Al margen de los
discursos de manual en los que los partidos y sus candidatos con
peores resultados tienden a convertir la derrota en victoria, lo
cierto es que las elecciones de ayer en Galicia y en el País Vasco
dejan buenas y malas noticias para unos y sólo malas para otros.
En Galicia, el popular Núñez Feijóo revalidó e incrementó su mayoría absoluta. Como un test a las políticas de austeridad del Gobierno de Mariano Rajoy se habían presentado las elecciones gallegas y, a la vista de los resultados, el PP no ha tardado en interpretarlos como un respaldo electoral en toda regla a sus recortes en el estado del bienestar.
Fuente: El País |
Fuente: El País |
En Galicia, el popular Núñez Feijóo revalidó e incrementó su mayoría absoluta. Como un test a las políticas de austeridad del Gobierno de Mariano Rajoy se habían presentado las elecciones gallegas y, a la vista de los resultados, el PP no ha tardado en interpretarlos como un respaldo electoral en toda regla a sus recortes en el estado del bienestar.
Sin embargo, cuando no
alcanzó mayoría absoluta en Andalucía desligó esas mismas
políticas de aquellos resultados electorales, que circunscribió
exclusivamente al ámbito autonómico. Es la habitual vara de medir a
la que nos tienen acostumbrados. Es probable que el triunfo del PP
ayer en Galicia haya sido el último pétalo de la margarita del
rescate integral de la economía española que Rajoy ha ido
deshojando en los últimos meses y que la respuesta haya sido “sí,
lo pido”. Aunque debería andarse con tiento porque a Núñez
Feijóo ya se le empieza a ver como el recambio al frente del PP y
hasta de un futuro gobierno de España de un Rajoy al que esta crisis
le terminará pasando factura.
Las malas noticias para
el PP llegan desde el País Vasco: allí los populares no podían
aspirar realmente a mejorar mucho sus resultados y, de hecho, los
empeoraron con respecto a las elecciones anteriores. Pero sí tal vez
a mantenerlos y reeditar con el PSE-PSOE un nuevo pacto
constitucional que frenara el avance de los nacionalistas del PNV y
de Bildu. La debacle socialista – con nueve diputados menos – lo
hace inviable.
Para los nacionalistas
vascos y gallegos, también hubo ayer buenas y malas noticias. Las
primeras se concentran precisamente en el País Vasco, en donde el
PNV, a pesar de perder tres escaños, fue la fuerza más votada
seguida de cerca por Bildu, la verdadera gran triunfadora de estos
comicios, con 16 diputados más. Si, como es factible, PNV y Bildu
se entienden para gobernar, a Rajoy se le puede abrir un nuevo frente
soberanista que añadir al de Cataluña. Feo panorama por este lado.
En Galicia, en cambio, la división entre Beiras y Jorquera
perjudicó las expectativas nacionalistas: aunque el primer entra con
fuerza al obtener 9 escaños, el segundo pierde casi la mitad de los
que tenía hasta ahora.
Quien único recibió
ayer malas noticias fue el PSOE: se hundió en el País Vasco –
nueve escaños menos – y se hundió en Galicia – siete escaños
menos. Empiezan ya a escucharse voces favorables a relevar a Pérez
Rubalcaba de la dirección de un partido que, casi un año después
de la debacle electoral en las elecciones generales y atenazado aún
por la mala conciencia de haber sido el primero en dar vía libre a
los recortes, sigue sumido en el desconcierto y sin capacidad
demostrable de ofrecer a los electores una alternativa creíble a las
políticas de austeridad a toda costa que imperan en España y en la
Unión Europea y de las que el PP es el gran abanderado en nuestro
país.
En resumen, la creciente
polarización política entre PP y su obsesión por la austeridad por
un lado, y el nacionalismo soberanista y su utilización de la crisis
para agitar sus reivindicaciones por otro, no augura nada bueno para
el futuro del país. Se echa en falta un tercero en discordia con
capacidad suficiente para tender puentes de entendimiento y ofrecer
otra forma de gestionar la crisis que no pase por infligir más
sufrimientos a la sociedad. A día de hoy, tal fuerza ni está ni se
le espera. Esa es, sin duda, la peor noticia de las
elecciones celebradas ayer.
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