Zambia va bien

Una de las excrecencias de esta interminable crisis económica es la legión de predicadores de la emprendeduría y el autoempleo. Desde sus púlpitos mediáticos o desde sus libros de autoayuda, que proliferan también como los hongos, nos sermonean a diario con la idea de que quedarse en paro no es un drama personal y familiar sino una inmensa oportunidad que sólo los lerdos nos son capaces de ver y aprovechar. Uno no puede evitar preguntarse cómo es posible que haya 5,5 millones de parados en España con lo superchiripitifláutico que, según estos predicadores, es buscarse la vida por uno mismo.

Es evidente que para ellos la crisis sí está suponiendo toda una oportunidad de embaucar a los incautos que se creen a pies juntillas que montar un negocio en España, como no sea de pipas y en la fiesta del pueblo, es un camino de rosas coronado por el éxito inmediato. Por lo general suelen obviar que, a pesar de los centenares de ventanillas únicas que se han abierto en los últimos años en todas las cámaras de comercio, organizaciones empresariales, ayuntamientos o comunidades autónomas, poner en marcha una empresa o una idea empresarial, por insignificante e inocua que parezca, es adentrarse en un laberinto burocrático del que no se sabe nunca ni cuándo ni cómo se podrá salir y, sobre todo, cuánto terminará costando. 

 Eso, si el osado aspirante a convertirse en su propio empleador no da media vuelta y abandona la hazaña harto de ir de ventanilla en ventanilla única buscando asesoramiento y dejando o pidiendo certificados y licencias de todos los tamaños y colores para poder empezar a dedicarse al que es su objetivo primero y último: trabajar. Todo ello sin contar la cara, mezcla de conmiseración y coña marinera, con la que le ha mirado el director de su banco cuando ha tenido la ocurrencia de ir a pedirle un crédito para poner en marcha el negocio.


Un buen ejemplo de esa realidad lo podemos ver en lo que cuenta este reportaje de El País sobre un señor andaluz que invirtió 10.000 euros de sus ahorros y tres años de papeleo para poder abrir una empresa. Pero, por si había alguna duda, el Banco Mundial acaba de publicar un informe que coloca a España en el puesto 136 de una lista de 185 países según las dificultades para abrir un negocio. Pese a los reiterados anuncios de reformas para facilitar la creación de empresas, España sigue siendo uno de los países del mundo en que resulta más difícil poner en marcha un negocio. En concreto, hacen falta de media 10 trámites y 28 días para comenzar, lo que equivale al 4,7% de la renta por habitante y un capital mínimo del 13,2% de esa renta por habitante.

Y lo peor de todo es que, a pesar de las innumerables promesas políticas que hemos escuchado en los últimos tiempos para eliminar burocracia, España ha retrocedido tres puestos en la clasificación mundial con respecto al informe anterior y ha quedado por detrás de países como Zambia o Albania, por solo citar dos ejemplo. Se trata de dos reconocidas potencias económicas mundiales como es bien sabido, aunque al menos en este campo les va mucho mejor que a los españoles. Nuestro país, mientras tanto, sigue progresando adecuadamente y ya le falta menos para desbancar a Costa de Marfil, Irak y Surinam, los últimos de la lista.

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