Les comentaba ayer lo bueno y saludable que sería para la democracia que de vez en cuando los partidos
políticos pospusieran sus tácticas y estrategias en bien del interés general.
Sin embargo, lo que me acabo de encontrar hoy es que, dos partidos que hasta ahora
ni a tomar café juntos iban, acaban de conchabarse para cambiar el sistema
electoral español. Me refiero a Ciudadanos y a Podemos, el agua y el aceite o, si lo
prefieren, la noche y el día. El milagro hay que achacárselo a la posibilidad
de que cambiando las reglas del juego, naranjas
y morados les hagan un descosido electoral al PP y al PSOE, particularmente
en las zonas rurales o en las provincias menos pobladas. En la tarea parece que llevan desde hace meses pero ha
sido hoy cuando la portavoz – perdón, la portavoza
- de Podemos, Irene Montero, y el de
Ciudadanos, Juan Carlos Girauta, se han reunido y han convocado a los medios
para comunicarles la buena nueva. Al término ambos han posado para las cámaras
y han declarado eso tan original de que “hay muy buena sintonía”. De lo que se trata – dicen los dos – es de atraer al PSOE al acuerdo sin necesidad de
tocar la Constitución. Para ello proponen jubilar el sistema del señor D’Hont,
que favorece al partido más votado, y sustituirlo por el de Sainte – Lagüe, más
beneficioso para los partidos pequeños. Podemos quiere que se pueda votar a los
16 años, acabar con el voto rogado e imponer las listas cremallera que obliga a
alternar candidato y candidata o viceversa.
Ciudadanos, por su parte, quiere
reducir de 2 a 1 el número mínimo de escaños por circunscripción provincial –
aquí las provincias menos pobladas perderían peso – y elegir la mitad del
Congreso – 175 escaños - por circunscripciones unipersonales de unos 230.000
electores. La otra mitad se elegiría de las listas de ámbito nacional, para
cuyo reparto hay que obtener al menos el 3% de los votos en todo el país. Algunos medios han hecho ya algunas
simulaciones por las que, de aplicarse el sistema Sainte – Lagüe en la
asignación de escaños, los primeros perjudicados serían el PP y el PSOE y los
beneficiados – qué casualidad - Ciudadanos y Podemos. Argumentan que este
sistema es mucho más proporcional en cuanto se acerca al principio de un “un
ciudadano, un voto”, algo que conocemos muy bien por Canarias justamene por
todo lo contrario, porque pocos sistemas electorales debe haber que se alejen
más de ese principio. Así pues, nada hay que objetar a la democrática intención
de mejorar la proporcionalidad de la representación política.
Lo que hace dudar de la sinceridad democrática de estas propuestas,
que necesitan al menos del PSOE para prosperar, es la prisa con la que
Ciudadanos y Podemos han empezado a venderla para que esté lista en las
generales de 2020. Por cierto, es llamativo que ni Podemos ni Ciudadanos hayan puesto el foco en las listas electorales abiertas, una vieja reclamación democrática por la que ambos pasan de puntillas de momento. Cambiar el sistema electoral, en el que se basa algo tan
esencial como la representación política, debería ser algo menos precipitado y
mucho más meditado por los efectos negativos que pueda tener para la gobernabilidad
del país. No es que no sea necesario mejorar la proporcionalidad del sistema,
aunque eso también se puede obtener cambiando la circunscripción provincial por
la autonómica y evitándonos el lío de las tropecientas circunscripciones que
propone Ciudadanos. Un cambio de este calado debe valorar con cuidado sus posibles
consecuencias negativas para el funcionamiento general de sistema y no solo los
irrefrenables deseos de tocar poder por parte de quienes lo proponen. Ya ven
que para eso el agua y el aceite sí son capaces de juntarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario