Después de escuchar al
ministro de Educación, José Ignacio Wert, proclamar que “el objetivo del Gobierno es españolizar a
los alumnos catalanes” corro en busca del Diccionario de la Real
Academia Española de la Lengua y me encuentro con estos tres
significados de la palabra españolizar:
a) dar carácter español; b) dar forma española a un vocablo o
expresión de otro idioma; c) tomar carácter español o forma
española.
Tengo
para mi que ninguna de estas tres acepciones se compadece mucho con
lo que añadió a continuación el ministro para justificar el
objetivo españolizador:
conseguir que los alumnos se sientan tan orgullosos de ser catalanes
como españoles. De acuerdo con las palabras del ministro y con el
significado canónico de españolizar, sólo
se puede ser español o catalán, las dos cosas a un mismo tiempo son
un contrasentido.
¿Se inspiró Wert en esta viñeta de 1937? |
Me
pregunto si entre los objetivos del ministro y del Gobierno del que
forma parte también figuran desvasquizar, desgalleguizar,
descanarizar, desvalencianizar o
desandalucizar, etc.
a los respectivos alumnos de
esos territorios y todo parece indicar que así será, ahora que el
Ministerio va a ejercer un mayor control sobre los contenidos
educativos que se imparten en las comunidades autónomas. Quisiera
creer que el ministro pronunció su frase lapidaria influido por la
proximidad del Día Nacional que se celebra mañana y que, a lo peor,
le gustaría que se volviera a llamar Día de la Raza como
en los viejos y buenos tiempos.
Opino,
sin embargo, que lo que el ministro buscaba era atizar un poco más
la hoguera del independentismo catalán en línea con las
manifestaciones de otros dirigentes populares o miembros del Gobierno
como el propio presidente Rajoy, que ha pasado de la algarabía
y el lío al
disparate colosal para
referirse a lo que pasa en Cataluña. El objetivo último de esa
estrategia de confrontación entre el nacionalismo español, jaleada
por los medios afines al Gobierno, y el catalán parece apuntar en
al menos dos direcciones: correr una espesa cortina de humo sobre los
verdaderos problemas del país y mostrar músculo ante las
aspiraciones soberanistas catalanas para rebañar algunos votos entre
los catalanes españolizados en
la cita electoral de noviembre.
Es
una postura peligrosa y suicida porque va en sentido contrario a la
necesidad de serenar los ánimos en un país que ya tiene demasiados
incendios declarados como para atizar uno más, el de la españolización.
Es
cierto que en comunidades autónomas como Cataluña se ha hecho un
uso abusivo de la llamada inmersión lingüística en detrimento del
castellano, corregido luego a través de sentencias emitidas por el
Tribunal Supremo.
Sobra
por tanto la españolización
que
predica Wert porque tiene todo el aroma rancio de la época en la que
el uso del catalán y otras lenguas se perseguía y castigaba y porque a todo un ministro
de Educación se le supone que debe de manejar los conceptos y las
palabras con mucha más exquisitez en lugar de buscar el aplauso que
hoy le brindan unánimes los medios afines al Gobierno.
En
realidad, todo esto da mucha pena y no contribuye en nada a mejorar
el ánimo de un país golpeado por la crisis: en un mundo cada vez
más mundializado
en el que las fronteras empiezan a ser cosa del pasado, estos añejos
debates de identidad excluyente por una y otra parte carecen de
cualquier sentido y son una muestra más de falta de responsabilidad
pública ante los verdaderos y graves problemas económicos del país.
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