Pocas cosas hay más hermosas en el mundo que la mirada brillante y la sonrisa ilusionada de un niño a la espera de los regalos que le traerán los Reyes Magos. Quien no haya sentido nunca esa indescriptible sensación, por modestas que fueran sus esperanzas en los Magos de Oriente, es que nunca ha sido niño; se trata de algo que solo en la niñez se puede sentir en toda su ingenua intensidad y que, por desgracia, no perdura más allá de esa etapa de la vida. Sin embargo, de unos años para acá, los adultos nos hemos empeñado en convertir la celebración de los Reyes Magos en una excusa más para sacar a relucir nuestros mezquinos debates y hurtar el protagonismo a los únicos que se lo merecen y reclaman: los niños. Cuando no es si Sus Majestades de Oriente deben ir a lomos de burro, camello o motocicleta es si en la cabalgata puede o no participar una carroza LGTB o si la música debe ser de Justin Bieber o de los Teleñecos. Asuntos todos, como se puede comprobar, de una trascendencia económica, social y política que no me explico cómo no se ha convocado ya un pleno urgente, extraordinario y monográfico en el Congreso para debatirlos y acordar soluciones. Aunque mejor no doy ideas, no vaya a ser que se encienda alguna bombilla entre tanto lumbrera político como nos ha caído en suerte en los últimos tiempos. De cualquier cosa, por nimia que sea, hacemos los adultos un mundo y buscamos un protagonismo que no nos corresponde.
A menudo se trata de polémicas estériles, vanas y hasta ridículas promovidas por grupos y personas a las que uno le cuesta mucho imaginarse creyendo en la leyenda de la estrella de los Reyes Magos. Más bien se trata de aprovechar con fines publicitarios una fecha de alta temperatura emotiva para colocar mensajes mediáticos que, en todo caso, se deberían reservar para otros ámbitos y momentos. Confieso que estas polémicas con las que despedimos cada año las fiestas navideñas me aburren y hastían desde hace tiempo. Me pregunto si los adultos no tenemos tiempo suficiente durante el resto del año para debatir sobre si son motos o camellos y no convertir la fiesta de Reyes en un ejemplo más de desencuentro social a propósito de asuntos a todas luces menores. Tomamos a los niños como rehenes de nuestras inútiles desavenencias políticas y despreciamos el hecho de que sólo se es niño una vez. En vez de enredarnos en discusiones que sólo interesan a unos pocos, lo que toca en un día como el de hoy, víspera de Reyes, es alimentar el ensalmo mágico de la fecha hasta que llegue el momento de descubrir el pastel o, si lo prefieren, el roscón. Y no olvidar nunca que república y Reyes Magos no son en absoluto excluyentes, aunque a más de uno tal vez le gustaría que lo fueran.
¡Muchos y felices Reyes para todos, aunque lo que merezcan quienes avientan estas tontas discusiones sea carbón amargo!
Totalmente de acuerdo. También es que a algunos lo que les gusta es dar pie a que se hable de ellos y de sus machangadas, en vez de este momento tan bonito e ilusionante.
ResponderEliminarFeliz día de Reyes, y, como sé que eres bueno, que te traigan regalos y no carbón.
Perdón por responder tan tarde. Gracias por los buenos deseos que, como bien sabes, son recíprocos: un rey que te dejara carbón tendría que ser destronado de inmediato. Pero, sobre todo, lo que de corazón te deseo es que este nuevo año te deje toda la paz y la dicha del mundo.
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