Me levanto convertido en
un carca de cuidado amante del Antiguo Régimen. Yo, los jueces, los
abogados, los fiscales, los procuradores, los sindicatos, los
secretarios judiciales, las organizaciones de consumidores, los
partidos de la oposición y el grueso de la ciudadanía: todos
conservadores casposos y retrógrados, añorantes de un tiempo
felizmente superado, incapaces de adaptarnos a los vientos del
progreso y la modernidad.
Así, en nuestra ceguera
medieval, nos es imposible comprender toda la carga de progresía
que encierra el tasazo
judicial del ministro de
Justicia Alberto Ruiz-Gallardón contra el que hoy se manifestará
toda esa caterva conservadora que conforma el mundo judicial y
aledaños. ¡Qué brutos y conservadores somos los que pensamos que
el progresista tasazo del
atildado ministro es un ataque en toda regla al principio
constitucional de la tutela judicial efectiva, que solo podrán
reclamar aquellos que se la puedan pagar!
¡Cuán
profunda es nuestra ignorancia al advertir de que el tasazo
consagra al menos tres tipos de
justicia: una para ricos, que no tendrán problema alguno para
pleitear cuanto sea necesario; otra para las llamadas clases medias –
cada día menos medias y cada vez más bajas –, a las que se les
cerrarán las puertas de la maquinaria judicial en cuanto no puedan
seguir pagando el peaje que se les exige para defender sus razones; y
la tercera, para los más pobres, a los que les queda refugiarse en
un turno de oficio cada día más saturado y peor pagado!
En
nuestra miopía conservadora nos empeñamos en defender lo
indefendible: que la Justicia debe ser de todos y para todos para
que realmente pueda llamarse Justicia y que lo hay que hacer es
dotarla de medios suficientes y buscar soluciones alternativas
imaginativas al gusto por los pleitos del que hacemos gala los
ciudadanos. Las hay, pero seguramente también serán demasiado
conservadoras para un pensador tan adelantado a su tiempo como
Ruiz-Gallardón, algo que se puede comprobar con facilidad echando un
vistazo superficial a sus raíces políticas.
Su
visión de futuro es tan preclara que no ve necesidad alguna de
meditar sobre si se ha pasado varios pueblos con su medida,
como no la tuvo de consultarla
con esa patulea conservadora que representan jueces, abogados,
fiscales y demás. A pesar de todo, los conservadores antisazo
deberíamos de estar contentos
de que sólo haya un rojo tan
peligroso en el Gobierno. Confiemos en que al menos Rajoy, Mato, Soria, Wert
o Fernández Díaz sigan siendo tan conservadores como siempre y no
se nos destapen ahora también como progresistas de toda la vida.
Eso sí que no estamos dispuestos a tolerarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario