En su loca
carrera para recortar distancia electoral con Ciudadanos, Mariano Rajoy se ha
sacado de la chistera dos medidas de signo claramente populista. La primera ha
sido la ya comentada aquí prisión permanente revisable, que ahora el Gobierno
quiere aplicar a varios nuevos supuestos. La que se suponía iba a ser una pena
prevista solo para casos de especial gravedad, empieza ya a generalizarse
a golpe de titulares y en aras de satisfacer más las entrañas que la razón y
pescar votos en río revuelto. La segunda de esas medidas es la modificación que
permitirá rescatar total o parcialmente los planes privados de pensiones a los
10 años de la primera aportación. La
idea se le ha ocurrido a Rajoy justo cuando crece la incertidumbre social sobre
el futuro de las pensiones públicas, cuya garantía debería ser el objetivo
prioritario del Gobierno.
Rescatar los planes de pensiones sin más requisito
que el de que hayan pasado diez años, desnaturaliza
por completo una herramienta pensada para complementar las raquíticas pensiones
públicas que se pagan en España. La medida del Gobierno los convierte ahora en una
suerte de depósitos a plazo fijo, aunque con una fiscalidad algo más favorable,
de manera que en el momento de la jubilación puede que ya no haya nada que rescatar. Alega Rajoy que se fomenta el
ahorro de las familias, argumento que merece
al menos un par de reflexiones. En primer lugar, a la vista de la precariedad laboral
y de los míseros salarios que se pagan en España, no creo que Rajoy esté
pensando en la inmensa mayoría de los españoles, sino en esa minoría que
efectivamente puede aportar un porcentaje de sus ingresos a un plan privado de
pensiones para la jubilación. En segundo lugar, la medida invita
inevitablemente a pensar que, lejos de estar garantizadas, las pensiones públicas
corren más peligro que nunca.
Porque lo que el Gobierno ha hecho es advertir a navegantes de que en un futuro más o menos cercano, sólo
habrá jubilaciones para quienes hayan tenido medios y capacidad de ahorro. El
resto pasaría a engrosar la beneficencia pública y a depender de los servicios
sociales. Sé que lo que digo puede parecer excesivo y exagerado, pero no da
este Gobierno – ni los partidos políticos
en general – muestras de que realmente estén preocupados por el
sostenimiento del sistema público de pensiones. Si hubiera verdadera voluntad
de resolver el déficit de la Seguridad Social y garantizar así las pensiones en
un contexto de envejecimiento poblacional, podría comenzar el Gobierno por modificar
las relaciones laborales para favorecer el empleo de calidad y la subida de los
salarios. Eso, además de volver a llevar recursos a la caja común de las
pensiones, permitiría también que quienes lo deseen opten por un plan privado
de jubilación si sus ingresos se lo permiten.
Por otro lado, si la preocupación
de Rajoy por el ahorro de los españoles fuera sincera, modificaría también la
fiscalidad de estos planes y eliminaría, por ejemplo, que haya que pagar
impuestos dos veces por las mismas rentas del trabajo: en el IRPF y al rescate
del plan de pensiones. Por no hablar de la escasa transparencia en la gestión
de los planes y de su rentabilidad poco más que testimonial, superada con
creces por los bonos del Tesoro o la bolsa. Sin embargo, sobre fiscalidad y sobre transparencia
no se toca ni una coma en este cambio que el Gobierno quiere hacer pasar por la
panacea del ahorro familiar. En resumen, flexibilizar el rescate de los planes
privados de pensiones para convertirlos en depósitos a largo plazo no era ni es
lo que demanbaba y demanda la sociedad española, ahora que el PP y el Gobierno
son tan sensibles a las demandas sociales aunque sea solo para endurecer la prisión
permanente revisable. Lo que se demanda con insistencia desde hace años es que
se garantice el derecho constitucional a una pensión pública digna, aunque para esa demanda el Gobierno, por lo que parece, no tiene ni
oídos ni ideas.
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