo pide
unidad e integración. Veremos ahora qué hace Rubalcaba con quienes no han
apoyado su candidatura. Los desafectos tal vez estén dándole vueltas a una de
las frases del nuevo secretario general: "El PSOE es un partido federal, no
una federación de partidos". No es un bonito juego de palabras, es la voz
del aparato.
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