Que una buena parte de los economistas no estuvo nada fina
a la hora de prever la crisis es algo sabido. Aunque algunos – los menos –
venían advirtiendo desde hacía tiempo de los riesgos que se estaban corriendo,
la mayoría de ellos los ignoró olímpicamente y hasta apenas unos días antes de
que el castillo de naipes empezara a desmoronarse afirmaban que sólo se trataba
de tensiones pasajeras que el mercado
en su perfecta sabiduría sabría corregir sin mayores sobresaltos.
Pero el castillo se desmoronó y aplastó en su caída no solo
sus erróneas previsiones sino también a millones de ciudadanos que un buen día
despertaron sin empleo y sin ahorros. Sin inmutarse por el estrepitoso fallo de
sus propias previsiones echaron mano entonces del libro de las recetas
neoliberales y propusieron que no había otra alternativa que aplicar una
drástica política de austeridad fiscal para volver a crecer y crear empleo, política que la derecha y la plutocracia
siguen aplaudiendo sin desmayo.
Error sobre error, esa es la salida a la crisis que desde
sus cálidos despachos en el Fondo Monetario Internacional – experto en hundir
países en Asia y en América Latina -, la Unión Europea o el Banco Central Europeo
nos siguen imponiendo a día de hoy, indiferentes ante el sufrimiento y la
miseria social que se derivan de su fanatismo fiscal. Brazo ejecutor de esa
política ha sido y sigue siendo la canciller alemana Angela Merkel sin en
apariencia preocuparle gran cosa que el austericidio
en curso esté convirtiéndose en un peligroso boomerang para la propia economía alemana.
Y para qué recordar aquí los destrozos sociales y
económicos que la obsesión por ajustar el déficit público – que sin duda debe
moderarse aunque en condiciones mucho más flexibles que las que imponen Berlín
y la troika – están causando en
Grecia, España o Portugal.
En esas estábamos cuando el economista jefe del Fondo
Monetario Internacional, Olivier Blanchard, acaba de hacer público un informe
que, por resumirlo en términos coloquiales, viene a admitir que se volvieron a
equivocar de medio a medio y que se pasaron tres pueblos imponiendo una
política económica de recorte drástico del gasto público. Las consecuencias del
error que el propio Blanchard admite es que lejos de crecer y crear empleo – que dirían Rajoy y los suyos – son que la
economía se ha contraído y el paro ha aumentado vertiginosamente.
Al parecer, la pifia ha consistido en suponer que un
recorte de, por ejemplo, un euro en gasto público generaría sólo una caída de
medio euro en el PIB nacional cuando en la práctica se ha demostrado que el
efecto puede llegar a ser del triple. Dicho en otros términos: recortar, subir
impuestos, establecer copagos en servicios públicos, abaratar el despido o
devaluar los salarios y las pensiones encuentra un pronto reflejo en la caída
del consumo y en el aumento del paro.
Claro que esto es lo que pasa cuando las previsiones
económicas se basan en abstractos cálculos matemáticos que desprecian por
completo la realidad compleja y las condiciones económicas a las que se aplican
los resultados, de las que los economistas jefe como Blanchard y otros de su
mismo alto nivel y cualificación seguramente sólo tendrán una percepción pálida
y lejana si es que la tienen.
¿Pagará alguien por el error y sus consecuencias dramáticas
para decenas de miles de pequeñas y medianas empresas que han tenido que cerrar
y para los millones de trabajadores que se han quedado sin empleo o para los
que lo conservan pero han visto como su poder adquisitivo cae en picado?
¿Quién asumirá los dolorosos costes sociales de una
política económica que – a la vista ha estado y está para quien con un mínimo
de sentido común lo ha querido ver – lo único que ha conseguido es deprimir
hasta niveles inimaginables y por mucho tiempo los principales datos
macroeconómicos y, en consecuencia, los de la microeconomía cotidiana de los
ciudadanos víctimas del rampante austericidio?
¿Seguirán el dócil Rajoy y los suyos pregonando que no hay alternativas a los recortes y al
desmantelamiento y la privatización del estado del bienestar porque hay que
cumplir el déficit para poder crecer y
crear empleo? ¿Por qué la llaman economía y la intentan hacer pasar como
ciencia cuando es pura y dura ideología neoliberal? Me temo que, de momento y salvo que la protesta social haga
cambiar el rumbo de la política económica, lo de Blanchard no irá más allá de
unos golpes de pecho sin verdadero propósito de la enmienda.
Por si les apetece, aquí les dejo el enlace al austero menú con el que el FMI celebró la reciente Navidad. La fiesta costó entre 350.000 y 500.000 dólares y a ella fueron invitadas unas 7.000 personas. A la vista de la pantagruélica comida es probable que la mayoría de los asistentes estuviera tan convencida del cumplimiento de la profecía maya sobre el fin del mundo como del éxito de sus recomendaciones económicas. Que lo disfruten....
Menú navideño del FMI
Menú navideño del FMI
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