Lo que el ministro de
Educación, José Ignacio Wert, no consiga no lo consigue nadie. Por
lo pronto ya es el ministro peor valorado del Gobierno, lo cual, dada
la constancia que demuestran a diario sus compañeros de Gabinete
para obtener ese honroso reconocimiento, es todo un triunfo. Sus
salidas de tiesto y sus ideas y reformas con olor a naftalina de
antiguo régimen, anunciadas y defendidas en un tono de sorna
autosuficiente, han hecho de él uno de los ministros de Educación
más denostados de la democracia.
Así ha conseguido poner
en pie de guerra a los casi siempre serios y circunspectos rectores
universitarios, a los docentes y a los estudiantes de enseñanza
superior. De camino ha calentado más si cabe la hoguera
independentista catalana con su objetivo de españolizar a
los alumnos de esa (por ahora) comunidad autónoma y, finalmente, ha
sacado a la calle a los mismísimos padres de alumnos de enseñanzas
medias.
En
su haber puede anotar el mérito de haber sido el primer ministro de
Educación que ha conseguido soliviantar hasta tal punto a las
asociaciones de padres y madres de alumnos que han terminado por
unirse a las 72 horas de huelga en las enseñanzas media convocadas
por los sindicatos estudiantiles.
Recortes
a mansalva en la educación pública – en esto compite duramente
con la titular de Sanidad, Ana Mato – y el anuncio de una reforma
educativa que pretende afrontar con medidas periclitadas los grandes
retos de la enseñanza que tiene nuestro país en el siglo XXI, han
convertido a Wert en el blanco de todas las críticas de la comunidad
educativa y de la oposición.
A
él, sin embargo, esas andanadas no le mudan el semblante en lo más
mínimo ni le llevan, cuando menos, a matizar sus palabras. Al
contrario, si los padres de alumnos deciden protestar contra sus
planes para la educación pública no contesta expresando al menos
su respeto democrático hacia quienes no piensen como él, sino
acusando a quienes convocan de estar seducidos por la izquierda
radical y asegurando que no por más dinero que haya se consiguen
mejores resultados educativos.
Su
lema parece ser el de sostenella y
no enmendalla y su
objetivo, además de hacer retroceder la educación en España a
épocas más que superadas, hacer cuanto más ruido mediático mejor
para que los españoles no escuchemos el paso de las tijeras por las
costuras del estado del bienestar. Como alguien no lo detenga, este
hombre no tardará mucho tiempo en conseguir que se manifiestan hasta
los alumnos de las guarderías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario