Se le acumulan los
rescates y las huelgas generales al Gobierno de Mariano Rajoy. El
primero de ellos, derivado de la mala cabeza de la banca, lo
terminaremos pagando todos los ciudadanos, como era de prever. Tras
la cumbre europea de ayer se aleja, al menos hasta 2014, la
posibilidad de que los 40.000 millones de euros que – dicen –
necesita la enladrillada banca española para sanearse no acaben
engrosando la deuda pública del Estado.
La causa es que Alemania y
sus austeros socios no están dispuestos a que antes de esa fecha se
pueda recapitalizar directamente a los bancos con problemas. Ya se
verá entonces cuáles merecen recibir dinero fresco y cuáles no y
en qué condiciones. En otras palabras: nos tocará apechugar con las
consecuencias de los desmanes de los banqueros. Es el gran lema de
esta crisis provocada por los bancos: que la paguen quienes la
sufren.
Del segundo rescate, el
pata negra, dicen que no se
habló oficialmente en la cumbre europea de anoche, lo que no quiere
decir que no se hablara extraoficialmente por los pasillos o
tomándose un cafelito. De la inminencia de ese rescate se ha hablado
mucho en los últimos días en los medios y en los mercados. Un
cúmulo de circunstancias – bajada de la prima de riesgo, agencias
de calificación conteniéndose a la hora de degradar la deuda
española, subida de las bolsas – hacían prever y lo siguen
haciendo - que el rescate es cosa sólo de días.
El
Gobierno ni siquiera lo había negado hasta que anoche Rajoy aseguró
que del rescate, “mientras él no lo diga, no hay nada de nada”.
Muchas ínfulas parece mostrar el presidente, sabiendo como sabe que,
por mucho que en público diga otra cosa, la última palabra la
tendrá, como en casi todo lo que tiene que ver con la salida de la
crisis, Ángela Merkel. Cabe recordar que el rescata de la banca se
negó hasta unas horas antes de pedirlo públicamente.
Lo
que Rajoy necesita es tiempo para que pasen las elecciones gallegas y
vascas a la vez que busca subterfugios como el rescate
virtual para que parezca como
que no lo ha pedido y evitar de ese modo el inevitable estigma
político que se cierne sobe su cabeza. A base de marear la perdiz y
mantener a todo el país en la más absoluta incertidumbre y zozobra
económica sobre cuándo pedirá la ayuda – que la pedirá – no
hay duda de que lo está consiguiendo.
En
realidad, detrás del galimatías de un rescate con más esquinas que
el cubo de Rubik, hay una palabra clave: austeridad, a toda costa y
cueste lo que cueste. De ahí no salimos ni que lo recomiende el
mismísimo Fondo Monetario Internacional, algunos premios Nobel de
economía y hasta el frutero de la esquina. En definitiva, toda una
sociedad ahogada que sufre brutales políticas de recortes sociales,
paro y pobreza en aras del masoquismo fiscal que impera en esta Unión
Europea graciosamente galardonada con el Premio Nobel de la Paz de
este año.
Es
contra esas políticas contra las que se rebelaron los sindicatos el
pasado mes de marzo con una huelga general que se repetirá el
próximo 14-N: dos huelgas generales en menos de un año en un país
que hasta entonces sólo había registrado otras cinco protestas
similares en más de 30 años de democracia. Otra cosa sí, pero a
Mariano Rajoy ya no le podrán negar los libros de Historia ser el
presidente al que más huelgas generales se le han convocado por
méritos propios.
Como
parece ser duro de oído habrá que seguir diciéndole alto y claro,
si es preciso en la calle, que sus políticas están llevando a este
país por la senda de paro y pobreza que ya campa a sus anchas en
Grecia y Portugal a mayor gloria de la divina austeridad. Y hay que
hacerlo antes de que, como en la serie de televisión, España se
convierta en un globo que se le escapó.
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