El Banco de España va a “empotrar” inspectores en las entidades financieras para vigilar que no vuelvan a las andadas y atiborren de dinero al primero que entre por la puerta sin pedirle a cambio poco más que su palabra de honor de devolverlo. La decisión se anuncia a raíz de un informe de los propios inspectores, que ahora se verán “empotrados” cual reporteros de guerra, en el que denuncian que el supervisor había supervisado poco y mal antes y durante la crisis del ladrillo.
No crean, sin embargo, que este celo supervisor del supervisor ha surgido de un ataque espontáneo de responsabilidad. Es en realidad una de las exigencias de la Unión Europea a cambio del multimillonario rescate que pagaremos a escote los ciudadanos a los bancos por no haber sido bien supervisados por el supervisor con el fin de evitar la alegre concesión de créditos que ahora se quieren cobrar por la expeditiva vía del desahucio mientras sus directivos han seguido percibiendo primas, bonos y pensiones con absoluto descaro y sin que nadie haya sido capaz de hacerles pagar sus irresponsabilidades.
Si en el post de ayer me refería a las pifias de los economistas que ni se olieron la crisis y que cuando les cayó encima tiraron de manual neoliberal para aplicarnos sin mayores miramientos la receta de la austeridad fiscal que nos ha llevado a donde estamos, qué podemos decir del Banco de España. Ahora han sido sus propios inspectores los que le han afeado la conducta, pero no han sido los primeros.
Al supervisor que no ha supervisado como era su obligación se le ha acusado desde hace tiempo, y creo que con razón, de mirar para otro lado mientras la burbuja inmobiliaria se hinchaba hasta estallar. Nada hizo ni propuso para detener el disparate que se estaba produciendo ante sus propias narices incapaces de oler el desastre que se avecinaba. Fuera por connivencia con las propias entidades financieras, siempre tan celosas de sus negocios y tan poco dispuestas a aceptar que el Banco de España metiera sus narices en ellos, fuera por alicortos intereses políticos deseosos de seguir vendiendo una falsa prosperidad económica o fuera por ambas cosas a la vez, lo cierto es que el supervisor dejó que la bola siguiera rodando hasta que nos ha arrollado a todos.
Ahora, aunque niega las acusaciones de sus propios inspectores, hace propósito de la enmienda y promete ser más severo y supervisar mejor. Ya le vale. Desde luego, nunca es tarde para meter a los bancos en cintura sobre todo después de haber visto y sufrido lo que sus desmanes le cuestan al país. Claro que ahora, con buena parte del sistema financiero español nacionalizado – situación cuando menos paradójica en un país con un Gobierno tan alérgico a lo público salvo que sean bancos – es mucho más fácil vigilar de cerca a las entidades financieras. Casi me atrevería a decir que no tiene demasiado mérito.
Añadan si quieren que en unos meses el 90% del sistema financiero español quedará bajo la lupa del supervisor bancario único de la Unión Europea y coincidirán conmigo en que este gesto a destiempo del Banco de España no va mucho más allá de hacer realidad aquel viejo y sabio refrán de a conejo ido, palos a la madriguera.
No crean, sin embargo, que este celo supervisor del supervisor ha surgido de un ataque espontáneo de responsabilidad. Es en realidad una de las exigencias de la Unión Europea a cambio del multimillonario rescate que pagaremos a escote los ciudadanos a los bancos por no haber sido bien supervisados por el supervisor con el fin de evitar la alegre concesión de créditos que ahora se quieren cobrar por la expeditiva vía del desahucio mientras sus directivos han seguido percibiendo primas, bonos y pensiones con absoluto descaro y sin que nadie haya sido capaz de hacerles pagar sus irresponsabilidades.
Si en el post de ayer me refería a las pifias de los economistas que ni se olieron la crisis y que cuando les cayó encima tiraron de manual neoliberal para aplicarnos sin mayores miramientos la receta de la austeridad fiscal que nos ha llevado a donde estamos, qué podemos decir del Banco de España. Ahora han sido sus propios inspectores los que le han afeado la conducta, pero no han sido los primeros.
Al supervisor que no ha supervisado como era su obligación se le ha acusado desde hace tiempo, y creo que con razón, de mirar para otro lado mientras la burbuja inmobiliaria se hinchaba hasta estallar. Nada hizo ni propuso para detener el disparate que se estaba produciendo ante sus propias narices incapaces de oler el desastre que se avecinaba. Fuera por connivencia con las propias entidades financieras, siempre tan celosas de sus negocios y tan poco dispuestas a aceptar que el Banco de España metiera sus narices en ellos, fuera por alicortos intereses políticos deseosos de seguir vendiendo una falsa prosperidad económica o fuera por ambas cosas a la vez, lo cierto es que el supervisor dejó que la bola siguiera rodando hasta que nos ha arrollado a todos.
Ahora, aunque niega las acusaciones de sus propios inspectores, hace propósito de la enmienda y promete ser más severo y supervisar mejor. Ya le vale. Desde luego, nunca es tarde para meter a los bancos en cintura sobre todo después de haber visto y sufrido lo que sus desmanes le cuestan al país. Claro que ahora, con buena parte del sistema financiero español nacionalizado – situación cuando menos paradójica en un país con un Gobierno tan alérgico a lo público salvo que sean bancos – es mucho más fácil vigilar de cerca a las entidades financieras. Casi me atrevería a decir que no tiene demasiado mérito.
Añadan si quieren que en unos meses el 90% del sistema financiero español quedará bajo la lupa del supervisor bancario único de la Unión Europea y coincidirán conmigo en que este gesto a destiempo del Banco de España no va mucho más allá de hacer realidad aquel viejo y sabio refrán de a conejo ido, palos a la madriguera.
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