Apareció Alfredo

Tres días después del descalabro electoral vasco - gallego, compareció Alfredo Pérez Rubalcaba ante los medios, ávidos de un titular que llevarse a plumas y micrófonos, para expresar en público su valoración de esos malos resultados y clarificar su futuro. Su gozo en un pozo: después de una hora larga de preguntas lo único que se pudo sacar en claro es que el secretario general del PSOE no piensa dimitir porque “los militantes me eligieron hace 8 meses y voy a cumplir mi labor hasta el final”. Y pare usted de contar, poco más ofreció la esperada e inexplicablemente demorada comparecencia.

Si acaso, que va a pensar mucho en el futuro del partido, que escuchará a todo el mundo y un aviso a los barones que – afirma Rubalcaba – no se atreven a decirle a la cara lo que andan diciéndole a los periodistas, que debe dimitir y dar paso a una renovación profunda del partido. Oído lo cual, carece de sentido andar planteándose ya quién será el próximo candidato a la Moncloa por las filas socialistas. “Ahora no toca”, vino a decir. 
 
Respecto a los pésimos resultados del domingo en el País Vasco y Galicia, Rubalcaba parece sorprendido de que Patxi López fracasara en su intento de renovar la lehendakaritza, como si acabara de caerse de un guindo sobre cuál es la sociología política de ese territorio; y con respecto al tortazo de Patxi Vázquez en Galicia, admite que los electores no percibieron que el PSOE ofreciera una alternativa a las políticas made in PP de Alberto Núñez Feijóo. Cabe preguntarse si existía realmente una alternativa.

Porque todo hace indicar que ese es el verdadero problema del PSOE en Galicia y en todo el país, que desde que inició su caída libre en las urnas no ha sido capaz de articular una alternativa a las políticas de austericidio del PP. En esa tarea le va el futuro al PSOE y a la estabilidad de la democracia española, que necesita como el aire para respirar de una fuerza política de centro izquierda y ámbito nacional capaz de encauzar la creciente oposición social a las políticas neoliberales más descarnadas de la derecha.

Alfredo Pérez Rubalcaba, inevitablemente contaminado por su pertenencia al gobierno que precisamente estrenó esas políticas en España, no parece contar con la credibilidad y el carisma suficientes para liderar ese cometido; ni él ni ninguno de los barones u otros miembros del gobierno anterior: el PSOE necesita ideas y sabia nueva que le permitan salir del laberinto en el que está sumido y en el que lo único claro parece ser el empeño de la dirección en aferrarse a su puesto.

Puede que, a un mes de las elecciones catalanas en las que es más que previsible un nuevo revés electoral, éste no sea el momento de abrir en canal ese debate. Pero, después del 25 de noviembre, cada minuto que pase sin replantearse una auténtica refundación del PSOE será un minuto perdido para que la sociedad española vuelva a creer que más allá de los recortes también hay vida.

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