Muy Excelentísimo,
Ilustrísimo, Reverendísimo y Magnífico Señor de los Mercados y
Presidente del Banco Central Europeo.
Pido humildemente perdón
por la impertinente osadía de dirigirme a Vuestra Alta Sapiencia
Económica, aunque bien sé que ante un descaro tan descomunal no
puede ni debe haber siquiera compasión. Conozco lo terriblemente
ocupada que se encuentra Su Eminencia Mercantil y Bancaria intentando
evitar que el euro se vaya a hacer puñetas – le suplico que perdone mi lenguaje
llano – y no soy ajeno a las tribulaciones y malas noches que tiene que sufrir por culpa de esos necios gobernantes que sólo piensan en sus
intereses a corto plazo, al contrario que Usted, que se desvive día y
noche por el bienestar eterno de los Sacratísimos Mercados.
Abusando de su magnánima
generosidad y paciencia, me permito decirle que conozco su rutilante
carrera en el siempre árido e ingrato desierto de la política y la
economía. Desde que se dedicó en su hermosa tierra natal italiana a
privatizar todas las empresas públicas que se le pusieron a su
alcance soy un rendido admirador suyo. Sin embargo, mi veneración
superó todo lo imaginable cuando, en premio a su inconmensurable
valía, se le elevó merecidamente a la vicepresidencia europea del
banco Goldman Sachs que, por pura casualidad, se quedó con el cien
por cien de una de las empresas por Usted privatizadas. No crea que
pienso mal, Dios me libre, siendo como es Goldman Sachs una de las
más deslumbrantes joyas de la gran corona de los Mercados Mundiales
que se adorna con otras no menos resplandecientes como Lehman Brohers
o JP Morgan.
Con Usted en Goldman
Sachs, su compañía rindió un gran servicio a los griegos
aconsejando al presidente Kostas Karamanlis cómo escamotear un
préstamo de 1.000 millones de euros para que no computase como deuda
pública. Muchos ignorantes aseguran que fue Usted personalmente
quien diseñó la maniobra y se atreven incluso a afirmar los muy
blasfemos que aquella ocultación, y no su mala cabeza, es el origen
de todos los males que padecen hoy los griegos.
Después vino su triunfal
paso por el Banco de Italia y, finalmente, la Gran Recompensa por sus
abnegados servicios a la causa de la Gran Divinidad Mercantil:
¡Presidente del Banco Central Europeo! Ahora, desde su Elevada
Responsabilidad, gobierna Usted con mano firme el timón de una nave
que por momentos parece a punto de zozobrar, aunque yo sé de su
templanza y estoy convencido de que, con un capitán de su valor,
energía y conocimientos al mando, no tenemos nada que temer.
Le cuento esto
porque he roto a llorar de emoción al leer con el habitual
interés y detenimiento el último boletín del egregio Banco Central
Europeo que Usted tan brillantemente dirige. Se proclama en él que
es “prioritaria” – y reproduzco literalmente para no cometer
un error imperdonable - "una respuesta flexible de los salarios
a las condiciones imperantes en los mercados laborales de la zona
euro”. Para los analfabetos económicos como yo, el propio boletín
aclara que "las rigideces a la baja de los
salarios limitan la necesaria flexibilidad en la respuesta de los
salarios a las condiciones del mercado de trabajo para estimular la
creación de empleo". Ahora sí: más claro, ni el agua.
Y para que compruebe que
lo he entendido perfectamente y que mi fervor por sus enseñanzas es
profundo y sincero, deseo comunicaros que ya he solicitado
formalmente a mi empresa que, si lo tiene a bien, me rebaje el
salario un 99%, suprima festivos, días libres, vacaciones y bajas
por enfermedad y triplique la jornada laboral. Me han dicho que lo
pensarán detenidamente y rezo a Dios para que la respuesta sea
favorable.
Estoy convencido de que, si no imperase el egoísmo y el desenfrenado amor por el dinero y todos siguiésemos al pie de la letra las recomendaciones de Vuestra Alta Sapiencia Económica, la salida de la crisis sería cosa de días: retoñarían brotes verdes por doquier y antes de que nos diésemos cuenta ya habrían cubierto con sus frescos ramajes las Altas Torres en las que tiene su morada la Gran Divinidad Mercantil. Me comprometo humildemente ante Usted a convertirme en mensajero de su Palabra y guerrero de su Causa Sagrada por la que estoy dispuesto a darlo todo, incluso la vida si es preciso.
Su afectuoso y siempre
rendido esclavo.
¡Viva Super Mario!
¡Larga y Saludable
Vida a los Mercados!
¡La Gran Banca
Vencerá!
No hay comentarios:
Publicar un comentario